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Futbol mexicano: los cambios que habría que hacer

Por: Horacio Reiba

2012-01-16

No hay país donde se respete al futbol y al
aficionado donde al final de cada liga no
asciendan y desciendan varios equipos

Empezó el Clausura 2012, el tedio nuevamente entre nosotros, su clientela cautiva. Primera respuesta: unos despoblados e inhóspitos. La emoción del retorno ya sólo existe en las portadas de los deportivos –de algo tienen que vivir– y el impostado griterío de los telelocutores, que ya no convence ni a los niños pequeños. El futbol mexicano cada vez más cerca de convertirse en su propia parodia.

Pero si las parodias mueven a risa, el futbol es más serio de lo que parece. Durante tres o cuatro generaciones, los avatares del juego del hombre–Ángel Fernández dixit– promovieron adhesiones y aversiones no por simbólicas menos inquebrantables, depararon horas de esparcimientos y desilusiones democráticamente compartidos, nos convirtieron en vicarios expertos con la fuerza de legiones de partidos y repeticiones, y consolidaron algo muy semejante a una cultura futbolística, si no comparable a las de países líderes en la materia –argentinos, brasileños, ingleses, españoles, italianos, donde el futbol ha alcanzado niveles de psicodrama social, debate filosófico, especialidad antropológica, literatura...–, sí muy considerable y consistente. Diría el sociólogo ocasional que el fut sólo puede ser lo que es el país, y por tanto, que su degradación corre pareja a la del neoliberalismo. Pero qué tal si le volteamos la observación: para revertir el naufragio que acecha, empecemos por arreglar sus manifestaciones más simples, que no por ello son las más superficiales.

 

Minitorneos, trampa mortal

 

Ya no hay equipos, sólo camisetas (a reserva de lo que disponga Nike). Si un equipo es un ente dotado de la mínima consistencia, detrás debe existir un proyecto futbolístico, y es imprescindible planear y mantener un plantel y una dirección técnica determinados; en otras palabras, hay que volver a la liga (a dos vueltas todos contra todos) y limitar el trasvase incesante de jugadores. No hay país verdaderamente futbolero que no lo haga así, y si la plaga empezó en Argentina, allá por los primeros 90, Argentina lo ha pagado con un protagonismo internacional cada vez más débil. Ellos, al menos, son país exportador; nosotros tenemos que conformarnos con ver circular jugadores de un club a otro a velocidad de vértigo ¿Qué sentido de pertenencia en el profesional, de identificación en el aficionado, puede darse en tales circunstancias? Y conste que ya aparecieron otras dos palabras aparentemente vacuas –pertenencia, identidad– cuyo olvido explica en sí mismo lo que está pasando con nuestro futbol.

Muerte a los minitorneos debiera ser una consigna clave. Lo dicen, a veces en público, hasta los mismos protagonistas del juego.

 

Más cantera y menos extranjeros

 

A los dueños y directivos actuales les ha dado por pensaren el vivero como un gasto inútil en los únicos términos al alcance de su codicia, centrados en la utilidad inmediata, cuando la aritmética elemental seguramente exhibiría lo contrario: que es esa compulsión por contratar gente nueva lo que realmente desangra sus bolsillos, con resultados casi siempre miserables. Jorge Vergara será un pésimo ejemplo en diversos rubros, pero su habilidad comercial está fuera de duda; y ahí lo tienen, basando su proyecto en revivir la legendaria cantera chiva, que fue lo que hace sesenta años construyó al campeonísimo, con su cauda de multiplicados y fervorosos fanáticos.

El Guadalajara ilustra mejor que nadie las ventajas de la cantera propia. En cambio, la abusiva contratación de extranjeros es paraíso del traficante de piernas pero infierno del dirigente sumiso y desinformado. A cambio de una Copa Sudamericana que el Pachuca ganó con nada menos que ocho extranjeros en su alineación, el incesante flujo de foráneos es causa fundamental de la acelerada mediocrización de nuestro futbol. Urge volver al límite de tres nacidos fuera de México por equipo. Era la ley en la época en que jugaron aquí los extranjeros de mayor clase y prosapia. Y habría que imponer como condición para contratar importados que hayan pasado recientemente por sus respectivas selecciones nacionales. Y entonces sí, a ver cómo se las arreglaban las mafias de agentes, entrenadores y jugadores habituados a contratarse en paquete.

 

Retorno del descenso automático

 

Lo mismo: no hay país donde se respete al futbol y alaficionado donde al final de cada liga no asciendan y desciendan varios equipos. En cambio, la adopción del cociente que opera en México viaja en sentido contrario: consagra la mediocridad, gestiona la autocomplacencia y concede segundas oportunidades al inepto. Tan genial ocurrencia fue de los directivos –primero en Argentina, enseguida en México– que no estaban dispuestos a jugarse inversión y prestigio al precio de hacer las cosas bien, y prefirieron turnar esa papa caliente al recién ascendido. Que si en tierras pamperas es de tres clubes por año –como en casi todo el mundo–, aquí, timoramente, sigue siendo de un solo infortunado.

Pero si queremos superar la crisis galopante de nuestro futbol habrá que fajarse los pantalones y regresar al descenso automático. Que sería premio en el caso de Primera A. premio o castigo doble, pues se impone un mínimo de dos ascensos y descensos para acercarnos al menos a la norma internacional.

 

Multipropiedad, fraude tolerado

 

Esta singularidad del futbol nuestro –futbol de compadresy comparsas, obediente a los dictados de la televisión– desaparecería con solo aplicar la vigente legislación de la FIFA. No hacen falta argumentos intrincados para entender que tan mexicano procedimiento adultera cualquier pretensión de credibilidad, así se trate de un torneo entre equipos de barrio. La FIFA dice que lo tolera porque “hasta hoy ningún club mexicano se ha quejado”, como esa expresión de sometimiento bastara para hacer lícita la flagrante irregularidad.

Una vez más, la burla va dirigida contra la lógica y contra el aficionado.

 

Fuera gobiernos

 

Otro lastre, muy costoso en términos monetarios,lo representa la injerencia creciente del dinero de los gobiernos estatales en el futbol profesional. En buena lógica y en estricta democracia, tendría que prohibirse. Entre otras cosas, porque las televisoras lo están utilizando en beneficio propio, a cambio de promover al estado o al mandatario correspondiente, en una más de las prácticas viciosas que explican la debacle y miseria de nuestro futbol.

 

Urge cambiarlo todo

 

Numerosos etcéteras habría que agregar a las desviaciones enlistadas –la pérdida de verdaderos narradores de partidos y de una crítica auténtica y bien fundamentada, activa en todo país futbolísticamente significado, por ejemplo–. Forman una montaña al parecer indestructible, pues ha sido erigida por el poder y el dinero, valores supremos de la época. Pero precisamente ahí está su talón de Aquiles: tan bajo puede rodar el aún muy lucrativo negocio que quizá no esté lejos el momento en que dejaría de serlo.

Si los interesados lo meditan a profundidad –y tienen todas las evidencias en la mano–, existe la esperanza de que emprendan el giro de 160 grados que se requiere. Mismo que quedó sucintamente esbozado en esta columna.

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