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Cambio de timón

Por: Alfonso Sánchez Anaya

2012-06-22 04:00:00

El tema de la pobreza, como muchos otros que son tocados recientemente de forma un tanto superficial, es sumamente complejo: implica diversos conceptos y formas de medición no siempre coincidentes y que por lo mismo dan lugar a múltiples reflexiones. La historia de la pobreza es tan vieja como la historia del hombre, pero a pesar de ello, ha habido pocas soluciones y muchas discusiones.

A pesar de lo anterior creo que vale la pena rescatar algunas aportaciones que existen sobre el tema, así como de los diferentes enfoques y metodologías para su medición. El asunto es de tomar en cuenta, en especial en tiempos electorales, si vemos la relación que persiste entre la política y el verdadero combate a la pobreza. Dentro de dichas aportaciones hay una en especial que considero digna no sólo de mención sino de una reflexión por parte de cada uno de nosotros.

Julio Boltvinik, profesor e investigador de El Colegio de México, sostiene que los términos de pobreza y pobre están asociados a un estado de necesidad y carencia, pero para ocuparse del tema y encontrar soluciones resulta imperativo recurrir a la medición del problema para un mejor diagnóstico, ya que resolver el problema ha dejado de ser un imperativo moral para convertirse en un imperativo económico, en un mundo en que las naciones deben competir.

En una visión integral y diferente, se entiende a la pobreza como un proceso multidimensional en el que el bienestar de los hogares y las personas depende de seis fuentes. Las tres primeras son el ingreso corriente, los activos no básicos y la capacidad de endeudamiento, así como el patrimonio familiar son expresables en términos monetarios y constituyen recursos económicos privados. La cuarta, el acceso a bienes y servicios gratuitos representan recursos económicos públicos llamado también salario social y por último, toma en cuenta el tiempo, tanto el  libre como el que se requiere para el trabajo doméstico, la educación, el reposo y el conocimiento que tienen sus propias unidades de medida: recursos humanos y el propio tiempo.

En función de ello, el Método de Medición Integrada de la Pobreza (MMIP) además del ingreso de los hogares y de las personas, considera la educación, el acceso a servicios de salud y seguridad social, las características de la vivienda y los requerimientos de tiempo para estudiar, descansar, para el cuidado personal y el tiempo libre.

A través de esta visión ampliada no sólo es posible una medición más adecuada de la pobreza, sino permite que su combate se enfoque no nada más en cuestiones meramente económicas sino en aquellas que fortalezcan, lo que él denomina florecimiento humano como el desarrollo de las fuerzas esenciales a través no sólo de la satisfacción de necesidades, sino de la aplicación de capacidades.

Resultaría ocioso contradecir tal teoría porque en los hechos todos somos testigos de cómo esa falta en el desarrollo de las capacidades humanas se ha traducido en frustración, temor, apatía e incluso violencia.

No debemos dejar pasar la oportunidad de medir la pobreza a partir de estos indicadores y lograr un combate eficaz e integral que medido en estos términos afecta ya no a un cierto grupo de la población, sino a una real mayoría que necesita de la aplicación de políticas públicas de corte universal.

Visto de esta forma, la pobreza no sólo se reduce a un estado de necesidad económica, sino hace evidente e impostergable un cambio de timón que implique el diseño de políticas públicas basadas en la interacción entre necesidades y capacidades con planteamientos con visión de mediano y largo plazo.

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