El movimiento fotográfico de México durante el último tercio del siglo XX, etapa que ayuda a comprender el reconocimiento del que hoy goza esta disciplina, se condensa en el libro digital La fuerza decisiva de la imagen. Una mirada desde el suelo mexicano, de la historiadora Rebeca Monroy Nasr.
Publicado de manera digital por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), en sus 278 páginas el volumen aborda la lente como herramienta para narrar las injusticias sociales de finales del siglo XX, así como espacio de experimentación que generó nuevas narrativas visuales con esencia latinoamericana, poniendo en diálogo la visión documental y la mirada estética de la fotografía.
Para dicho título, la autora indicó que 41 fotógrafos proveyeron sus imágenes para este análisis, el cual se centra en los legados del Consejo Mexicano de Fotografía (CMF), entre ellos los Coloquios Latinoamericanos, a través de la revisión de tres mil 315 fotografías y otra documentación, que cubren una historiografía no escrita.
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Por tanto, en las páginas de la publicación se describe cómo el CMF marcó el rumbo de una profesión que, desde la década de 1970, no ha dejado de expandirse.
La obra recorre nombres clave, archivos, imágenes y voces que dieron forma a una fotografía militante, estética y profundamente humana. Una mirada crítica que revela cómo la lente se convirtió en una herramienta de lucha, reflexión y arte.
Hace 49 años, convidados por Pedro Meyer, un grupo de amigos se reunía religiosamente los jueves por la tarde, para charlar de su pasión por la imagen. Bajo esa lucidez, empezaron a acariciar un proyecto común: crear una asociación de fotógrafos, que se concretarían en el CMF.
En esas reuniones partían, por mencionar algunos, Lázaro Blanco, Raquel Tibol, José Luis Neyra, Julieta Jiménez Cacho, Pablo Ortiz Monasterio, Felipe Ehrenberg, Pedro Span, Jesús Sánchez Uribe, Rodrigo Moya, Nacho López, Lourdes Grobet y Herminia Dosal, autora de la imagen de portada del libro, un retrato de la periodista y bailarina Alma Guillermoprieto pendida de un balcón.
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En mayo de 1978, este grupo convocaría a fotógrafos a participar con obra en el Primer Coloquio Latinoamericano de Fotografía, evento que, hasta 1996, se propuso situar a la región en el contexto de la fotografía internacional, y propiciar una reflexión crítica sobre la identidad visual de las prácticas fotográficas en esta parte del mundo.
Como señaló Rebeca Monroy, investigadora de la Dirección de Estudios Históricos del INAH, los Coloquios Latinoamericanos generaron un vínculo y encuentros ideológicos, formales, estilísticos, “pero lo más importante fue que coincidimos en ver la posibilidad de cambio en el país. Además del apoyo que dieron con exposiciones, libros, bibliotecas especializadas y, por supuesto, las Bienales de Fotografía.
“Todo esto configuró una época de oro de la fotografía. Puso en otro nivel a los profesionistas de la imagen, los situó en otra dimensión, ya no en papel del ‘segundo’ del reportero, y emergió una cantidad importante de fotoperiodistas y fotodocumentalistas, pero también de hacedores de fotografía experimental”.
Dijo que los frutos de esa “época de oro” fueron donados en 1995, al Centro de la Imagen: una colección con alrededor de ocho mil piezas, de 892 autores, que cubre el período 1976-2005, y que, en 2016, fue inscrita en el programa Memoria del Mundo, de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura.
Concluyó que aquella entrega oficial fue presidida por tres de los presidentes del CMF: Pedro Meyer, Enrique Villaseñor y Armando Cristeto, además de Gustavo Prado, Vicente Guijosa, Marianna DelleKamp, Federico Gama, Julieta Giménez-Cacho, Saúl Serrano, Gilberto Chen, Raquel Tibol, Alejandro Castellanos y Néstor Necoechea.