Felizmente, no vivimos en una monarquía. Ni siquiera en una monarquía constitucional, como algunas de esas de las de ahora, en las cuales el rey o la reina son solamente costosísimos objetos decorativos que duran, duran y duran, hasta que son reemplazados por otros de la misma marca, procedentes de la misma fábrica, pero que tampoco sirven para nada. Bueno, son casi como la mayoría de...