El 25 de noviembre, el mundo reflexiona sobre la imperante necesidad de erradicar la violencia contra las mujeres. Este día tuvo su origen el 25 de noviembre de 1960, fecha en la que se perpetró el asesinato, de las hermanas Patria, Minerva y María Teresa Mirabal, activistas políticas de la República Dominicana, a manos de la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo.
Tras su oposición a la dictadura, la cual se caracterizó por el anticomunismo, la represión a todo tipo de oposición y el culto a la personalidad, el rechazo de Minerva Mirabal a los cortejos del dictador Trujillo y de la petición de que este terminara el acoso judicial en contra de su amigo Pericles Franco, uno de los fundadores del Partido Socialista Popular, las tres hermanas fueron capturadas cuando regresaban a casa después de una visita a sus parejas en la cárcel.
Cuando el grupo de agentes las interceptó, las golpeó brutalmente, las ejecutó y las arrojó a un barranco al interior del jeep en el que fueron emboscadas.
Su sacrificio se convirtió en el origen de una fecha emblemática para la lucha contra la violencia de género, la cual sigue afectando a millones de mujeres en todo el mundo y no distingue fronteras geográficas, culturales ni sociales.
En México se “conmemora” la lucha, los gobiernos se enaltecen como aliados al decir que se hacen esfuerzos por promover la igualdad de género en la educación, tal es el caso de El seminario de 2017 de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca (UABJO) “Hacia una cultura de igualdad en la UABJO”, que fue realizado a través del cuerpo académico en Consolidación sobre “Educación y construcción del conocimiento”, con la participación de expertas de las universidades de Bretagne Occidentale, de Francia; Vasca, de España; la Autónoma de Yucatán y la Veracruzana, entre otras.
Esto con el objetivo de desmitificar las percepciones tenidas y construidas desde los distintos escenarios del conocimiento humano hasta las redes sociales y los memes que se hacen sobre el movimiento feminista.
También buscan sin descanso a los agresores de las mujeres. Un ejemplo es el de la cuenta de “X” “La Marla Sabrina” que, intentando darle solución a la situación, se ha encargado de mostrar detalles poco conocidos del caso de Viviana García, asesinada por su novio el pasado 27 de octubre y arrojada de una motocicleta en la Plaza de San Marcos en Cuautitlán Izcalli, México.
Pero, ¿basta con decir que se es aliado de la causa y con portar un pañuelo verde en las marchas? o ¿Los crímenes contras las mujeres tienen una raíz más profunda que día con día, voluntaria o involuntariamente, seguimos nutriendo?
En América Latina, la violencia contra las mujeres ha alcanzado niveles dramáticos. De acuerdo con datos publicados por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) Brasil reportó el mayor número de feminicidios en América Latina en 2022, con mil 437 casos. En el mismo año, México registró 976 feminicidios. Honduras registró la mayor tasa de feminicidios en la región con aproximadamente seis casos por cada cien mil mujeres sólo en 2022.
No puede haber un cambio real en la igualdad de género si, en primera, se siguen consumiendo los estereotipos hegemónicos de la masculinidad y feminidad que refuerzan una visión binaria y rígida de los roles de género. Estos condicionan las expectativas de lo que debemos esperar de una mujer o de un hombre.
Se sigue impidiendo la expresión de la diversidad de experiencias humanas: “un hombre debe de proteger, dominar, ser fuerte, atlético”; “una mujer debe de ser delicada, no reírse a carcajadas ni decir groserías, verse bonita y tener caderas amplias”.
Incluso, cuando una mujer trans se somete a una transformación física, no adopta una imagen común sino una que cumple con el canon que el sistema patriarcal ha determinado para una mujer “atractiva”: voluptuosa, cabello largo, cintura de avispa. Es cierto que cada mujer puede hacer lo que quiera con su cuerpo, pero ¿lo hace desde su libertad y desde su concepción de lo que es bello para ella o lo hace desde la búsqueda de satisfacer la imagen que agrade a la hegemonía?
Los medios de comunicación han jugado un papel crucial en la reproducción de estos estereotipos. Dentro de ellos, el patriarcado, entendido como un sistema de dominación que somete a las mujeres y otorga privilegios a los hombres, está arraigado a las representaciones culturales con las que diariamente convivimos.
Las películas románticas, los bestsellers, las series televisivas, han sido un vehículo ideal para difundir las “normatividad” de los géneros. Las figuras masculinas normalizan el control y el ser posesivos. En las películas románticas, el hombre “salva” a la mujer.
En “Cincuenta sombras de Grey”, por ejemplo, el protagonista fue el “hombre ideal” de muchas chicas. Las prácticas de control emocional y físico que este tenía con su pareja fueron disfrazadas de amor absoluto y pasional.
De acuerdo con el Instituto Federal de Telecomunicaciones, en 2015, 48 por ciento de la población veía novelas; 61.5 millones de mexicanos consumen telenovelas, sobre todo en zonas rurales del país.
En las novelas mexicanas, la mujer villana era ambiciosa, hablaba fuerte y claro, manejaba los hilos del poder, tiene sexo con quien quiere, no tiene hijos, y, “el peor castigo de todos”, no tiene pareja.
El destino de la “mala mujer” es terminar sola, sin descendencia , sin marido y presa de la locura. La buena, por el contrario, es virgen, servicial, tierna y llora mucho. Ella es la “merecedora” de que el hombre la elija. Tal es el caso de la novela “María la del Barrio”, emitida de 1995 a 1996, cuya trama abordó, en parte, el dilema de la villana Soraya Montenegro, Itatí Cantoral, por arrebatarle el amor de Luis Fernando, Fernando Colunga, a María, Thalía Sodi. Al final, Soraya muere calcinada.
Últimamente ha habido una representación más compleja de los géneros en el cine, la televisión y la literatura. Las historias de relaciones basadas en el respeto mutuo y no monogámicas ganan terreno. Este es el caso de la serie británica “Trigonometry”, la cual está lejos del clásico melodrama.
Si bien la violencia de género ha estado mayormente presente en parejas heterosexuales, hay que tomar en cuenta que también se manifiesta en relaciones homosexuales formales, relaciones abiertas y poliamorosas. Incluso las relaciones alternativas de amor se ven atrapadas en la contradicción de ser románticamente idealizadas, además de ser transformadas en un herramienta de marketing para las campañas publicitarias que promueven productos “empoderadores” para estas comunidades. Así lo hizo Nike en 2018 con su comercial “Juntas imparables” que “apoya” a la lucha de las mujeres en la región, desde el pañuelo verde de una de sus protagonistas.
Las relaciones que rompen el canon marcan la pauta para experimentar la libertad y exploración emocional y sexual, pero también pueden desdibujar las fronteras de lo que es consentimiento mutuo y manipulación; puede haber dinámicas de poder desiguales y pueden camuflar la lógica de posesión como un pretexto de amor exclusivo.
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