2013-02-15 04:00:00
Bueno, el diagnóstico de tus padecimientos,
lo conoces: cansancio, tensión,
desacuerdo de tu cuerpo
con lo que vive a fuerzas...
Pero yo no hago diagnósticos
pronostico: si la poesía fuera milagrosa
(y a veces, cada milenio, lo es)
las quemaduras en tus ojos
se quitarían con la palabra bendita: pestañas,
la irritación en el paladar y la lengua
se irían con el archisabido: te quiero,
las manchas en la piel que rodea la niña de tus ojos
pasarían a sentir un gozoso cosquilleo
cuando leyeras aquí encontraron el punto g...
Aunque no, la poesía no es curandera,
es una caja de Pandora:
relata, cuando se abre,
las calamidades del mundo;
los curas en mi infancia decían que esas eran:
el mundo, el demonio y la carne,
precisamente para ocultarnos
que las calamidades son muy otras:
el inframundo de las Bolsas Globales
que se comen salud y pensiones;
el dios del poder que era el oro,
luego el dólar, ya mero el euro era;
y hoy es la bioquímica y la petroquímica juntas.
Y la abstinencia fue enemiga del cuerpo sin controles,
la carnita buena, pues, señor cura…
El cuerpo que manda no como dios manda
sino a su modo, con quejiditos,
lagrimones, suspiros y a veces estornudos
que no predicen gripa, sino que aconsejan:
recuerda a aquel poeta que no curaba ni a una mosca
y que mataba el tiempo divirtiendo a la luna
hasta que esta se dormía como un lirón:
profundamente y con la cabeza abajo
y la cola arriba que es la forma de poner
este mundo al revés; que, entre nosotros
significa enderezarlo.
Y, entonces, con este recetario
de palabras inentendibles,
si no curados, sí sanos,
por lo menos hasta la próxima.
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