2013-06-14 04:00:00
El mundo actual parece conspirar contra la confianza.
Zygmunt Bauman: en Amor Líquido.
Creer es un acto espinoso,
tiene que ver con la fe,
esa sobada virtud que vendió las almas
a dioses y a tiranos.
Es volar a la tierra ignota de la confianza
porque, dado algún antecedente
(tal y como la educación sentimental)
aparece inscrito en las neuronas
que digitalizan los abrazos
y en las que abrazalizan
los dedos que un día no quisieron amanecer
pegados al gatillo.
Aunque el creer también resulta
de confecciones teóricas.
En ellas, tras denodadas pruebas,
se afirma que sí, que uno se entretiene
mandando y pidiendo abrazos,
así sea mediante postales melosas,
juegos de palabras
y temblores en la epiglotis
para que el ¡gulp! no interrumpa
ese bocado de merengue.
Aún más, la confianza
de quienes esquivan, evaden
y desean en el delirio
eliminar los pilares de la soledad,
significa predicar con el ejemplo
y (sin aviso previo)
mandar abrazos envirulados,
a ver si pegan...
En cambio, desde otras neuronas espías,
a la fe se la controla –dirían las abuelas:
casi con mala leche–,
mirando con espanto,
a la orilla de las fosas comunes,
el áspero beso de la injusticia.
Ver para creer:
ambas confianzas son posibles
en la sociedad esquiza del capitalismo
real y sentimentalmente
contra existente.
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