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López Austin, segunda entrega

Por: Israel León O’farrill

2012-03-29 04:00:00

Hace apenas dos semnas publiqué un artículo dedicado a Alfredo López Austín, investigador y docente de lo mesoamericano. Magro homenaje hice en aquella ocasión, pues alcancé a delinear unos trazos de su trabajo publicado; igualmente, apenas y pude comenzar a expresar las implicaciones de su aporte a la docencia. Ahora hablaré de su calidad humana, aspecto fundamental. He de decir que mi labor en la enseñanza, lo mismo que mi convicción y vocación en el aula, siempre han estado marcadas por maestros de mi pasado. Sin embargo, Alfredo me invita a verlo como mi influencia a futuro. Con ello quiero decir que, aun cuando termine mi doctorado, siempre será la referencia indudable de lo que deseo ser en adelante: una excelente combinación de académico, con investigador y ser humano, tan sencillo como suena... sencillo, pero conlleva una complejidad tal que pocos son los profesores que lo logran. Ello es resultado de que conforme pasa el tiempo, un profesor–investigador, si realmente realiza su labor, jamás deja de estudiar, y por supuesto, de aprender; igualmente, se renueva constantemente; a la par, adquiere, gracias al conocimiento, calidad humana, pues el conocimiento puede traer empatía y la necesidad perenne de colaborar a la solución de problemas... ahí radica por qué hay pocos como Alfredo. La veneración que profesamos sus estudiantes es producto de su innegable aporte a la ciencia, lo mismo que de su cercanía. Son innumerables los profesores que se cuelgan títulos y cursos como trofeos de guerra y que abren la boca a la menor provocación para declararse “conocedores” y generalmente exhiben pedantería, ridiculez, estulticia... ¡Vamos, hasta cantinflean! La mesura y seriedad de Alfredo y su profundo compromiso con su tarea es lo que lo coloca como modelo a seguir. En entrevista con la revista Ex Novo comentó lo siguiente a cuento de la docencia: “La investigación científica no puede estar dirigida exclusivamente a un número reducido de colegas eruditos. La ciencia es un medio para el desarrollo del bienestar y la dignidad humanos, y sus propósitos se cumplen cuando sus beneficios tangibles e intangibles se distribuyen eficazmente en un amplio radio y a través del tiempo, de generación en generación”.

Por otro lado, docente que no tiene contacto con los estudiantes, jóvenes o menos jóvenes desecha el sentido de lo importante y se extravía en la insensatez de su propia cátedra. Y este asunto es una labor de tiempo completo que incluso lleva a que Alfredo tarde media hora en llegar a su oficina después de clase, pues es cuestionado por ávidos estudiantes a los que hay que responder. Obviamente esta labor se extiende a personas que nada tienen que ver con el entorno académico, como sucedió hace unas semanas cuando Jaime López Blanco, que trabaja en la radio comunitaria de Tlaxcalancingo, en Puebla, Axocotzin Radio, decidió entrevistar a Alfredo. No medió contacto alguno; Jaime le llamó, él contestó y acordaron una cita para una entrevista telefónica para hablar sobre el parecer de Alfredo sobre la reforma al artículo 24 constitucional. Su postura es de defensa de las conquistas de la democracia en nuestro país, que aunque “mínima, está siendo bombardeada por todas partes. Si una jerarquía eclesiástica quiere bombardearla más hay que defendernos... va usted a encontrar a muchísimos católicos que tienen un profundo sentido democrático”, comentó en la entrevista. Hoy existen numerosos académicos que tienen espacios mediáticos y que, por ese simple hecho, cobran una barbaridad para dictar una conferencia o se rehúsan a dar entrevistas para no perjudicar su imagen pública o su espacio. Son “rockstars”, ya no académicos.

Por otro lado, algo que me produce un sentimiento de profundo respeto es la relación que lleva con uno de sus hijos, Leonardo, que es con quien ha publicado varios trabajos y por lo mismo, he escuchado de él. Ignoro por completo las relaciones de familia de Alfredo cosa que es nor-

mal pues no está divulgándola al primero que le pregunte; sin embargo, me parece fenomenal la manera en que Alfredo alude al trabajo de su hijo, con respeto y rigor, como si se tratara de un colega suyo o de alguno de los teóricos o maestros que siempre cita en su curso. Cada quien tiene su espacio académico y su producción; cada quien se ha dedicado a consolidarlo a su manera y con sus ritmos. En el artículo anterior detallé los textos producto de esta colaboración.

Como lo comenté en la primera entrega, Alfredo también tiene un sentido de lo social que trasciende el aula misma. Se ha manifestado a favor del Estado laico, del respeto a los pueblos indígena por parte del poder y de la sociedad en general. y es un aguerrido defensor de la Universidad. Para Ex Novo dijo: “La educación superior no es una mercancía que da al comprador el derecho individual de hacer con ella lo que le venga en gana; es un bien de carácter social que debe formar lazos de correspondencias, de retribuciones”. Como vemos, Alfredo es un académico completo en todos los sentidos, pero quizá lo más valioso son su calidad humana y su compromiso con el entorno, bienes sumamente escasos en el mundo de hoy. Es tiempo de homenajes, que por cierto no agradan a Alfredo... ni modo, éste es uno más de los que le esperan y tendrá que aceptarlos, pues son bien merecidos.

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