Lunes, septiembre 9, 2024

Calvo: necesario, continuar con la tarea de investigar a grabadores de la Nueva España

El historiador del arte Juan Isaac Calvo Portela revisó el trabajo de Baltasar Troncoso y Sotomayor (1740-1761), uno de los principales grabadores de la Nueva España, asentado en la Ciudad de México, que cultivó una estrecha relación con artistas de la época como José de Ibarra y Miguel Cabrera, y cuyo legado permanece en libros y ediciones del siglo XVIII.

En su charla Una vida entre buriles y ácidos: la obra el grabador capitalino Baltasar Troncoso y Sotomayor (1740-1761), uno de los principales abridores de láminas de la capital virreinal del siglo XVIII señaló que su investigación le ha permitido saber que el grabador era oriundo de Galicia y fallecido en 1761 en la Ciudad de México, donde ejerció su labor, salvo un grabado en el Museo Histórico Indiano que deja ver que hizo algún trabajo en España. 

Asimismo, dijo en la conferencia brindada en la Biblioteca Histórica José María Lafragua, se ha podido definir que su taller estaba en una accesoria de la Calle de Hospicio, en donde contó con un aprendiz que tendría obra posterior en la segunda mitad de dicho siglo.

Baltasar Troncoso y Sotomayor, continuó el actual profesor sustituto de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Salamanca, en España, tuvo una producción destinada a libros de autores jesuitas con los que pudo haber existido una relación, además de que trabajó, principalmente, para tres talleres: el de la viuda de José Bernardo Báez, el de María Candelaria Rivera y el del Colegio de san Ildefonso, de los más importantes de la ciudad de México a mediados del siglo XVIII.

De inicio, Calvo Portela expuso que adentrarse en la vida de este y otros grabadores novohispanos ha sido “una tarea compleja” porque hasta hace pocos años se ha empezado a estudiar el renglón de manera sistemática, con importantes contribuciones de especialistas mujeres como Marina Garone Gravier, Clara Bargellini y Montserrat Galí Boadella (1947-2023), investigadora asentada en Puebla.

De paso, refirió que los primeros pasos los dieron bibliógrafos como el chileno José Toribio Mediana y Manuel Romero de Terreros con su obra clave Grabados y grabadores en la Nueva España, siendo que los estudios han sido limitados hasta el año 2000, por lo que es importante continuar con la tarea.

El doctor en Historia del Arte por la Universidad Complutense de Madrid confió que parte de la limitación en los estudios es la escasa documentación sobre los propios grabadores. De Baltasar Troncoso y Sotomayor, por ejemplo, se han localizado documentos en archivos mexicanos y españoles que permiten conocer parte de su biografía. 

“Sospechamos que nació en la península, no era novohispano pero se estableció en 1720 en la capital novohispana, además de que en el Archivo General de Indias en Sevilla, aparece que en 1746 estaba en la península a donde se había desplazado un año antes para acompañar a sus padres”, dijo y señaló que también se indica que su esposa era María de Contreras y su hija Ana Benito Troncoso, aunque no se indica su oficio.

Desde el recinto universitario expuso que otra referencia documental aparece en el Libro de difuntos españoles del Sagrario Metropolitano de la Ciudad de México que aporta datos como su fecha de fallecimiento marcada el 5 de marzo 1761, que ya había enviudado, que vivía en la calle de San Pedro y San Pablo, y que era natural del reino de Galicia. 

Otro documento, el padrón de 1747, detalla que Troncoso y Sotomayor tenía su taller en una accesoria de la calle del Hospicio, y su asistente era un tal “Salvador”, sin referencias a su esposa o a su hija, lo que lleva a pensar que no vivía ahí sino solo tenía su taller. Añadió que en el padrón de 1748, ya figura el nombre completo de su asistente: Salvador Zapata, grabador que estaría activo en la segunda mitad del siglo XVIII, lo que permite varias conclusiones: del primer documento, que ya había regresado de la Península y que ejerció como maestro de Salvador Zapata siguiendo el modelo del taller gremial, no obstante ni en Ciudad de México ni en Puebla existieron gremios de grabadores e impresores de estampa, como sí sucedía en ciudades europeas.

El ex profesor en la UDLAP destacó además que Baltasar Troncoso y Sotomayor figuró entre los firmantes de una carta que enviaron varios artistas en 1753 al virrey Francisco Güemes de Horcasitas encabezados por José de Ibarra y Antonio Onofre Moreno, uno de los principales grabadores de la capital novohispana. Otros firmantes fueron Miguel Cabrera y el arquitecto Miguel Espinosa de los Monteros.

Dicha misiva, expuso Juan Isaac Calvo, puso de manifiesto las relaciones que tuvo el grabador con artistas que diseñaron las estampas que el grabó en su carrera. En ella, los artistas pedían que se acabara con la competencia desleal de ciertos oficiales que sin ser abridores, tenían tórculos en los que grababan estampas que luego vendían. Es decir, compraban las planchas grabadas y retallaban con malos rasgos haciendo estampas imperfectas, pero acreditándoselas a los maestros. “(Los oficiales) logran la salida que no logran los profesores de las perfectas que por su mayor y más costoso trabajo no pueden dar”.

Estas palabras, continuó en su conferencia, infieren una crítica a esa competencia desleal de los oficiales que sin llegar a ser maestros compraban planchas y las retallaban, saliendo estampas mal hechas, con un precio mucho menor al de los maestros, por lo que éstos no podían competir, de ahí que solicitaban al virrey dicha acción.

Para el historiador del arte la producción de Baltasar Troncoso y Sotomayor, comparada con contemporáneos como Francisco Silverio, grabador del siglo XVIII en Ciudad de México, no tuvo una producción prolífica, lo mismo con grabadores europeos que hacían miles de estampas. No obstante, dijo que “hasta que no se profundice en el estudio de acervos” en México, en la Biblioteca Nacional de Chile -que resguarda la colección de José Toribio Medina-, en Estados Unidos o España, no se conocerá en profundidad que le catálogo total de la obra de grabadores como el propio Troncoso y Sotomayor. 

Acotó que en sus estampas el grabador firmará con su nombre completo y su primer apellido: Baltasar Troncoso y Sotomayor, que le diferenciará de otros burilistas que tenían el mismo apellido como Diego Troncoso, con el que no está emparentado. Sin embargo, en otras ocasiones firmará solo con su apellido, siendo que para identificarle firmará como “dibujante y grabador”.

Para cerrar, mencionó que el grabador ilustró libros de autores jesuitas novohispanos y de procedentes de Europa asentados en la Nueva España, así como para ediciones de jesuitas que vivían en Italia. Sus estampas se usaron para ilustrar libros impresos, conformando una única realidad con los libros que ilustraban e iban con su contenido, pudiendo cumplir diversas funciones: ilustrativas, decorativas o connotativas. Asimismo, que su disposición se haría en los paratextos, encabezando las dedicatorias o precediéndolas, así como relacionadas con los capítulos, haciendo relación entre texto e imagen.

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