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Música para sanar el alma colectiva

Por: Manuel Ramos Negrete

2012-05-25 04:00:00

Hace algunos años, en temporada electoral, como varias que me han tocado vivir, hacía música popular en un conocido lugar del centro de Tlaxcala y conviviendo con los parroquianos me topé con el equipo de campaña de uno de los candidatos a diputado, al final de la segunda tanda de sones cubanos, el equipo de campaña nos invitó a su mesa para departir en una charla que hoy recuerdo por las siguientes razones.

El más animado de la comitiva de campaña insistía en que deberíamos votar por su candidato mis colegas músicos y yo. La mayoría asintió quizás porque fuese a dejar de invitar los tragos, otros en automático y allí al calor de la charla le pedí que me convenciera del por qué debería sumar mi voto a su líder.

Las razones que él increpaba con fervor casi guadalupano eran: vamos a mejorar las calles, más alumbrado público, mejorar el servicio de agua y catastro, entre otras por el estilo, a lo que respondí realmente indignado: pero eso es un servicio público básico y de promoción obligatoria, tan solo necesita un personal que se haga cargo del mantenimiento y buen funcionamiento, y no veo que sus propuestas tengan un impacto en la vida y mejoramiento de nuestro entorno social (palabras más, palabras menos).

El líder de mesa me viró ya con la cara roja: que eso se haría si los músicos como yo pagáramos impuestos y dejásemos de vivir de a gorra, no sé cómo, pero tranquilamente le expliqué que los músicos como yo, sí pagamos impuestos, mira, le dije, yo doy clases en universidades privadas y públicas y allí deben pagarme a cambio de entregar un recibo de honorarios en el cual se especifica que debo pagar poco más del 30 por ciento de lo que cobro por servicio profesional, en otras ocasiones si voy a tocar en una fiesta me piden también recibos de honorarios o factura y, por supuesto, si no quiero perder una entradita debo contar con estos menesteres, y lo que siguió realmente lo comenté con furor: y si a esto sumamos las compras en tiendas departamentales y propias de mi oficio (compra de micrófonos, cables, bocinas, etc.), donde por default se agrega al precio del producto el IVA, bueno, pues allí está mi contribución. Por supuesto dejó de invitar tragos y se despidieron rápidamente.

De esta charla traté de dilucidar por qué esta actitud e idea del aspirante a representante popular hacia los músicos. La respuesta a la que llegué fue: no tenemos educación musical, en el más amplio de los sentidos. Si analizamos qué pasa con las clases de música (o bien arte) en la educación básica, tanto en escuelas públicas como privadas, nos encontramos que la mayoría de los encargados de esta clase son músicos sin ninguna formación especializada en pedagogía musical, y como me pasó hace años también en el caso de la escuela pública, la plaza se otorga a quien la compre, compradores que por supuesto no saben de música más que lo que escuchan en la radio y de vez en vez aprenderse una rolita en la ducha, esto en el mejor de los casos si el susodicho tiene actitud, luego el panorama de la escuela privada tampoco es mejor, quizás allí sí llegan los músicos formados, pero resulta ser un instrumentista concertista que metido en su mundo de interpretación presta muy poca atención a los procesos de aprendizaje de los niños, y esto, por supuesto, deja un rescoldo social conflictivo, tanto en la escuela pública como en la privada de nuestra formación musical colectiva.

Pregunta para todos aquellos que aspiran a ser representantes populares: ¿por qué mejorar nuestra educación musical? La respuesta la comento y expongo siempre que puedo: aprendemos diversidad musical y social. ¿Cómo? Piense en que su hijo esté expuesto a diversas expresiones musicales que en muchos sentidos reflejan nuestro entorno: cumbia (sincretismo e identidad musical), rock (expresión nueva y cosmopolita), música orquestal (gran paleta de timbres), música de banda del norte y sur de nuestro país, música norteñita, huapangos y todo esto nos brinda un entendimiento de la diversidad de nuestro país y aprendemos a no mirarlo sólo con el lente de la “tolerancia” , entender a los otros mejorará nuestra convivencia social, de eso estoy seguro. Así que les propongo una dosis de mucha música para sanar nuestra alma colectiva.

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