Por su valiosa contribución y por ser guardianes de la cultura, a la que proveen su propia experiencia y conocimiento ancestral, fueron reconocidos seis ancianos de Puebla como Tesoros Humanos Vivos: Encarnación García García, de San Sebastián Villanueva, Acatzingo; Guillermina Gregoria Castillo, de San Felipe Otlaltepec, Tepexi de Rodríguez; Santiago Apolinar Marcos, Tepetzala, Cuetzalan; José Pedro Román Sebastián Coyotl Cuatzon, de San Antonio Papalotepec, San Andrés Cholula; Yolanda Camarillo Hidalgo, de San Gabriel Chilac; y Francisca del Carmen Martínez, de Tanamacoyan, Hueyapan.
Con esta convocatoria, estimó el secretario de Cultura Enrique Glockner Corte, se puede conocer la riqueza cultural y las grandes tradiciones, así como la actividad artesanal que se cultiva en el estado. Dijo que este reconocimiento es por el trabajo arduo que por muchos años han hecho los artesanos, por lo que con la convocatoria se busca que este trascienda.
“Muchas gracias por su trabajo, por el ejemplo que nos dan, por trascender hasta este momento con lo que han hecho, que muchos también heredaron de sus abuelos”, mencionó en el acto de reconocimiento celebrado en el centro cultural San Roque, al que acudieron cuatro de los seis galardonados.
Don Encarnación García, maestro artesano de ceras milenarias y guardián de la flora y la fauna de Acatzingo, aprendió desde los 12 años el oficio de la cerería.
“Mis abuelitos me daban consejos: m’ ijo ven a hacer la cera”, mencionó en un video grabado, en el que señaló que la cera de sus velas es la misma que trabajan las abejas en el campo. “Es bonita la cera, se queda para los hijos futuros que vienen”, afirma sonriente.
Francisca del Carmen Martínez, de Tanamacoyan, Hueyapan, es artesana de bordado de textiles de lana, que aprendió el telar de cintura a sus 13 años de edad, cuyo trabajo “es una obra de arte” que pocos aprecian y pagan. En otro video, se destacó que como maestra doña Francisca enseña todo lo que sabe. “Una prenda bien hecha lleva su tiempo. Esto tiene que seguir esto porque es de nuestro municipio, es nuestra vida. Todo lo hago con mi mente y mi corazón”, afirma la mujer octogenaria.
Santiago Apolinar Marcos, Tepetzala, Cuetzalan, es un artesano dedicado desde sus 12 años a la cestería, con canastos que se usaban ante la ausencia de recipientes de plástico, que pululan hoy. En su pueblo y en comunidades cercanas todos lo conocen: “el que hace canastas, don Apolinar”, el que aprendió cuando no había costales, bolsas, botes, y supo que necesitaba algo para cargar su mazorca, su café y para ir a la plaza. “Es muy trabajoso, mira como es, mira”, dice el artesano en el video grabado, mostrando uno de sus grandes canastos que quedan perfectamente trenzados.
José Pedro Román, de San Andrés Cholula, es un artesano que manufactura chanclas de palma de huitle y lo hace siguiendo un antiguo ritual funerario, pues quienes están por fallecer o ya fallecieron llevan consigo las chanclas que don Pedro les hizo, para cruzar e ir al más allá.
“Tenía como 22 años cuando aprendí, el señor difunto de Bonifaz Macuitl me enseñó, así lo aprendí y todavía se mantiene; para la mayoría de las familias es necesario usar las chanclas para transitar al otro mundo. Les hago sus chanclas porque hay mucha espina en el camino, y así la palma bendita los protege”, dice seguro sin dejar de mover sus manos, que trenzan con ritmo.
Doña Yolanda Camarillo Hidalgo, de San Gabriel Chilac, es artesana de bordado en chaquira. “Bordar es el tipo de trabajo que se hace desde hace mucho tiempo”, dice en otro video disponible en las redes de la SC de Puebla. Refiere que, aprendido de sus abuelitas, este oficio conserva la cultura y las raíces de su pueblo: aparecen una rosa, un indio azteca y una mujer chinanteca que brillan por la chaquira multicolor.
Guillermina Gregoria Castillo, de San Felipe Otlaltepec, Tepexi de Rodríguez, es una artesana de tejido con palma, una artesanía que es rica en identidad, que debe rescatarse y permanecer para que con ello perviva su técnica y manufactura. “Es una mujer entusiasta, compartida, solidaria de más de 84 años de vida, que aprendió a tejer en su niñez, que con su tejido crió a sus hijos y los sacó adelante, que nos hace entender que nos podemos sentir orgullosos y preservar la técnica, porque es una identidad que todas las nuevas generaciones deben comprender y tener viva”, como señaló una voz.
La convocatoria, que tuvo su primera edición en 2020, para seguir en 2021 y 2023, cuenta con apoyos de la Secretaría de Cultura federal en su vertiente Apoyo a las instituciones estatales de Cultura, y ha buscado visibilizar la importancia del patrimonio cultural inmaterial.
En este año, participaron 39 ancianos de municipios como Acatzingo, Ajalpan, Atlixco, Huaquechula, Huehuetla, Calpan, Chilac, Miahuatlán, Cholula, Tepetzintla, Zapotitlán y Zacatlán, entre otros, con diversidad en representaciones de artes y prácticas sociales.
Dichas postulaciones, fueron revisadas por un jurado ajeno a la SC que calificó la experiencia, el valor como testimonio vivo, su arraigo, su práctica y su carácter representativo, su conocimiento, su riesgo de desaparición, y su transmisión efectiva y permanente de los saberes tradicionales.
Además del reconocimiento otorgado por la SC este día en el Centro cultural San Roque, éstos tendrán “la misión” de desarrollar una actividad que favorezca la transmisión de su práctica, entre el 15 y 30 de octubre en su pueblo natal, además de recibir 60 mil pesos cada uno.