2012-03-22 04:00:00
La semana pasada, en el marco de las celebraciones con motivo del 15 aniversario de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la UAP, presentamos formalmente nuestra revista académica Metacomunicación. La revista, de periodicidad semestral, pretende ser un espacio de reflexión y debate en el ámbito de la comunicación y las ciencias sociales, tan necesarios en el mundo académico actual. La presentación corrió a cargo de la doctora Marta Rizo García, destacada investigadora en el ámbito de la comunicación y docente de vocación. Durante su intervención, nos dio un panorama sobre las revistas académicas –en sus palabras, “órganos académicos de transmisión de conocimiento”–, en específico aquellas dedicadas a la comunicación. La viñeta no es tan alentadora como parece. Primero que nada, el número de publicaciones de este tipo a nivel América Latina especializadas en ámbitos de comunicación es sumamente reducido: son un total de 19, según datos que extrajo del portal de Redalyc. Si este número lo comparamos con el de las carreras existentes de la misma disciplina en nuestro país –372 según información del Consejo Nacional para la Enseñanza y la Investigación de las Ciencias de la Comunicación para 2005–, vemos que poco se hace de investigación y menos se publica. Si a ello le sumamos que la inmensa mayoría de las carreras de comunicación se encuentran en universidades privadas que no tienen presupuestos para investigación –ni ganas, o vocación para hacerlo, dicho sea de paso– pues es terrible, no sólo para la comunicación, sino para todas las demás disciplinas. Al final lo que interesa es impactar a un mercado laboral deprimido que cada vez demanda más profesionistas, más pronto, mal calificados y, por tanto, con sueldos más paupérrimos. Quizá de ahí la importancia de contar con productos de este tipo en nuestra Facultad, que es pública y que necesariamente ha de estar vinculada al trabajo con la sociedad que bien puede ser cubierto desde la investigación.
En torno a las revistas académicas he escuchado de todo. Empezando con que el paso de una revista a la red le quitará seriedad. Bueno, al igual que Rizo, considero que ello no es más que una resistencia a la maravilla que representa el mundo digital. Muestra de ello es que nos han consultado desde lugares tan remotos como Rusia o Bélgica; no obstante, es justo aclarar varios puntos. Primero que nada, el que esté publicada en internet no le quita seriedad a la revista, pero indudablemente tampoco se la da; el que tenga muchos hits –entradas– no implica que esté siendo consultada en todo el amplio sentido de la palabra y mucho menos que en verdad esté generando un impacto en la investigación, en la currícula o en la cátedra. Lo que es más, podría estar perjudicando todo el sentido de las publicaciones académicas al banalizar el ejercicio editorial que inicia con la investigación y termina con ella. El arbitraje, principalmente basado en el modelo de par ciego –el que dos dictaminadores ajenos entre sí y el autor de un artículo puedan revisar el mismo y dar un veredicto–, dota de una herramienta fundamental a las revistas académicas, pese a lo largo y tedioso que se vuelve el proceso de edición. Se podría argumentar que ello anquilosa la producción y el impacto de nuevas investigaciones en la universidad… No me lo parece, pues un académico serio, una vez conocidos los tiempos, trabaja en consecuencia. No obstante, mucho más daño se espera de una publicación cuyos laxos procedimientos permiten que cualquier cosa –literalmente cualquiera– se publique. Nosotros contamos con el sistema y por tanto, nuestra periodicidad es semestral. Por otro lado, la existencia de índices especializados en publicaciones académicas hace que exista la posibilidad de contar con parámetros claros para certificar –con todo el riesgo de caer en las superficialidades que la palabra implica– la seriedad de las revistas aceptadas. Quizá el más famoso es el de Redalyc que elabora la Universidad Autónoma del Estado de México; está también Latindex, elaborado por la UNAM; de igual manera, el índice de revistas mexicanas de investigación de Conacyt, uno de los más exigentes, pues puede otorgar recursos una vez que certifica a la revista –por cierto, ahí está la revista Andamios de investigación social de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, de la que Marta Rizo fue directora– lo que para muchos podría resultar nimio; así y todo, Conacyt no deja de ser referente en calidad académica, no sólo en los posgrados, sino también en cuanto a su apoyo a la productividad representada por las publicaciones.
La revista Metacomunicación surge como una propuesta editorial académica multidisciplinaria comprometida con la ciencia, la investigación y el servicio a la sociedad. Pretendemos que sea también una puerta para que nuestros estudiantes entren a la investigación y practiquen la difusión de la ciencia en una de sus posibles vertientes, lo que indudablemente habrá de integrarlos en una suerte de cultura investigativa que poco a poco se ha ido diluyendo estos días entre soeces colecciones de puntitos para obtener recursos y formatos anquilosados. Al contrario, la investigación es una forma de vida de la que todos nos podemos beneficiar a través de una amplia gama de posibilidades que sólo puede ser limitada por la falta de imaginación.
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