Un día como hoy hace 92 años, en Boston, llegó al mundo una de las escritoras que dejó huella en la literatura anglosajona del siglo XX.
A los 8 años, la hija de Otto Emil Plath y Aurelia Schober, profesores universitarios de ascendencia alemana, envió su primer poema al Heraldo de Boston con una carta que decía:”Estimado editor, he escrito un breve poema sobre lo que veo y escucho en las calurosas noches de verano”. Era una niña perfeccionista, tocaba el piano y mostraba sensibilidad por el mundo del arte.
La muerte de su padre, en 1940, fue un acontecimiento que desencadenó su imparable producción literaria, pero también sus profundas depresiones, las cuales la acompañarían hasta el final de sus días. Fue la desesperanza lo que caracterizó el estilo de varios de sus poemas.
Su trayectoria académica
Realizó una carrera en Estudios Literarios en el Smith College de Massachusetts, de la cual se graduó en 1952. Posteriormente realizó los estudios superiores en la Universidad de Cambridge en Inglaterra, donde conoció a su esposo, el poeta Ted Hughes. Después de graduarse, trabajó como editora en algunas revistas literarias, entre ellas, la revista Mademoiselle, la cual se interesó en tener como lectoras a las estudiantes jóvenes universitarias que vivían los dilemas morales de la era atómica.
Fue también en los años 50 cuando vivió su primer intento de suicidio y terapias de electrochoque. Pese a estas duras experiencias, la escritura estuvo presente para brindarle refugio y transformar lo que padecía
La escritura de Plath
Entre los temas principales que se pueden encontrar en sus obras está el de la muerte, la cual predomina en los poemarios de “Colossus” y “Ariel”. En el poema “Tulips”, Plath describe a la muerte como una forma de escape de las angustias de la vida.
Sylvia tuvo dos hijos con su esposo Ted Hughes; en sus obras también aborda, desde su perspectiva, los desafíos y alegrías de la maternidad. En el poema “Medusa” la autora desmitifica el ideal materno y revela que la madre no siempre puede representar el apego y la protección.
De igual manera, es recurrente encontrar el concepto de la identidad como algo que no ha sido encontrado con autenticidad. En”The bell Jar”, su única novela publicada en 1963, Plath explora la presión social de encajar en lineamientos que ya han sido dictados.
Matrimonio y muerte
Tras contraer matrimonio en 1956 con el poeta Ted Hughes, la pareja se trasladó a Estados Unidos. Ahí, Plath dio clases en su alma mater, el Smith College; sin embargo, poco después de haber arribado al país, Sylvia se dio cuenta de que su marido le coqueteaba a una estudiante del campus, lo que significó el inicio del fin de la relación.
En 1962, tras el maltrato e infidelidades por parte de su marido, Sylvia decide separarse de él y rehacer su vida en Londres al lado de sus dos hijos: Frieda, nacida en 1960, y Nicholas, nacido un año después. No obstante, estar alejada de su ciudad natal, su enfermedad y la falta de recursos económicos le harían vivir el período más duro de su vida.
El 11 de febrero de 1963, las circunstancias abatieron a Sylvia, con apenas 30 años; despertó, les preparó el desayuno a sus pequeños, que estaban con ella, y se quitó la vida metiendo la cabeza dentro de un horno, al abrir la llave de gas.
Premio Póstumo
Ted Hughes fue quien editó y aprovechó el legado escrito de su ex esposa, de hecho, lo primero que este hizo al recibir los manuscritos fue destruir un diario en el que la autora contaba lo horrible que había sido su matrimonio con él . En 1965, publicó el poemario “Ariel”, el cual recopila los últimos poemas de Sylvia. En “Ariel”, Plath toca la labor de supervivencia al debatirse entre la salud y la enfermedad.
En 1982, luego de que su obra se empezara a estudiar desde la perspectiva feminista y de género, Plath fu condecorada con el premio Pulitzer, aquel que se le da a los escritores que han dejado su huella en la historia, gracias a su obra compendiada en Poemas completos.
Los poemas de Sylvia Plath se siguen interpretando 61 años después de su muerte. Su obra, además de ser un exponente en el género confesional, ha sabido recoger la voz de aquellos que, además de conocer lo más visceral de dolor, día con día vuelven a intentar vivir.
El ahorcado
Por la raíz del pelo algún dios me atrapó.
Sus vatios azules me hicieron chisporrotear como a un profeta
del desierto.
Las noches desaparecieron, cerrándose de golpe, como los
párpados de un lagarto,
Un mundo de días blancos y calvos en la cuenta sin sombras.
Un aburrimiento buitreo me dejó clavado a este árbol.
Si él fuera yo, haría lo que hice.
Sylvia Plath
De: “Poesía Completa” – Año 1959
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