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Octubre negro

Por: Guillermo Aragón Loranca

2012-10-09 04:00:00

En la historia mundial contemporánea, hay meses que tienen una fuerte carga histórica por los acontecimientos que en ellos se desarrollaron, quedando marcados con letras rojas en el calendario. En el caso de este mes, hay por los menos dos acontecimientos que son continuamente rescatados de la desmemoria o de la amnesia deliberada de los aparatos de Estado.

El primero de ellos, no podía ser otro que el 2 de octubre y la matanza impune de cientos de ciudadanos mexicanos a manos del Ejército, los cuerpos policíacos y los grupos paramilitares del gobierno del PRI, que ahora se apresta a regresar al poder, jurando que ha cambiado y que ahora es “un nuevo PRI”. A 44 años de la masacre, cuyos responsables siguen impunes, la memoria colectiva se renueva, recuerda y revive las demandas de los estudiantes y obreros a favor de un México más democrático y justo, en un contexto en el que la violenta imposición del modelo económico neoliberal sigue cobrando vidas inocentes de miles de mexicanos. En este nuevo contexto, al evocar el 2 de octubre, no puede dejar de pensarse en la sangrienta represión a los campesinos de Atenco a manos del candidato impuesto por las televisoras, quien se justificó diciendo que se trataba de “restablecer el orden”, cuando en realidad fue su gobierno quien rompió el orden legal al pretender despojar a los ejidatarios de sus tierras en nombre de un proyecto neoliberal que dejaría a la clase en el poder jugosas ganancias.

Tlaltelolco y Atenco son dos muestras de la tónica que va a seguir el Ejecutivo y su partido, al lado del desmantelamiento de la nación: que Pemex se abra a los capitales privados (internacionales, claro); que la reforma laboral favorezca a las patrones y a los sindicatos charros y anule las conquistas laborales; que el combate al narcotráfico se “colombianice” y lo dirijan asesores extranjeros; que la mediocracia se fortalezca protegiendo los monopolios. En este sentido, el mejor tributo a los caídos en Tlaltelolco es no sólo recordarlos, sino organizarse y luchar como ellos.

La otra fecha importante para el Continente Latinoamericano, es la muerte de Ernesto Che Guevara, en la quebrada del Yuro, Bolivia, el 8 de octubre de 1967, cuando fue asesinado estando prisionero y herido después de caer en manos del ejército boliviano dirigido por asesores yanquis. En cuanto a su legado para las luchas latinoamericanas, independientemente de la pertinencia y validez de la lucha armada y la estrategia de guerra de guerrillas que propugnaba, la vigencia de su pensamiento no es sólo el análisis de la situación latinoamericana sumida en la desigualdad, la injusticia y la corrupción favorecidas y fomentadas por el capitalismo, sino también y, sobre todo, su conciencia de que la revolución no podía hacerse sin un cambio profundo de los seres humanos: quien pretendiera ser revolucionario no sólo debía empuñar el fusil, sino ante todo debía luchar contra su egoísmo y su individualismo para ser capaz de construir una sociedad diferente; no basta con cambiar las estructuras de la sociedad, si este cambio no va acompañado de un cambio profundo de la conciencia. El camino es aún largo.

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