La primera vez que pisó la tierra de este país fue cuando apenas tenía 14 años de edad. Ahora ya tiene 19 años, un hijo y cinco deportaciones de México a Honduras; indicó –en tono de broma– que nuestro país no lo quiere.
Sonriente accede a dar una entrevista a La Jornada de Oriente, mientras sostiene con la mano derecha un plato de unicel con arroz y pollo rostizado que le han entregado los voluntarios de la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, en la ciudad de Puebla.
Forma parte de la caravana del Viacrucis Migrante 2018 que arribó de forma escalada desde el pasado jueves, pero esta vez Magdiel López no viaja solo, lo acompañan siete de sus familiares.
Las amenazas de narcotraficantes de apoderarse de dos de sus predios, en uno de ellos se dice hay oro, los obligaron a migrar; el miedo los invadió y con justa razón, ya que hace algunos años asesinaron a sus cuñados.
“La familia yo no la convencí, hemos estado viviendo un crimen bastante fuerte del narcotráfico que se ha querido apoderar de los terrenos de nuestra familia y quiere lo que es lograrlo a como dé lugar, matando familias, tirando amenazas y todos. Ya hemos estado junto con ellos (narcotraficantes) en lugares donde ellos nos conocen a nosotros y somos perseguidos por la misma persona”.
Su paso por Guatemala, hasta ahora, ha sido lo más difícil a lo que se han enfrentado, ya que temían tener problemas con los militares de ese país y los hondureños, quienes extorsionan a las personas hasta con 500 quetzales (mil 246 pesos) para dejarlos cruzar o piden a las mujeres que sostengan relaciones sexuales con ellos. Afortunadamente este no fue el caso de la familia López.
Atravesar el territorio guatemalteco implicó caminar hasta ocho horas seguidas con las pocas pertenencias que pudieron traer y cargando a los menores de edad; aunque precisa que ropa y comida no les ha faltado antes y durante la caravana porque han encontrado gente generosa que les ofrece ayuda.
La meta de la familia es llegar a Tijuana, donde una de las hermanas de Magdiel radica y juntar dinero para mandar a traer a su madre, pues teme esté siendo amenazada por los narcotraficantes.
Es su penúltimo día en Puebla, afuera de la iglesia en donde siempre encuentran refugio los migrantes, se han instalado grandes lonas bajo las cuales descansan los integrantes de la caravana.
La cumbia, reguetón y música country suenan fuerte; se ha formado un círculo en cuyo centro una pareja baila mientras el público aplaude y grita, así algunos centroamericanos de la Caravana Migrante olvidan por un momento las penas que cargan.
Otros más, con la mirada triste y pérdida, están dispersos en el resto del parque, algunos acostados en el suelo, en el pasto, sentados en los juegos infantiles o simplemente deambulan por el lugar.
José Leonardo Calderón es uno de los que prefiere alejarse del bullicio. Al toparse con esta reportera acepta dar una entrevista, al preguntarle por qué abandonó el país en donde nació su respuesta es tajante: “En Honduras nos motiva a salir todo, la delincuencia, la inestabilidad del país, la inestabilidad y la falta del trabajo; todo mundo es amenazado por las pandillas”.
Con expresión nostálgica recuerda que de todos aquellos que estudiaron la primaria con él, pocos están vivos. Ahí o te unes a ellos o te matan.
Llegar hasta acá no le ha sido tan difícil, relata, pero teme por los próximos días, cuando ya no forme parte de la caravana, porque sabe que en nuestro país se puede encontrar con miembros de la delincuencia organizada.
No obstante, ha decidido que buscará regularizar su situación para vivir en México, trabajar en lo que sabe, en la albañilería, y algún día traer de La Ceiba a su madre e hija.
Mientras tanto, en la entrada de la iglesia, con César, de apenas días de nacido entre sus brazos, Génesis de 18 años de edad intenta llegar a Estados Unidos, pero no lo hará en lo inmediato.
Durante un tiempo estará en México y cuando su hijo crezca un poco más, legal o ilegalmente, buscará cruzar la frontera norte. Por ahora vive días pesados dentro de la caravana, no por el trato, sino porque llevar a un bebé no es nada sencillo.
150 migrantes fueron detenidos en Veracruz, confirma padre Gustavo
Al menos 150 migrantes que se sumaron a la caravana de centroamericanos que viajan por el país en condición de refugiados fueron detenidos en Veracruz por el Instituto Nacional de Migración (INM).
Gustavo Rodríguez Zárate, párroco de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, comentó que se trata de personas que no contaban con algún permiso para poder transitar en México y que decidieron unirse al contingente.
“A los que se treparon en esa caravana de refugiados (que llegó a) mil 500, sin papeles, sin nada, sin saber de qué se trata lo de refugiados. Se molestaron, se subieron al tren, los agarró la migra a 150 en Orizaba, otros más adelante, a otros ya los habían bajado en Matías Romero (Oaxaca) porque no estaban en su situación de refugiados y no los puede proteger el Estado, al contrario, les aplica la migración”.
A los que sí llegaron les ofrecieron talleres de orientación jurídica a fin de que mañana, cuando la caravana llegue a la Ciudad de México, decidan el rumbo que seguirán.
Algunos de hecho ya lo hicieron, 14 optaron por quedarse en Puebla. Hasta la iglesia ubicada en la colonia Aquiles Serdán llegó gente a ofrecerles trabajo en restaurantes, como fogoneros de baños y en albañilería.
Otros 750 partirán hoy en 20 autobuses; siguen huyendo de la pobreza y violencia que hay en sus países.