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El rey

Por: Israel León O’farrill

2012-04-26 04:10:44

Estudiando unos documentos de finales de siglo XVII procedentes del Archivo General de Indias y relativos a la apertura de camino entre la Capitanía General de Guatemala –o reino, como también se le conocía– y Yucatán, me percaté de que frecuentemente  las solicitudes y los informes iban dirigidos al Rey Carlos II.  Decidí averiguar de quién se trataba y quizá descubrir en su persona y su actuar, el liderazgo que provocó tal empresa. Cuál sería mi sorpresa al enterarme de que se trata del último monarca de la dinastía de los Austrias también conocida como de los Habsburgo, cuya inserción en el gobierno de España se remonta al matrimonio entre Juana, hija de los reyes católicos Fernando e Isabel y Felipe I, llamado “El Hermoso” y que murió prematuramente a los 28 años en 1506. Posteriormente asumiría el poder su hijo, Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico, emperador de uno de los territorios más grandes de la humanidad hasta el momento, pues regía buena parte de Europa y más adelante de América, una vez consumadas diversas conquistas de las que la de la gran Tenochtitlan no sería más que la primera.

La larga línea de los Austrias dio frutos importantes para España; sin embargo, con el tiempo y un constante deterioro de la sangre real producto de la mezcla entre familiares cercanos, produjo que Carlos II, llamado “El Hechizado” –por su más que aparente deformidad y constantes achaques–, naciera con diversos problemas y que muriera igualmente joven a la edad de 38 años. Estudios recientes aventuran que padeció el síndrome de Klinefelter o el de falso X, ambos tendientes al retraso mental y con diversas problemáticas físicas. Dentro de estos documentos, hay algunos firmados de su puño y letra donde dispone se haga una cosa o la otra; sin embargo, después de comprender las implicaciones de tales síndromes, lo primero que supuse es que alguien más gobernaba, no Carlos II.

Mientras reflexionaba sobre estos asuntos, vino a mi atención la crisis terrible en que vive la Monarquía española en estos momentos; una que quizá habrá de cambiar su relación con sus gobernados e incluso la pertinencia de su existir para un país que vive la cruda terrible de la fiesta y desparpajo de la globalización y la Unión Europea. Juan Carlos I, actual rey de España, pertenece a la dinastía de los Borbones, misma que se instaló en el trono español a la muerte de Carlos II que murió sin herederos. En ese momento, asumió el poder Felipe V. Más adelante, la ya de por sí complicada relación con las colonias americanas habría de complicarse todavía más a partir de las llamadas Reformas Borbónicas especialmente duras durante el reinado de Carlos III, que significaron incrementos impositivos, nueva división territorial y la expulsión de los jesuitas de los dominios españoles en 1765, todo ello a raíz de la irrupción en el mundo del pensamiento ilustrado. Largo ha sido también el camino de esta dinastía y muchos son los acontecimientos faustos e infaustos que han pasado, como la pérdida de las colonias americanas –iniciando con la de la Nueva España en 1821 y terminando con la de Cuba en 1898– y las dos Repúblicas españolas –la primera de 1873 a 1874 y la segunda de 1931 a 1939– en que la monarquía tuvo que dejar territorio español o simplemente ceder el poder. Juan Carlos I fue prácticamente designado por Francisco Franco, dictador que llegó al poder después de perder los republicanos la Guerra Civil española en 1939, saltándose a su padre, Juan de Borbón y Battenberg, hijo de Alfonso XIII y heredero al trono. Como tal, se esperaba que al asumir el cargo en 1975 a la muerte del “Generalísimo” –como se le llamaba a Franco– continuaran los ideales nacionalistas de la lucha fascista que colocó a éste último en el poder. Sin embargo, Juan Carlos ha sido el artífice de la libertad española y eje importante de la transición a la democracia en ese país.

En efecto, quizá su mayor logró fue dejar que los vientos de cambio democrático llegaran al país y el hacerse a un lado para permitir que se dieran elecciones libres, incluso aquellas en 1982 que ganó el Partido Socialista Obrero Español (PSOE); de igual manera, detener el golpe de estado que algunos miembros del ejército pretendían aplicar para impedir la llegada del “socialismo” al poder. Hoy, empero, es el ejemplo de la decadencia que vive la dinastía y, como decía, de las relaciones políticas de la monarquía con su contraparte civil que está en una crisis fundamental; Mariano Rajoy, presidente de gobierno, ha resultado ser una decepcionante solución al problema y el Rey poco ha podido hacer por su parte. Su viaje de cacería a África en momentos de estrechez económica de sus gobernados, sus líos de faldas y los escándalos de corrupción en que lo ha involucrado su yerno Iñaki Urdangarin, hacen que su gobierno se tambalee. Carlos II por su retraso mental seguramente no gobernó y ni quien se enterara, sobre todo en las colonias, pues de lo contrario, habrían reclamado independencia de inmediato. Hoy, Juan Carlos I es incapaz de liderar a su país en el difícil trance que viven y tampoco puede estrechar de nuevo los lazos que han perdido con sus antiguas posesiones en América, situación de la que Argentina es sólo un contundente ejemplo… acaso la dinastía ya dio de sí; o la propia monarquía. De estos errores, hoy todos nos damos cuenta gracias a la red y los medios masivos. Carlos II tuvo en su enfermedad una justificación a sus actos… ¿Juan Carlos I?

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