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México y el tránsito de Venus

Por: Yassir Zárate Méndez

2012-06-22 04:00:00

Hace un par de semanas fuimos testigos de un espectáculo extraordinario: el llamado tránsito de Venus. En términos sencillos, un tránsito es el paso aparente de un planeta frente a una estrella en torno a la cual orbita, en nuestro caso, el Sol.

La posición de la Tierra dentro del Sistema Solar, nuestro vecindario cósmico, nos permite apreciar cómo Mercurio y Venus eclipsan al Sol, ya que esa es otra forma de entender a un tránsito, como un eclipse, sólo que a diferencia de los lunares y solares, debido a la distancia que nos separa de Mercurio y Venus, cuando esos dos planetas pasan entre nosotros y nuestra estrella, se ven apenas como una pequeña mancha.

Un viaje a Baja California

Durante el periodo novohispano, varios sabios ilustrados registraron el tránsito de Venus ocurrido el 3 de junio de 1769. Está documentado que Antonio de Alzate y José Ignacio Bartolache levantaron información en la ciudad de México.

Además, el astrónomo francés Jean Baptiste Chappe d’Auteroche obtuvo un permiso del gobierno virreinal para realizar observaciones en la península de Baja California; el científico galo ya había hecho mediciones del tránsito de 1761 en Siberia.

Las autoridades novohispanas atendieron la petición, pero pidieron al también abate que fuera acompañado por dos astrónomos españoles: Vicente de Doz y Salvador de Medina, además de un grupo de auxiliares.

La expedición salió de la capital del virreinato rumbo al puerto de San Blas, en el actual estado de Nayarit; atravesaron el Mar de Cortés y se instalaron en San José del Cabo, en lo que ahora es Baja California Sur.

El viaje generó datos muy valiosos, aunque quedó marcada por la fatalidad, ya que los astrónomos y varios de los sirvientes que los acompañaron fallecieron unas semanas más tarde, víctimas de una epidemia.

Mejor suerte corrió Joaquín Velázquez de León, fundador del Colegio de Minería, antecedente de la actual Facultad de Ingeniería de la UNAM, un astrónomo e ingeniero de minas quien para realizar sus observaciones se ubicó en la Sierra de la Laguna en Baja California Sur, en el punto llamado el Real de Santa Ana, poblado que ya no existe.

La información recabada en ambos viajes a la actual Baja California Sur permitió establecer la longitud de la península y mejorar significativamente la calidad de mapas y cartas marítimas.

Covarrubias y compañía: la expedición a Japón

Un ejemplo del tesón y de la voluntad de los científicos mexicanos lo representa la expedición encabezada por Francisco Díaz Covarrubias, para observar el tránsito de Venus de 1874.

A pesar de la precaria situación que enfrentaba el país, que se reponía lentamente de los estragos de intervención francesa, el presidente Sebastián Lerdo de Tejada, a través del Ministerio de Fomento, financió el viaje de los investigadores Francisco Jiménez, Manuel Fernández Leal, Agustín Barroso, así como del cronista Francisco Bulnes, todos liderados por Díaz Covarrubias.

Tras una auténtica odisea, los científicos se establecieron en Yokohama, donde efectuaron observaciones, mismas que fueron las primeras en ser publicadas de todas las expediciones que concurrieron en Japón.

La necesidad de la ciencia

El gesto de Lerdo de Tejada pinta a un mandatario que comprendió la necesidad de impulsar a la ciencia. La llegada de Porfirio Díaz al poder significó un paulatino impulso a esta actividad. El torbellino revolucionario acabó con esos esbozos, pero una vez institucionalizada la Revolución, escasearon los proyectos para echar las bases de un sistema científico nacional.

La creación del Conacyt no ha servido del todo para catapultar a la ciencia hecha en México, palanca indispensable para el crecimiento del país y para lograr la autonomía tecnológica.

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