El carnaval político

Camadas de todos colores y sonidos

Con quién van a bailar este año

Disputa por el inicio del festejo

Desde un cerro que domina el valle de Tlaxcala, las primas Sábila, Malinche y Xóchil miran cómo va dándose cita una infinidad de camadas de huehues, todos los colores y sonidos están presentes, lo que hace inquirir a la Xóchil: ¿Se adelantó el carnaval? ¿Esto representa los 6 millones de inversión?

Quién sabe, responde la Malinche, pero señala que a pesar de que muchas camadas van con indumentaria diferente y bailan ritmos distintos, pueden identificarse algunas relaciones, por ejemplo, si ven con atención en el brazo de muchos de ellos hay un listón de color: amarillo, azul o rojo, como para reconocer quienes son los amigos y enemigos.

La Sábila apunta que más que enemigos habría que decir adversarios, porque de alguna manera están todos juntos, bailan juntos y se embriagan juntos, lo que quiere decir que a pesar de sus diferencias comparten el mismo terreno o como dijera algún filósofo tlaxcalteca: todos caben en la misma pocilga.

La Xóchil, aunque se le ha dicho que no lo haga, repite la conducta de señalar con el dedo y gritar: miren esas camadas que vienen por el norte, traen el distintivo azul, o sea que son de la misma porqueriza. Es de llamar la atención porque los banderines dejan claro que no son más de tres y una de ellas es la dominante. 

De las tres camadas, la más grande hay que mirarla no sólo porque  van descalzos, sino porque todas visten de una amplia gama de azul: azul violeta, azul cadete, azul aciano, azul oscuro, azul pizarra, azul cielo, azul capota, añil, azul real, azul acero, azul turquesa, azul Zahuapan, azul Tepehitec, etcétera. 

Las mujeres llevan el mando de tres camadas

Otro elemento a destacar de esas tres camadas es que las mujeres son las que llevan el mando. Ellas señalan los tiempos y los ritmos en los que han de tocar los músicos y entrar  los danzantes. Se nota que se desplazan con cierto temor porque el terreno no les parece muy dominado, aunque tuvieron seis años para acostumbrarse. Han de temer que les ocurra un accidente del que no puedan recuperarse para la competencia.

La Malinche escucha el diálogo entre dos danzantes: ¿Por fin te vas a decidir a bailar con nosotras o vas a seguir haciéndole  al cuento de que estás con nosotras, pero estás con los de enfrente? Recuerda que a partir de este año cada oveja con su pareja. La aludida responde: ¡Ya te dije que ustedes son las que están más cerca de mi corazón, pero de algo tiene que vivir mi familia y no puedo bailar con los tres colores, pero a los tres los llevo en el alma, el primero porque de ahí salió la lana para el traje, el segundo porque me dio la oportunidad de bailar, el tercero porque me aceptó como hija prodiga, pero los rojitos ya me volvieron a dar chamba, así que tengo que hacer como que bailo con todos, mientras me acomodo y un día de estos los tres colores decidan hacerme reina del carnaval.

De una camada pequeña de los azules surge un grito: ¡Ahora nos toca bailar a nosotros, aunque ya no somos fantásticos todavía tenemos fuerza! Quién sabe de dónde sale volando una chancla que le da en el hocico al reclamante, a quien no le queda más que taparse la boca y cobijarse con sus compañeros.

La Xóchil grita emocionada: miren esos huehues, todos vienen furiosos, como queriendo peliar, aunque ya sabemos que es pura pantomima, porque así son los del sur, primero echan la bronca para ver si alguien se asusta y si no lo logran terminan diciendo que sólo era para ver qué sacan.

Son una gran cantidad de camadas, pero la mayor parte son pequeñas. Éstas llevan como distintivo el color amarillo y la cara negra. Ellos bailan con fuerza y manejan algunos instrumentos que impresionan, sobre todo porque es la forma de sembrar temor y con eso de que usan el carnaval para delimitar sus  zonas de influencia del negocio carnal.

Un grupo chiquito vocifera: nosotros somos los de mayor tradición y, por tanto, nos toca comenzar el baile. Los otros les responden que ni maiz paloma, que depende del número de integrantes que traiga cada camada. Ninguna de las camadas se distingue de las otras, pero le piden a la gente que aplaudan para ver cuál comienza. 

La gente ni los pela y les grita que dejen de peliar y se pongan a bailar, que para eso les pagan y es que la mayor parte de ellos acude siempre al pueblo para pedir la coperacha a fin de pagar la música, y aunque les pagan cada presentación, cada uno de los danzantes se queda con la lana.

Uno de los que va al frente de una camada amarilla le reclama al pueblo ahí reunido: ustedes no son quien para definir el orden del baile, nosotros somos los que tenemos el conocimiento, la experiencia, porque ya fuimos bailarines en el Palacio de Gobierno, ya fuimos bailarines en el Congreso de  la Unión y ahora estamos bailando al Congreso del estado. Así que se callan y aceptan el orden que hemos acordado.

Les ruegan a las personas que no se vayan

Cuando el que habla ve que la gente se va alejando del lugar que tienen asignado para bailar, dice: disculpen, era una broma, lo único que queremos es que ustedes acepten el orden que ya pusimos y si no les gusta pues lo cambiamos, pero no se vayan porque si no el gobierno del estado no nos va a dar nuestros apoyos para continuar haciéndole a la camada.

Un chaparrito, sin que se le pregunte, informa que ellos son de la camada Fundestac–Prodecon, de la cual se sienten muy agradecidos porque gracias a los patrocinios que han recibido de esas dos damas han podido comprar su indumentaria y ahorrar para pagar la música en vivo, no que los otros llevan música grabada.

La Malinche le llama la atención que esta camada en particular lleve en el brazo dos listones y no uno como los otros. Es que por cada danza nos ponemos un listón y a veces bailamos con los azules y a veces bailamos con los amarillos, y hasta hemos bailado con los rojos, les informa el chaparrito.

Pero no son los únicos que llevan en el brazo más de un color, señala la Sábila, ahí tienen ese grupo de bailarines con trajes como de bufones, arlequines o chocarreros, ya que tienen una franja amarilla, otra azul y una roja, y se ven bonitos porque están adornados con figuras de Cacaxtla. Son los grupos llamados mestizos porque bailan con quien les pague.

Ese otro grupo de jóvenes se ve muy modosito, muy moderno. Hasta parece que tiene quien les lave y les planche porque va muy almidonado. Comentan que esa camada está formada por puros foráneos, son hijos de los dueños de algunas camadas que los mandaron a estudiar en academias de fuera y ahora regresan queriendo ocupar la posición de sus papis: son los hijos de la guayaba, por la novela de Miguel ene Lira.

¿Ustedes de dónde vienen?, pregunta la Xóchil a una camada que llama la atención por su vestimenta, ya que más que huehues parecen limosneros. Nosotros no venimos, sino vamos al Registro Agrario, le responden.

En eso, los jueces tocan el pito y piden atención. Llaman a los representantes de cada uno de los grupos y se oyen gritos: ¡Que vaya Martha Elena!, ordenan desde un extremo. ¡Por nosotros que vaya Marco Antonio!, reviran del otro lado. ¡Ahí les mandamos a Rogelio!, gritan desde el fondo. Uno de los jueces les dice: si no se ponen de acuerdo vamos a mandarles a uno de los Velásquez.

La Sábila se queda pensando: ¡Qué extraño, pero parece que retrocedemos en el tiempo! Son los mismos bailes, la misma indumentaria y lo único que cambia son los patrocinadores. Antes los propios huehues se hacían cargo de su indumentaria y de la música, ahora los tiene que patrocinar el gobierno, alguna fundación y sobre todo muchos padrinazgos o madrinazgos que llevan los mismos apellidos de los hacendados o sus capataces hace 50 años: Cisneros, Mena, Velásquez, Bretón, González, etcétera.