El día de muertos es una festividad en la que se expresa parte de nuestro legado mesoamericano. Se colocan ofrendas coloridas, llenas de flores de cempasúchil, tamales, hojaldras, fruta, sahumerios, etc. Para un amplio sector de la población mexicana, es una oportunidad para convivir con la familia y recordar a los seres queridos que ya fallecieron y que, año con año, regresan para degustar de la comida que se coloca en sus altares
El 1 y 2 de noviembre son días de remembranza e identidad para miles de mexicanos, y el consumo y comercialización masiva ha incorporado elementos de otras culturas, como la del “halloween”, palabra del inglés antiguo “All Hallows’ Eve”, es decir, la víspera de Todos los Santos.
Los procesos de movilidad social, como la migración, aspectos económicos y políticos, han impulsado un sincretismo entre las festividades.
A pesar de las controversias y desacuerdos en torno a la mezcla de ambas, es importante reconocer el valor y el dinamismo de las expresiones; la cultura no es estática.
Disfraces de brujas y demonios, calabazas talladas, la transmisión de películas de terror, entre otros eventos nutren la múltiple identidad mexicana. Uno puede visitar el panteón, ir a misa y decorar la ofrenda con papel crepé a la par de vestir como un vampiro y tocar las puertas de su vecindario para pedir “dulce o truco” o “calaverita”.
Las ofrendas que hoy en día conocemos no recrean de manera idéntica a las de las culturas prehispánicas; los cráneos y veladoras que en ellas aparecen, por ejemplo, se derivan de la cultura celta y romana, además de que están fuertemente influenciadas por el cristianismo, traído de la conquista española.
Lo que sí es de reconocer es que la expansión del halloween ha sido global, y ha hecho que esta festividad pierda sus orígenes espirituales y distorsione su simbolismo.
Para algunos, el halloween ahora se ve como un fecha meramente lucrativa que combina el terror con el entretenimiento, cuando, en sus orígenes, celebraba el equinoccio de otoño que es cuando la naturaleza brinda sus últimos frutos del año antes de sumirse en la oscuridad y el frío del invierno.
El Día de Muertos sigue representando la guía, el alimento y la honra a los difuntos; para algunas culturas indígenas, como la maya, es la bienvenida de sus fallecidos en conexión con la naturaleza: en la ofrenda se incorpora la tierra, el agua, el fuego y el aire.
Más que percibir como una amenaza la incorporación de elementos del halloween en nuestra cultura, podemos reflexionar en el valor de ambas expresiones, reconociendo que su fusión es el enriquecimiento de nuestra conciencia colectiva y la percepción que tenemos sobre la muerte. Podemos conservar nuestros rituales sin negarle la apertura a otros.
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