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El nuevo rostro del PRI o cuando las víboras cambian de piel

Por: Francisco Corona Pérez

2012-07-19 04:00:00

Quisiera hablar sobre el resultado de las pasadas elecciones presidenciales, pero de alguna forma me envuelve el mismo sentimiento de desilusión, engaño, burla y desprecio que ya viví en 1988, año en el que, al igual que muchos jóvenes hoy, me incorporé con ánimo ciudadano a mi primera participación como elector; y aun cuando en ese entonces yo apoyaba al ingeniero Heberto Castillo, ejercí mi voto útil a favor de Cuauhtémoc Cárdenas (CC), sin embargo, escuché, al ese entonces, a ¡Manuel Bartlett Díaz!, secretario de Gobernación, --sí, el mismo que hoy, 20 años después, convenientemente alejado del PRI, participó junto al movimiento ciudadano encabezado por AMLO y su república amorosa-- anunciar la caída del sistema y que Carlos Salinas de Gortari sería el nuevo presidente de México.

Luego, seis años más tarde, en 1994, año convulsionado entre otras cosas por la irrupción zapatista en Chiapas, con ánimo renovado y con la promesa de casi pertenecer al primer mundo acudía útilmente a ejercer mi voto útil en apoyo nuevamente de CC. En esos días se iniciaba la lucha en los medios televisivos y el rostro adusto de CC fue opacado en los debates por la elocuencia y la verborrea del abogado panista Diego Fernández de Cevallos, el que, sin embargo, pactó con el PRI para que ganara Ernesto Zedillo, luego de la “inoportuna” muerte del candidato Colosio, historia narrada en el inexistente libro que no pudo citar EPN en la FIL de Guadalajara.

Así llegué a 2000, año en el que con ánimo ciudadano debilitado por las previas experiencias de derrotas consecutivas, cancelé mi voto, ya que si no pudo a la primera ni a la segunda, consideré que una tercera ya era demasiado, así que por esa vez no apoyé a CC.

Y es que tampoco sucumbí al canto de las sirenas foxistas, me parecía absurdo votar por la derecha. No se trataba de cambiar por cambiar. De sacar al PRI para dejar entrar a la extrema derecha. Votar por el PAN en un país de miserables, era para mí no tener conciencia histórica, sobre todo cuando en otros países los candidatos de izquierda estaban arribando al poder, como Lula en Brasil. Sin embargo, ganó Fox.

En 2006, ya para qué les cuento, esa historia que se sintetiza en el 0.56 por ciento de diferencia ya ustedes la tienen más cercana, sólo recordaría que totalmente alejado de los escenarios de esplendor en los que se daba la toma de posesión del nuevo presidente en nuestro país, vi por televisión la unción del mínimo Felipito (no el de Mafalda), ser nombrado presidente de México en un ambiente que tal vez anunciaba la característica distintiva de su gobierno, más parecida al arribo del poder a través de un golpe militar que de una elección democrática. Tiempo después los miles de muertos, lo confirmarían.

En este 2012 ya no quiero decir nada, por lo menos en este momento, porque sí hay mucha tela de dónde cortar. Pienso que se ha derramado y se derramará inútilmente un mar de tinta por tratar de entender qué es lo que aún falta por hacer para poder tener en nuestro país procesos electorales que den un mínimo de certeza al ciudadano de que su voto es respetado, pues esto no ha sido así. Por lo menos yo no lo he visto, no he sido testigo de ello.

No sé si a ustedes, jóvenes que integran la generación ninis o #YoSoy132, les toque dar testimonio de ello. Tal vez a mis hijos o a los hijos de mis hijos les toque la cristalización de ese sueño democrático largamente anhelado, que pueda hacer de éste un país más justo y democrático. Lo único que les puedo comentar en estos momentos es que he visto algunos videos y puedo decir que a mi país aún le falta mucho por hacer para construir una democracia verdadera ("Sólo los ciegos no pueden ver". http://www.youtube.com/watch?v=fx7uM7c-sAE&feature=related).

Pero bueno, perdón por el exabrupto, yo les dije que no quería hablar de lo que pasó en las elecciones recientes, porque después de tratar de limpiar el cochinero habrán de concluir las autoridades electorales que, al igual que en 2006, se rompieron las reglas, pero nomás tantito, y luego del reconteo voto por voto, casilla por casilla, el resultado será el mismo: “El licenciado Peña Nieto será nombrado presidente electo y a partir del primero de diciembre será el próximo presidente de México”. Palabras textuales de Felipe de Jesús del Sagrado Corazón Calderón, minutos después de ser dados a conocer los resultados del conteo rápido. Apenas dos horas después de cerradas las casillas.

Ahora sí, quiero referirme en esta ocasión a lo que se ha dado por llamar: El nuevo rostro del PRI, el cual de acuerdo a lo que he escuchado en la radio, es un PRI  “diferente”, es un PRI  “renovado”, un PRI “ejemplo de unidad”, un PRI “nacional”. Casi con poder arranca grasa, mejorado y con más ingredientes activos, es decir, me suena a producto de supermercado.

Ni siquiera con nueva envoltura, porque, precisamente, una de las razones que motivó el repudio de los jóvenes del #YoSoy132 hacia EPN fue escuchar las mismas palabras de Gustavo Díaz Ordaz luego de la masacre del 68: “Yo ordené el uso de la fuerza pública y me responsabilizo de ello porque era necesario recuperar la paz en Tlatelolco (en Atenco)”.

Es el mismo PRI que dio personajes tan siniestros como Fidel Velázquez, patriarca vitalicio de la CTM, quien sólo porque murió si no aún estaría al frente de los obreros mexicanos, igualito que la “maestra” Elba Esther Gordillo al frente de la SEP, perdón, del SNTE, y es que ¿acaso también ya olvidamos que antes que ella estuvo Carlos Jonguitud Barrios en ese mismo sindicato?

Pero no, hoy me dicen que es un nuevo PRI y sigo viendo viejos rostros conocidos. Está ahí el góber precioso Mario Marín (acusado de encubrir pederastas), como antes estuvo Mario Villanueva (pugnando condena en cárceles estadounidenses ya que aquí no fue juzgado por sus nexos con el narcotráfico), o a los descendientes del ínclito Carlos Hank González, viejo político fundador del grupo Atlacomulco y de quien seguramente EPN, ya como nuevo presidente de México, no dudo, mandará a poner en letras de oro su frase que define a la política y a los políticos de México: “un político pobre, es un pobre político”.

Ahí están: Manlio Fabio Beltrones, Pedro Joaquín Codwell, Beatriz Paredes, Ulises Ruiz, Fidel Herrera, el dos veces ganador de la Lotería Nacional, ahí está Humberto Roque Villanueva y su famosísima roqueseñal con la que celebró el aumento al IVA y con la que dejó en claro la acción del PRIAN sobre el pueblo de México: “ya nos los cogimos”.

Ahí sigue Salinas, el innombrable. Ahí están: Tomás Yarrington, Manuel Cavazos, Arturo Montiel (el que decía que los derechos eran para los humanos, no para las ratas), Humberto Moreira y sus 36 mil millones, el maratonista Roberto Madrazo, y un largo etcétera de ilustres mexicanos que muestran claramente el camino por el cual se puede transitar de político a millonario.

Este “nuevo” PRI para decirlo en pocas palabras es un mito genial, es parte de lo que en el críptico lenguaje de la tecnocracia neoliberal instaurado por Salinas -fundador del  liberalismo social- es “política ficción”. Es decir, es una mentira más del discurso político mexicano basado en el engaño. En esa añeja costumbre de gobernar con la mentira.

El supuesto “nuevo” PRI en qué se puede diferenciar del anterior, si en él se encuentran los mismos personajes de ayer, los mismos discursos huecos, las mismas trapacerías, los mismos mecanismos de cooptación del voto y de lucrar con la miseria, ya sea a través de monederos electrónicos o de sombrillas con la imagen del candidato, con dinero en efectivo o bultos de cemento.

El verdadero cambio del PRI se dio hace más de 20 años, cuando este partido dio paso al surgimiento del PRD, pero cómo se preguntará el lector. Sólo les preguntaría: dónde estaba Cuauhtémoc Cárdenas hasta antes de la fundación del PRD (que coincide con la verdadera refundación del PRI, creo yo), dónde militó el mismo AMLO antes de encabezar el anhelo ciudadano del cambio verdadero, de dónde salieron Manuel Camacho, Marcelo Ebrard, Porfirio Muñoz Ledo, y muchos otros que hoy se han refugiado en el PRD.

Es ese el pecado original que mancha a la también nueva izquierda mexicana y ahí están hoy Manuel Bartlett y Arturo Núñez para confirmarlo, el gen priista que todo perredista lleva dentro.

En Tlaxcala esto ha sido más que evidente, ¿de dónde surgieron ASA, HIOO, Minerva, Lorena, Martha?

Es el mismo PRI vestido de azul o amarillo. El problema para los priistas es que su partido es una marca posicionada en el mercado electoral que no puede renovarse sin cambiar sus siglas o sus colores: verde, blanco y rojo como mi bandera. Entonces cómo hablar de un nuevo PRI luego de más de 80 años de permear el subconsciente colectivo del electorado mexicano, con las mismas acciones, discursos  y personajes que le han conferido su forma y razón de ser.

El PRI mutó en otro partido de acuerdo a la lógica histórica de su paso por el Partido Nacional Revolucionario (PNR, 1928-1938) al Partido de la Revolución Mexicana (PRM,1938-1946), para finalmente configurar en el Partido Revolucionario Institucional (PRI, 1946-1988) la institucionalización de los principios de la Revolución Mexicana, éste debió ser como una respuesta a los nuevos tiempos de la sociedad mexicana, de ahí la creación, en 1988, del PRD ya que si una nueva revolución necesitaba el país era la Revolución Democrática.

Los otros, los que se quedaron en el viejo PRI y que son los que ganaron las recientes elecciones, son los que acertadamente alguien calificó no como un partido, sino como una asociación delictuosa. Finalmente uno se preguntaría: y la izquierda ¿quién, dónde, cuándo?

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