2013-01-31 04:00:00
Le dicen poesía migratoria
y van solas por rieles, carreteras,
veredas y vientos;
aparentan no tener otra relación entre ellas
que la de descubrirse como flores,
bellezas indocumentadas
del doloroso paso de una ausencia
a otra ausencia.
1
Flores
que cantan en el desierto:
tu voz es una amapolita cortada al amanecer.
Las mastico hasta ver tus ojos
que me pispiretean
y me rascan el bajo costillar,
así que dejo de ser
el pobre venadito asado de la canción,
despedazado en filetes de dolor,
soy un venado revivido
que rumia
-si es que no se dijera paladea-
la hierba olorosa de tus serranías.
2
Soñarte con los ojos abiertos
desde la pecera
en que me ahogo,
así no me agito,
sólo me hundo
y bebo tu recuerdo.
3
Sueño que la carta
que escribiste hace años,
me alcanza
y estalla en mi espalda,
después descubro el tatuaje
que me perturba,
entonces lo desafío
y leo en el espejo
la conclusión de tu misiva.
Creo eludir el látigo de tu firma.
4
En los bulevares de la ciudad financiera
cuelgan las vidas apagadas
en tendederos donde se secan
los billetes de la asistencia pública.
5
Entre quienes arremolina el viento
y duermen en casas de madera,
levantadas frente al pozo
donde sus pensiones se abisman,
un viejo sale y riega sus plantas
para que estalle una flor.
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