Iztacamaxtitlán tiene una continuidad de lucha y resistencia, afirmó el historiador Luis Antonio Nava García al señalar que, como consta en un documento de noviembre de 1591, indígenas denunciaron al entonces virrey que había españoles que querían abrir minas en su territorio, por lo que pedían justicia para que fueran expulsados, hecho que coincide con lo ocurrido con la férrea defensa emprendida por la comunidad nahua y ejido de Tecoltemi, integrante de la Unión de Ejidos y Comunidades en Defensa de la Tierra que logró, en abril de 2023, que la Suprema Corte de Justicia de la Nación declarara que no era factible otorgar el uso de la concesión a la empresa canadiense Almaden Minerals, que buscaba desarrollar un proyecto de minería a cielo abierto.
Para el historiador formado en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), con posgrados en el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social y en la Universidad Iberoamericana, el documento de 1591 es por tanto “muy valioso porque nos habla de esta continuidad histórica de resistencia y de lucha que ha tenido este pueblo en defensa de sus recursos y de su territorio”.
Acompañado por el antropólogo Julio Glockner Rossainz, editor de la Colección Homo Ludens, el también cronista presentó su libro Etnohistoria de Iztacamaxtitlán. El origen y la resistencia de un pueblo del noreste poblano y el siglo XVI como parte de la edición 38 de la Feria Nacional del Libro de la BUAP, en el que presenta una visión sobre el desarrollo étnico, histórico y cultural de esta comunidad ubicada al noreste de Puebla, cuyo significado refiere al “lugar junto al maxtlal blanco” que es visible en el paisaje.

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“Esta noticia que se dio de la suspensión de la actividad minera afortunadamente hasta el momento está, pero eso no quita de la vista que estos miserables empresarios capitalistas que, sin ninguna consideración de esta trascendencia histórica, de esta cultura, de este territorio milenario, quieran hacerse de sus recursos y acabar con todo este territorio y este espacio histórico”, dijo Nava de manera enfática.
De paso, el profesor de la ENAH lamentó que pese a su importancia histórica, cultural y social de más de un milenio, Iztacamaxtitlán sea un municipio apenas reconocido, del cual se ignora su existencia y su ubicación, lo mismo que otros pueblos colindantes como Zautla.
Dijo que dedicado a Iztacamaxtitlán, el libro de 424 páginas es resultado de dos décadas de trabajo para rescatar su “poderosa antigüedad”, labor para la cual realizó recorridos, acopió fuentes históricas, hizo interpretaciones, a la par de que incluyó mapas, fotografías y una bibliografía especializada con la paleografía de 18 documentos históricos, que ahora dispone en beneficio de otros historiadores.

Nava García continuó que en sus ocho capítulos, en el libro abarca desde la etapa prehispánica hasta finales del siglo XVI: de su origen ancestral que es el Norte, en el periodo posclásico, con grupos migrantes como fue el caso de los toltecas que llegaron al noreste poblano y fundaron este pueblo entre el 900 y el 1200 de esta era en común. Incluso, señaló que su topónimo revela varios datos relevantes de la cultura iztacamaxtiteca como un grupo que migró y tuvo una cultura, una lengua y una historia propia hasta ser lo que es.
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El libro, continuó, también repara en el paso de Hernán Cortés en 1519, luego de adentrarse por Zautla. También, refiere a algunos sitios arqueológicos como la montaña Acolhua y el sitio de Tlaxcalancingo. Expone la Encomienda que desmanteló y fragmentó la organización indígena, misma que se reorganizó y tuvo nuevos intereses; así como la pugna de cabeceras, un hecho que significó un conflicto de 33 años para la sociedad indígena. De paso, refiere a la presencia franciscana, pues el pueblo de San Francisco Iztacamaxtitlán destaca por su arquitectura novohispana “en la hace falta una historia del arte, por los retablos que están en ruinas”.
En su caso, pese a que lamentó que el libro editado por la Dirección General de Publicaciones de la BUAP no estuviera listo para la presentación de la Fenali, Julio Glockner destacó que el historiador Luis Antonio Nava “hace un trabajo muy minucioso sobre el México prehispánico en esta zona de la Sierra Norte de Puebla”.
De manera detallada, el encargado de la colección Homo Ludens en la que es incluida el volumen realizó un repaso en la historia de Iztacamaxtitlán, no sin olvidar la defensa que hicieron ejidatarios para oponerse a la compañía minera canadiense Almaden Minerals, que pretendía pasar a la fase de exploración y por tanto destrucción y contaminación “del río Apulco y esas montañas hermosísimas”, así como la decisión de la Suprema Corte para retirar el permiso de concesión a la trasnacional.
Para entender la etimología de Iztacamaxtitlán, el antropólogo expuso tres concepciones: la otorgada por Felipe Franco a partir de sus elementos fonológicos: “ixtac”, que significa blanco, “maxtli”, que es faja o cinturón, y “tlan” que es lugar, junto o cerca, que sería “Cerca de la faja blanca”; la segunda es propuesta por antropólogos que refieren a las voces “iztac”, que es blanco, y “camaxtli”, el dios de la caza asociado a Tezcatlipoca como dios creador, e “tlan” que es lugar, significando entonces “Lugar del Camaxtli blanco”, en referencia al dios Camaxtli que se presenta con su cuerpo pintado con rayas blancas, que coinciden con las franjas blancas existentes en la topografía de las montañas; y la tercera propuesta del propio José Antonio Nava que plantea que el pueblo recibió este nombre por una montaña o cerro que llamaron Iztamaxcingo, localizado a dos kilómetros del actual San Francisco Iztacamaxtitlán, cabecera del municipio.
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