Jueves, febrero 6, 2025

La calumnia que quiso ser historia se transformó en cuna

La calumnia que quiso ser historia. Recuperando la memoria. Es un ensayo escrito por Sergio Ramos Galicia con el que busca demostrar que la traición como consecuencia de la alianza, es falsa.

Lo primero que debe dejarse claro es que la acusación de “traición” no surge con la Colonia. Es un señalamiento que nace con la Independencia de 1810. Emerge al calor de la lucha por la definición de país en el Constituyente de 1923.

La conjetura surge de la pluma de los propios tlaxcaltecas. Expresión de la lucha por mantenerse como estado o pasar a ser parte del estado de Puebla. Como he escrito en otra parte, la acusación de traición es un pleito entre hermanos.

La intención de Sergio Ramos es plausible. Pero pierde efectividad cuando propone que la alianza es producto de una acción intencional de los tlaxcaltecas para utilizar a los españoles “como mercenarios parar derrocar al imperio mexica” (2019, pág.22)

Si se quiere terminar con la calumnia hoy presente en redes digitales. Tiene que diseñarse una estrategia que contribuya a la construcción de una visión diferente de Tlaxcala. Lo que se ha logrado con los murales de Palacio de Gobierno, el himno a Tlaxcala y las marcas de: Cuna de la Nación y Cuna del Mestizaje.

Los tlaxcaltecas se alían a los españoles. No son ni los primeros, ni los únicos

Una premisa fundamental es reconocer que los tlaxcaltecas se alían a los españoles. No son ni los primeros, ni los únicos. Lo que los distingue es que Hernán Cortes decide no repartirlos, ni darlos en encomienda, los deja bajo la protección de la Corona.

Esto posibilita a Tlaxcala, particularmente los señoríos principales de Ocotelulco, Tizatlán, Quiahuixtlan y Tepectipac mantener el territorio casi intacto y las formas de gobierno basadas en el gobierno indio. (Anguiano y Tapia, 1976)

Los tlaxcaltecas desarrollan una alta capacidad de adaptación en las formas de gobierno. Que los lleva, paso a paso, a organizarse de manera similar a los ayuntamientos españoles, como lo expone Andrés Martínez Baracs en “Un gobierno de indios. Tlaxcala 1519 – 1750” (2008)

Para no perder privilegios que gozan durante 300 años, los tlaxcaltecas reescriben la historia, desde la de Diego Muñoz Camargo hasta el Lienzo de Tlaxcala. Por la que la clase dirigente muestra los servicios prestados a los españoles y a la Corona.

Destacan su participación en las guerras y colonización para proteger a las personas y los capitales que se extraen de las minas del norte y se envían a la “Madre Patria”..

Esto hace que cuando los criollos y mestizos promueven la Independencia, los primeros en oponerse son los tlaxcaltecas y la razón es muy simple. Dejan de ser un pueblo protegido de la Corona para pasar a ser un pueblo indio más.

La paradoja de Xicoténcatl

Un elemento paradójico que aparece en esta situación es Xicoténcatl. Capitán de los ejércitos que por decisión de los señores hace frente a los españoles. Al no derrotarlos, es humillado para pedir perdón al conquistador y rogar que pase por Tlaxcala.

Los ejércitos tlaxcaltecas quedan subordinados al español, lo que provoca diferencias con el capitan tlaxcalteca, quien a veces comete actos imprudenciales que terminan por condenarlo y es colgado de un árbol en un pueblo de Texcoco, como “traidor a la alianza hispano tlaxcalteca”. (Cfr. “Xicoténcatl. Guerrero que se anula”)

“Algunos tlascaltecas hobo que dijeron que don Lorenzo de Vargas, padre del Xicotenga, envió a decir a Cortés que aquel su hijo era malo, y que no se confiase del y que procurara de le matar.”

Sin embargo, para lograr identidad, el movimiento de independencia, rescata figuras que muestran la oposición a los conquistadores y en esa lógica redimen la figura de quién había permanecido 298 años olvidada. Xicoténcatl es un héroe rescatado por la Independencia.

Las dos repúblicas de Tlaxcala

Entre 1822 y 1857 emerge el estigma de “traición”. Producto de la lucha que libran los tlaxcaltecas del norte -República de españoles- con los del centro sur -República de indios-. En el sur se localizan simpatizantes de los del norte, pero en el norte no se encuentran partidarios del sur.

Los tlaxcaltecas de descendencia española, es decir los criollos y mestizos que se apropian del norte de la entidad y cuya particularidad es la posesión de haciendas, ranchos. Y, a partir del siglo XIX de los obrajes y manufacturas.Se sienten más identificados con los poblanos y, por tanto, aspiran a formar parte de esa entidad.

Los herederos del pueblo originario que habitan el centro sur de Tlaxcala, luchan por conservar la autonomía lograda en 300 años de Colonia. Sin que importe la figura, se oponen a formar parte de un territorio distinto al suyo, en el que incluyen básicamente a los poblanos. Pero, también a los estados circunvecinos.

La lucha se da en la capital del país. En ella juegan un papel importante los periódicos de la época. Ambos grupos exponen sus razones para ser pieza de la República como un estado o formar parte del estado de Puebla. Es ahí donde se acuña el concepto de “traición”

¿Quién o quiénes fueron los acusadores?

Es válida la pregunta de Ramos Galicia: ¿Quién o quiénes fueron los acusadores? Él mismo la responde en las páginas 81 y 82. El cura párroco de Huamantla -diputado federal suplente del Congreso general por Puebla, Miguel Valentín y Tamay. El presbítero Manuel Bernal, el hacendado de Huamantla licenciado Gabriel Illescas y el obrajero de Santa Ana Chiautempan Antonio Díaz Varela, los que publican el “Bosquejo Estadístico de la Célebre Ciudad de Tlaxcala y su territorio”.

En ese documento se escribe: “Sobre los escombros de tan infame pueblo debe levantarse un monumento que diga: Aquí fue la traidora Tlaxcala que vendió su patria al extranjero y que ya existe, para que no vuelva a cometer semejante parricidio…”

Sin embargo, como refiere Martínez Carmona (2014) “Cuando se construyó el orden político de la nueva república, Tlaxcala se encontraba empobrecida, con una elite indígena en decadencia y nuevos actores económicos que llevaban décadas tratando de insertarse en los cargos políticos. Un sector económicamente favorecido por los obrajes y la cría de ganado, provenientes de cabeceras de segundo orden, y subordinadas al verticalismo político que representaba el cabildo de la ciudad de Tlaxcala, intentaron separarse en varias ocasiones a lo largo del siglo XVIII, sin conseguirlo. Por lo tanto, cuando se debatía en el Congreso Constituyente si Tlaxcala podía ser o no un estado de la nueva república, el principal enemigo de los tlaxcaltecas fueron los mismos tlaxcaltecas”.

Benito Juárez reproduce el estigma. Afirma el 16 de septiembre de 1840: “México poblada de mil naciones guerreras y por la misma naturaleza defendida, recibió la ley de un puñado de aventureros; porque los viles tlaxcaltecas prefirieron una rastrera venganza al honor nacional, y prestaron su funesta alianza al invasor de Castilla, quien también los subyugó en premio de su perfidia y egoísmo criminal.”

La calumnia que quiso ser historia se transformó en cuna

Frente a esa historia los tlaxcaltecas han creado una historia alternativa de rechazo a esa idea. Afirman que la entidad, por la alianza con los españoles, se convierte, por derecho propio en “Cuna de la Nación” y “Cuna del Mestizaje”.

Desde finales de la década de los 70s del siglo pasado, los ejecutivos locales impulsan una estrategia para eliminar esa calumnia en los niños. 1) Mantienen el mecenazgo para que el muralista Hernández Xochitiotzin plasme una visión de la historia local; 2) Se escribe el himno a Tlaxcala; 3) En todas las escuelas de educación básica se canta, después del himno nacional, el himno a Tlaxcala, y 4) Todos los escolapios anualmente deben hacer “la peregrinación” a los murales del Palacio de Gobierno.

En los niños y jóvenes de Tlaxcala poco impacto tienen los memes. Son parte de “la efímera” cultura digital. Para robustecer la imagen de Tlaxcala en el contexto nacional e internacional debe aprovecharse más la idea que de la alianza surge lo mejor de las dos culturas.

Para ello, hay que vigorizar el trabajo de El Colegio de Historia, recuperar los seminarios anuales de investigaciones sociohistóricas, incrementar las publicaciones impresas y digitales sobre Tlaxcala. Porque para defender lo propio, primero hay que conocerlo.

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