Sólo por una semana y hasta donde me enteré, en una sola sala, se pudo ver el documental en tercera dimensión La Cueva de los Sueños Olvidados (2011), del director alemán Werner Herzog, en Puebla. El documento presenta el interior de una cueva en Francia denominada Chauvet –en honor a uno de los exploradores que la descubrió– plagada de pinturas rupestres que datan de hace 32 mil años y restos óseos de animales de la misma época. Supongo que habrá más de uno que diga “¿y eso qué?”. Bueno, si todavía se pregunta eso, quiere decir que en verdad se ha creído todo aquello que han construido las múltiples religiones para explicar el origen del mundo y que generalmente se da a través de un dedo divino que todo lo produce y en épocas ciertamente no tan remotas –para algunos 3 mil años; para otros 5 mil. Las pinturas en Chauvet son las más antiguas encontradas hasta el momento, ya que de otros sitios son de 10 mil a 15 mil años. Como se ve, estaríamos modificando ciertas cronologías e interpretaciones de la todavía llamada prehistoria, término que deriva de la idea de que la historia existe a partir de su registro en algún tipo de código escrito, un instrumento que dé forma a la memoria de la cultura; no estoy nada de acuerdo con esta idea, pues aquí se observa el registro de una interpretación de la realidad por parte de un grupo social que lo hizo para poder controlarla; de igual manera, lo dejó ahí para poder recordarla y repetir los rituales… eso es registro, eso es historia, aunque no esté representado en caracteres, glifos o runas. Sin embargo, el interés por el sitio no es sólo arqueológico, paleontológico o histórico; también existe un interés geológico, biológico, espeleológico, mineralógico e indudablemente, artístico y cultural. Una cueva como esta nos puede dar toneladas de información para entender el pasado, la evolución y nuestro presente… infortunadamente para nosotros, simples mortales –pero eso sí, deseosos de conocer semejantes portentos–, el lugar está cerrado. Sólo pueden ingresar investigadores que han superado rigurosos controles académicos y de seguridad. La preservación del espacio es la norma a seguir desde el primer momento en que se inició su estudio.
El mismo que preguntó “¿y eso qué?” es el que se quejará de que no lo dejen entrar pues verá la cueva como si se tratara de un parque de diversiones o de un estadio de futbol; lo cierto es que la cueva estuvo encapsulada perfectamente por espacio de 20 mil años aproximadamente hasta que un grupo de aficionados espeleólogos encabezados por Jean Michel Chauvet encontraron una pequeña corriente de aire desde un hueco y se abrieron paso hasta toparse con la cueva. Al parecer un risco enorme cayó sobre la entrada hace miles de años y la selló por completo, congelando el tiempo en su interior. En el momento en que la cueva tiene contacto con entes que transportan elementos del mundo exterior, empieza a cambiar e indudablemente a deteriorarse. Por eso, el ignaro del que hablamos no podría entrar. Los especialistas saben de lo que hablan pues tuvieron que cerrar precisamente Lascaux debido a que la respiración de los visitantes estaba produciendo que una capa de moho empezara a cubrir las pinturas y a dañarlas. Algo similar sucedió en Palenque, Chiapas, cuando se tuvo que cerrar al público la tumba de Pakal, pues el cambio constante de densidad estaba alterando la temperatura, humedad y otros factores dentro de la cámara y la estaba destruyendo. El gobierno francés entendió que había que explorar e investigar el lugar, pero había que hacerlo en temporadas sumamente estrictas y con pocas personas a la vez para no alterar los ya de por sí precarios equilibrios al interior del lugar.
Precisamente ahí es donde entra la importancia del documental de Herzog, en que nos ha permitido a un puñado de afortunados presenciar a detalle las maravillas ahí contenidas. Incluso, gracias a la tecnología 3D, podemos percibir volúmenes, espacios, densidades… casi podemos sentir que estamos dentro la misma cueva. El efecto se logra en verdad y a momentos sentimos la opresión de la cueva e incluso los latidos de las personas que participan en el documental. Sumado a ello, la música es un excelente complemento, pues ayuda a recrear la atmósfera cavernaria. Bien por nosotros que pudimos entrar en comunión con Herzog, la cueva y los investigadores; pero ¿qué sucede con toda la gente que no tuvo la oportunidad de ver la película, pues sólo estuvo tan corto tiempo? Seguirán felices siendo ignorantes de semejantes maravillas. Es decir, la vida no se detiene si una persona no sabe de Chauvet, no es de vida o muerte; pero sí es fundamental a nivel social pues ayuda mucho tener sensibilidad sobre las obras del hombre para también respetar la vida misma. Se vale llorar frente al televisor viendo una telenovela o exaltarnos el domingo en la justa deportiva de nuestra predilección; pero también emocionarnos por un prodigio como el de la cueva de Chauvet. Herzog realiza cine y ahora divulga ciencia, conocimiento… Su humanidad ha trascendido ya la ficción y se instala a un lado de los grandes documentalistas que ha dado el cine. Uno de los arqueólogos especializados en estudios de cultura que aparece en la película ve en las pinturas de la cueva un claro ejercicio de memoria por parte de esos seres humanos… lo mismo, dice, es esta película: es un ejercicio memorístico que la modernidad hoy nos permite.
http://israelleon.wordpress.com