Un mismo mundo

Con argumentos más propios de la ciencia ficción que de la realidad en que vivimos, se ha dado por llamar “mundo paralelo”, “otra realidad” o simplemente “burbuja” a aquello que ocurre en el diverso mundo de internet.  Estas definiciones se usan lo mismo para idealizar que para demonizar lo que fluye en el ámbito de las redes sociales.

Cuando la internet comenzó a socializarse, se hablaba de un espacio libre y casi perfecto. Las mieles duraron poco aunque, dicho sea de paso, eran también pocos los que accedían en comparación con quienes tienen acceso hoy en día. Muchos de los primeros pobladores de la red accedieron a las primeras interacciones en la red con nicknames o alias que ocultaban el verdadero nombre. Aparte del correo electrónico, el boom de internet se dio en gran medida por las capacidades lúdicas y por la posibilidad de ocultar y mostrar facetas de nuestra personalidad.

Ahora, gran parte de nuestra actividad en la red lleva el sello de nuestro nombre propio y en muchos casos de una imagen que nos asocia con nosotros mismos. Las redes que generamos tienen que ver mayoritariamente con nuestro entorno inmediato, de manera que esa “vida virtual” no es sino un reflejo de la “vida tangible” adaptando los códigos de siempre, como el lenguaje, a nuevos espacios. Ya es de todos sabido que un simple seudónimo no protege de la persecución ni de las amenazas. En ese sentido, lamentablemente se van sumando los casos de tuiteros desaparecidos o en peligro (sin cursivas “tuiteros” porque la RAE acaba de aceptar el término).

El problema es que por inasibles, por relativamente nuevas, porque ahora son muchos los que descubren sus limitaciones o sus posibilidades; los políticos se ponen tensos y pretenden regular las redes sociales desde la ignorancia del espacio sociotécnico en que ocurren. Por una parte, forman parte de un todo conectado, pero por otro, las dinámicas sociales obligan a replantearse no sólo la legislación, que es lo que más parece preocuparles, sino también la asimilación y la hibridación con una sociedad que les lleva mucha ventaja y que ha sabido sacar provecho de estas plataformas de interacción de forma creativa e intuitiva. Frente a su pasmo, optan por su vieja táctica favorita: la represión.