Casa de cristal

La semana pasada, Mariano González Zarur convocó a los ciudadanos a “entablar el diálogo y la negociación para llegar a acuerdos que permitan el camino y tránsito adecuado para el desarrollo de Tlaxcala”. También aseguró que la principal “causa de su administración es Tlaxcala y los tlaxcaltecas”.

De ser esto cierto, al constituir las mujeres más de la mitad de la población, la vigencia plena de nuestros derechos, en especial vivir libres de violencia, es la causa de quien asume la titularidad del Poder Ejecutivo, más allá de pretender que con el acostumbrado asistencialismo que destina despensas y apoyos que en nada transforman nuestras condiciones ni nos posicionan como sujetas de derechos, esperaríamos que entonces se sentaran las bases para el desarrollo de capacidades con un enfoque de cambio social, uno en el que la tolerancia, la equidad, la igualdad y la inclusión sean posibles.

El diálogo necesariamente trae consigo convergencias y divergencias, y la negociación la habilidad para estar unidos en torno de lo que nos identifica, sin que el hecho de hacer una crítica constructiva y propositiva por parte de la ciudadanía signifique un ataque a la “casa de cristal”.

Todos y todas merecemos vivir en una mejor sociedad, mejores ciudadanos forzosamente nos brindarán mejores autoridades.

Por ejemplo, ahora la problemática de la trata de personas es reconocida y se están realizando algunas acciones, que si bien significan un avance no se miran como contundentes. Decir que se nos ha estigmatizado porque a algunos paisanos los detuvieron por padrotes es impropio y suponiendo, sin conceder, que el problema de trata de personas es proporcionalmente menor que en otros estados dada la magnitud de nuestro territorio, sería tanto como asumir ese dicho de que mal de muchos consuelo de tontos. Es necesario mirar desde otra perspectiva este problema, y no el que argumenta que la prostitución sea el oficio más viejo del mundo, nada tiene que ver con una sociedad que ha alentado la cosificación y desprecio por las mujeres; así como la aspiración de niños y jóvenes de convertirse en padrotes como proyecto de vida. Es necesario que los hombres se  reeduquen e involucren en la promoción de la equidad de género en la casa de cristal.