Jueves, mayo 15, 2025

2024: UN BALANCE

En los estertores de este año, es oportuno valorar el impacto y trascendencia que tendrá este año para el futuro inmediato. 

En el plano nacional, el hecho más notable fue la elección presidencial de julio, así como los primeros dos meses del nuevo gobierno. 

La elección del 2024 fue presentada como una especie de “referéndum” a las acciones y decisiones del gobierno de la “cuarta transformación”. En la balanza, se puso a competir el llamado <<autoritarismo, populismo, improvisación y erosión institucional>> que, según los opositores, el sexenio lopezobradorista había causado; versus el <<rescate (regeneración) nacional, combate a la pobreza, austeridad del servicio público y bienestar popular>> que los defensores de la administración enarbolaban como frutos del sexenio. 

El resultado fue sorpresivo para unos y otros. Las razones se continúan discutiendo (o así debería hacerse mediante una perspectiva ecuánime) pero quizás sean menos sofisticadas de lo que pudiera pensarse. La contundente victoria de este movimiento responde sencillamente a la mejora en la vida cotidiana de la gente. Si antes los eruditos técnicos de la función pública sostenían que el buen rumbo del país era apreciable en las métricas del PIB o en los rendimientos macroeconómicos, hoy, el pueblo sintió y valoró esta mejoría a partir de aumentos en el salario mínimo, programas sociales e infraestructura visible y palpable (Aeropuerto Felipe Ángeles, Tren Maya, Refinería de Dos Bocas, nuevas centrales de generación eléctrica, caminos artesanales en las comunidades originarias, etc.). Beneficios directos y sin rodeos. 

Esta clara orientación trazada por López Obrador fue asumida sin regateos por Claudia Sheinbaum, adhiriéndose también a la agenda de reformas constitucionales que el Ejecutivo saliente había propuesto, y quien condicionó su discusión a los resultados electorales: si el pueblo de México deseaba estas reformas, lo traduciría en votos y mayorías. Así sucedió. 

El Congreso, durante estos dos primeros meses de la nueva administración, ha aprobado prácticamente la totalidad del llamado “Plan C”. Han sido 16 reformas constitucionales. Más de 70 artículos revisados. Modificaciones relevantes en materias tan variadas como Empresas Públicas, seguridad, pueblos originarios, supresión de órganos autónomos, poder judicial, entre otras. Indudablemente estas reformas, en su conjunto, son el andamiaje formal que deberá de sostener la continuidad y profundización de lo que ha sido llamado el cambio de régimen en la vida pública del país. 

Aunque naturalmente ha marcado su propio tono en las políticas públicas, la primera mujer Presidenta de América del Norte ha sido congruente en el ejercicio político con los principios del movimiento (“continuidad con cambio”). Se mantiene el fortalecimiento de la infraestructura ferroviaria del país, con nuevos proyectos como, por ejemplo, el tren México–Pachuca y el tren México–Querétaro; hubo un nuevo incremento en el salario mínimo; se anunciaron nuevos programas del bienestar (tal como la beca para alumnos de educación básica y la nueva pensión para mujeres de 60 a 64 años). 

Pese a todo lo anterior, existen múltiples desafíos, algunos ya a la vista. El primero y más importante es mantener la consistencia del proyecto político–social elegido por el electorado. Hay cambios y ajustes, pero las líneas generales de la Cuarta Transformación, como lo son el combate a la desigualdad, a la corrupción y a la ostentación en el servicio público; la soberanía energética; finanzas públicas sanas y la ampliación de la red de protección y bienestar a la población, deberán mantenerse enfáticamente. 

Otro de los grandes retos es mantener la unidad de la heterogénea composición del movimiento de regeneración nacional. Hasta ahora ha funcionado como un partido con múltiples impulsos, pero un solo liderazgo. Es imperativo que se transite hacia mayores márgenes de institucionalización; asimismo, que los miembros de este partido se adhieran a los objetivos para los cuales fue creada: un instrumento político al servicio del pueblo y no de las élites.  

Finalmente, será fundamental comprender y definir el rol de México dentro del conjunto de cambios y reacomodos que aceleradamente se presentan en el panorama mundial. Las anquilosadas concepciones internacionalistas deben renovarse. No hay ningún axioma que hoy pueda darse por sentado. 

Puede estimarse que se cuenta con las herramientas adecuadas para hacer frente a estas coyunturas, siempre y cuando la brújula de las decisiones sea orientada por los principios y soluciones que el pueblo de México eligió y continúa avalando.   

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