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La feria; que 20 años no es nada

Por: Raúl Jiménez Guillén

2012-10-24 04:00:00

En 1982, la Feria–Exposición Nacional Tlaxcala llega a la mayoría de edad, pero como dicen que no hay quinto malo, el presidente del patronato llegaba a la quinta edición al frente de ella. El rio Zahuapan se había comenzado a canalizar para “convertirlo en navegable” y muchos de los afectados  estaban molestos.

Tulio Hernández Gómez, el gobernador, se había reunido con ellos días antes de la feria para decirles “que todos los que resulten afectados por el proyecto turístico que se está iniciando serán permutados o si lo prefieren serán indemnizados”. Ya se había construido el muro de contención del lado de la feria.

Al frente de la clase política gobernante se encontraban personajes que eran muy cercanos a la bohemia y el espectáculo, lo que había llevado a convertir a la Viridiana de Luis Buñuel en la primera dama: Silvia Pinal había pasado a ocupar la presidencia del DIF en lugar de Margarita del Valle Arizpe.

A ello se agregaba la presencia de muchos de los sobrinos de don Emilio Sánchez Piedras, quienes  habían sido convertidos, por obra y gracia de su tío, en funcionarios públicos y que todavía se encontraban como funcionarios de primer nivel y que daban lustre a la vida alegre de la feria. Joaquín Cisneros Fernández era el presidente del patronato.

La familia revolucionaria se mantenía unida y la definición del programa de la feria incorporaba a todas las dependencias públicas y, lógicamente, a los empresarios instalados en Tlaxcala, ya que el atractivo principal lo constituía el Pabellón Industrial. La universidad de Tlaxcala organizaba, en el teatro del Seguro Social, una temporada con grupos de las universidades de Guadalajara, Chihuahua y Guanajuato.

Tomás Munive era el titular de la Secretaría de Educación Pública del Estado (SEPE) y  don Cuco (Refugio Esparza), ex gobernador de Aguascalientes, tenía la delegación de la SEP. La SEPE, a través de la Dirección de Cultura, Recreación y Deporte, participaba activamente en la feria y había convocado a la segunda edición del concurso de ofrendas que se exponían en Los Portales.

El ambiente político estaba animado porque apenas el 17 de octubre se habían realizado elecciones en 19 de los 44 ayuntamientos que formaban la entidad y el PRI sólo había perdido tres municipios: Papalotla fue ganado, por primera vez, por la izquierda con el Partido Socialista Unificado de México (PSUM), el PAN repetía en Cuaxomulco y el PPS en Tepetitla de Lardizábal.

En el ámbito educativo se presentaban algunos problemas, días antes las estudiantes habían tomado la instalaciones de la Normal de Panotla y poco después el departamento de Odontología de la UAT se declaró en huelga, sin que hubiera relación entre uno y otro evento, pero la clase política respondía con espíritu de cuerpo.

Como había ocurrido con el décimo aniversario, para esta ocasión se esperaba la visita del presidente de la República, José López Portillo, quien se anunciaba haría la inauguración formal de la feria de los tlaxcaltecas el 28 de octubre, pero tampoco llegó al recinto ferial, ya que se había organizado la primera corrida de toros en su honor y desde la plaza hizo el lanzamiento.

El día que el presidente de la República llega a Tlaxcala, las fuerzas vivas del PRI publican el desplegado: “Los tlaxcaltecas agrupados en las organizaciones que constituyen los tres sectores… con la fuerza política y la autoridad moral que tenemos como conglomerado social mayoritario de esta ciudad, queremos hacer saber a quienes escudándose en la defensa de los intereses de un grupo estudiantil, por respetable que sea, que para nosotros el interés general de nuestra comunidad está por encima de cualquier interés individual”.

La plaza de toros estaba a reventar, pero parecía un funeral, ya que la presencia del primer mandatario de la nación inhibía cualquier expresión emotiva, aunque no falta quien hiciera estallar un cohete que le valió la reprimenda del Estado Mayor Presidencial. Los toreros Eloy Cavazos, Curro Rivera y Manolo Arruza se lucieron con seis toros de Mimiahuapan.

Joaquín Cisneros había anticipado: “La feria de esta ciudad seguirá siendo un atractivo para propios y extraños  y por otra parte brindará la oportunidad de que cada vez se observe el adelanto en todos los niveles que nuestra entidad va logrando”. El presidente del patronato había organizado varios eventos populares a efecto de que la población, al pagar su boleto de entrada, pudiera disfrutarlos, lo que significaba una erogación de más menos 70 mil pesos diarios para pagar a los cilindreros, la banda zacatecana, el mariachi, los payasos y los grupos de los bailes populares.

La elección de la Flor Tlaxcalteca, los concursos y el baile de inicio de feria dejaron de ser organizados por la clase media alta de la entidad y habían sido concesionados. El de la celebración del vigésimo aniversario se anunció como batucada–baile siendo amenizado por tres grupos de medio pelo: el grupo Hola de Óscar Rivas, Charlestón Show y Royal Class.

La paellada se había convertido en el punto de reunión de la clase política, si alguien quería ser visto, reconocido o promovido tenía que hacer acto de presencia, no estar ahí significaba que se había pasado al ostracismo o todavía no se llegaba a ser considerado dentro de “la familia revolucionaria”. El evento no se anunciaba en el programa de la feria, ni en los periódicos locales, pero todo mundo sabía el día y la hora en que se realizaba.

Para quienes tenían dinero y podían pagar, la noche era para el  palenque y escuchar a dos artistas por un mismo boleto: Carmen Salinas, Dalia Inés, Cruz Infante, Risa Gloria Cagayán, Beatriz Adriana, Emmanuel, Viviana, María de Lourdes, Vicente Fernández, Perla Leduc, Yuri, Pomponio y Kikaro, Toño Zamora, Olga Breskin, Rafael Vargas y Denis de Kalaffe eran los de moda.

Uno de los sitios más promocionados era la pulquería “El Triunfo de la Palmas”, sobre todo porque el gobernador era aficionado al pulque y había inventado su propia bebida que ofrecía al visitante, aquel famoso “verde con verde” –aguamiel con vodka. La  pulcata era atendida personalmente por Manuel Sánchez Armas, quien diariamente expedía alrededor de 400 litros de neutle.

Tlaxcala contaba con una población de 556 mil 597 habitantes, de los que 277 mil 476 eran hombres y 279 mil 121 mujeres. La Población Económicamente Activa era de 174 mil 965 personas, de las que el primer lugar lo ocupaba la agricultura con 65 mil 906, luego le seguían los artesanos y obreros con 42 mil 13, según el Inegi que por esos días había hecho públicos los resultados del Censo de 1982.

Al cumplir los 10 y los  20 años la feria, Tlaxcala fue visitada por el presidente de la República, pero en ninguna de las dos ocasiones estuvo en el centro de exposiciones, porque entre inauguración y reconocimientos que se le hacían terminaban en un evento personalísimo en el que  no tenía  nada que ver el pueblo. Pero como dice el tango de Le Pera y Gardel: “Que veinte años no es nada, que febril la mirada errante en las sombras te busca y te nombra. Vivir, con el alma aferrada a un dulce recuerdo, que lloro otra vez”.

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