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Del mundial callejero a la fecha FIFA

Por: Horacio Reiba

2012-10-15 04:00:00

El miércoles, la Agencia Antidopaje de los Estados Unidos (USADA) publicó el informe más completo que hasta la fecha se conoce en relación con esa lacra invencible del deporte profesional. Y su reporte condena a Lance Armstrong, ganador por siete veces consecutivas (1999–2005) del Tour de Francia. Enfrentados al hecho de que el heptacampeón nunca dio positivo en los controles de rutina, los investigadores hicieron una minuciosa reconstrucción de la historia clínica del célebre pedalista tejano –alguna vez enfermo de cáncer– y de las prácticas médicas comunes del equipo US Postal al que pertenecía; ampliada la indagación a numerosos miembros del equipo, la mayoría retirados, se pudo reconstruir la trama de un muy sofisticado plan de dopaje sistematizado por especialistas –a varios de los cuales también se les tomó declaración–, las conclusiones del reporte son prácticamente incontrovertibles.

Tal vez por eso USADA lo tituló Decisión Fundamentada. Consta de más de mil páginas e incluye 26 testimonios, incluidos los de 15 ciclistas conectados con el US Postal o el propio Armstrong.  Ahora, la Unión Ciclista Internacional (UCI) tiene un plazo de 21 días para pronunciarse. Y es más que probable que le sean retirados a Armstrong los siete títulos que de manera tan chapucera conquistó.

Mención aparte merece el trabajo a profundidad de USADA. Aunque no deja de ser una paradoja que este organismo opere con dinero público en el país cuyos deportes profesionales se han opuesto más tenazmente al control e incluso a la prohibición al consumo de estimulantes por parte de sus atletas (el beis y el futbol americano a la cabeza). Y además, suena muy injusto que sea el ciclismo –deporte de pobres por sus orígenes y por su propia lógica– vuelva a servir de cabeza de turco, cuando es evidente que absolutamente todos los deportes profesionales recurren al dopaje en mayor o menor medida. Puede afirmarse que deportistas, clubes e incluso federaciones cuentan hoy día con especialistas en burlar los controles oficiales y dotar a sus competidores de programas ilegales para aumentar artificialmente su rendimiento. Y merecería la pena que la ejemplar investigación sobre Lance Armstrong fuera asumida e imitada por las federaciones de cada ramo, encargadas de regir la actividad deportiva mundial, empezando desde luego por el Comité Olímpico Internacional y la FIFA.

La X Copa de los sinhogar. La mayoría crecieron a la deriva, cayeron desde edad temprana al pozo de las adicciones, nunca tuvieron educación formal y se ganan la vida en la calle, lo cual garantiza que en su mayoría conocieran de primera mano los horrores de la cárcel, la extorsión policial y os abusos sexuales. Ellos han sido los protagonistas –mujeres y hombres– de la X Copa del Mundo para personas sin Hogar celebrada en estos días en la Ciudad de México, donde representaciones de 35 países –de los 73 que están inscritos a la organización Homeless Football World– disputaron, en un ambiente de franca camaradería, la competencia internacional más singular que se conoce, donde el futbol aporta su universal lenguaje a la convivencialidad y sirve para dotar de proyección humana a vidas carentes antes de sentido, como revelan estudios sobre innumerables historias personales, felizmente abocadas a la dignificación individual y colectiva.

La iniciativa partió de un ciudadano escocés –Mel Young– y un austriaco –Harold Schmied–, quienes pensaron que la popularidad sin fronteras del futbol podía contribuir a ayudar a los más excluidos de los excluidos a encontrar su lugar en el mundo. Sus trabajos empezaron a tomar cuerpo en 2003, con la celebración en Graz, Austria, de su primer torneo internacional, que aglutinó equipos de doce distintos países. Desde entonces, la copa se ha celebrado anualmente en 10 ocasiones, seis en Europa (Graz, Gotemburgo, Edimburgo, Copenhague, Milán y París), dos en América (Río y México DF), una en África (Ciudad del Cabo) y una en Oceanía (Melburne). Se juega en cancha reducida entre dos equipos de siete elementos (cuatro en el campo y tres para recambio) y los breves partidos constan de dos tiempos de 7 minutos. El hecho de que se juegue en espacios callejeros –canchas de 22 por 16 metros– encierra un simbolismo expandido: remite al hogar de los hogar, pero también a los orígenes de casi cualquier futbolista, profesional o no: todos hemos jugado alguna vez en la calle… y si hoy eso ya casi no sucede, más que de “desarrollo urbano” habría que hablar de pérdida irreparable.

La X Copa del Mundo para Personas sin Hogar concluyó ayer en la capital de nuestro país. Y las dos selecciones mexicanas –ellas y ellos– tuvieron un desempeño sobresaliente entre los 35 países participantes (de 73 que están inscritos en la organización). Usted puede consultar en La Jornada nacional desde resultados puntuales hasta entrevistas con numerosos deportistas callejeros. Un tributo de admiración a este singular certamen, promotor de la unión de jóvenes ubicados en el nivel de pobreza más bajo de las diversas urbes de los cinco continentes. Sin importar procedencias ni marcadores, es claro que en esta iniciativa, ajena por completo a la FIFA, confluyen dos elementos frecuentemente distanciados entre sí: la nobleza de intenciones y la eficacia de resultados.  

Balón cuadrado. La célebre definición, aplicada por el genio de Manuel Seyde al futbol que se practica en el área de Concacaf, cobró plena vigencia el viernes, en Houston, donde una peregrina selección de Guyana “recibía” al Tri dentro de la eliminatoria zonal premundialista. Si alabanza irrestricta merecen los encuentros callejeros de la Homeless World, poquísima consideración hay que tener con la infame cáscara disputada por aztecas y guyanos. Mediado el segundo tiempo de aquel torneo de incompetencias, el escaso cónclave, formado mayoritariamente por chicanos, irrumpió en abucheos y reproches a tirios y troyanos, con el “Chicharito” como su blanco predilecto: no era para menos, el tapatío enseñó a las claras por qué el Manchester quiere deshacerse de él a brevedad. Y todavía tienen cara los telemerolicos para, agarrándose del grotesco tiro al negro de los 12 últimos minutos, cuando goles y autogoles a cual más charro dieran forma al escandaloso un 5–0 final, ponerse a cantar las glorias del Chepo y sus valientes. Visto y oído lo cual llegó el momento de apagar la tele y entregarse a actividades más provechosas.

Messi y Falcao. Quienes, en cambio, justificaron plenamente sus blasones fueron los dos sudamericanos que encabezan las listas de goleo en España y de la admiración más encendida en todo el mundo. En Barranquilla, Paraguay contuvo el huracán colombiano hasta que Radamel Falcao dijo presente. Es decir, hasta que el “Tigre” de Santa Marta y del Atlético decidió tomar las cosas por su cuenta, y descartando defensores a base de giros y regates de felino se plantó por dos veces delante de Diego Barreto, el arquero guaraní: en la primera cruzó su remate en busca del ángulo alto, duro y recto para no fallar (’52); en la segunda, salió del recorte al último central con un giro, y cuando Barreto se tiró al piso buscando tapar su remate simplemente elevó un globito grácil y burlón sobre su cuerpo (’88). Con ese 2–0, Colombia asumía el liderato en la eliminatoria sudamericana camino de Brasil 2014.

Pero a las pocas horas, y luego que Ecuador afianzara el tercer puesto pasando 3–1 sobre Chile en Quito, tocaba turno a la Argentina de Messi. Igual que Paraguay, Uruguay aguantó el 0–0 hasta los 20 del segundo tiempo. Poco antes, Lugano había chocado duramente con Romero, el arquero che, en uno de sus alevosos desbordes de bravura. Entonces Messi decidió que había que tomar cartas en el asunto y en la jugada siguiente, algo inhabitual en él, casi le hace la circuncisión con la suela de su bota derecha al rudo capitán de los celestes, que tuvo que dejar el partido. Un minuto después, el propio Lio Messi batía por primera vez a Muslera, barriéndose ante su salida para desviar suavemente a gol el venenoso centro de Di María, a quien había habilitado (’65). Una perfecta triangulación entre Lio, Di María y Agüero, rematada a bocajarro por el “Kun”, trajo el 2–0 a los 74. Y a los 79, el delirio: Messi lanza una falta desde el borde del área perforando a la barrera… ¡por abajo!: mientras los defensores saltaban para cubrir un posible tiro bombeado, el capitán albiceleste hizo pasar el balón por el espacio que dejaron entre sus tacos y el pasto del estadio Islas Malvinas, de Mendoza, que alcanzó entonces el máximo de ebullición.

Con el 3–0 final, Argentina asumía el liderato absoluto. Lo de Uruguay, preocupante: empezó la eliminatoria a tambor batiente y lleva tres fechas coleccionando goleadas.

Sin novedad en Europa. Muchos goles pero muy poco que contar: como se esperaba, los grandes (España, Alemania, Italia, Holanda, Inglaterra…) salieron avante y los innominados (Bielorrusia, Eire, Armenia, San Marino, Andorra…) siguen hundidos. Sólo Rusia contrarió relativamente el pronóstico para someter a Portugal, que deja Moscú bajo el peso de un 1–0 preocupante para Cristiano y los suyos. El local convirtió de penalti a los 6’, y de ahí en más dedicaría sus mejores esfuerzos a un eficaz ejercicio defensivo. A los lusos, impotentes, poco a poco les fue ganando la desesperación.

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