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Decires

Por: Ricardo Antonio Landa

2012-02-10 04:00:00

 

(Introducción a la crítica de la perversidad de la lengua)*

*De la lectura de: El uso perverso de la lengua, Vicente Romano., 2008. www. rebelión.org.

 

Tan diferentes palabras

se revuelven en el arco y lanza de la lengua,

que su maldad –si la hubiera–

pasa del oprobio al placer del susurro

que suscita el embeleso.

 

Es fuego ahora

y humedad extrema en un momento.

Es sapiencia y es ignara costumbre

de sometimiento y de reserva

 

Si precisa y detenida hasta el detalle

la ve Humpty Dumpty,

Alicia, en cambio, la observa

inquisitoria, incierta, ambigua.

Y le contesta su maestro en turno:

La pregunta es saber quien es el que manda.

 

Y quien ordena es el Destino

o el Olimpo o los Dioses Solares

que hablan a través de nuestros viejitos,

o se impone la astucia del guerrero

o el patriarca tiene la última decisión

y el macho violento no admite interrupciones.

O es el convencimiento del paradigma

o la experiencia que acaudala a la gerontocracia.

 

Hay universales sin estrellas,

como en lo particular de un jardín

en ocasiones brilla

el lucero del amor a toda lumbre.

 

Rondan a las letras

pensamientos a veces verdaderos

y otras tantas, los hechiceros

guisan caldos y menjurjes

con ilusiones y mentiras repetidas,

adheridas con la argamasa del pantano.

 

El verbo es llano y es barroco.

Montañas de raíces yuxtapuestas

se compran o se hurtan o se imitan

para imantar desde un poema,

o desde una prosa diabólica

que se esfuma como se lee

que se come al lector y lo zampa

entero y lo hace bolo con el que se esculpe

un sucedáneo del héroe,

o una trágica paloma bombardeada

por el despecho o por la culpa.

 

Hay discursos que no concluyen y así son felices,

porque se abren de piernas a otras jergas.

Y hay el texto que pone el candado y el cerrojo

en la fértil catedral de tus paréntesis.

 

Que no dicte el que confunde

ni nos silencie el que oculta los saberes

impropios de paganos y blasfemos,

para escucharse solo él, como rey ante su espejo.

 

Que vengan a darnos quienes boca tienen,

la profecía del que no por callado no se expresa,

sino que es un discreto conspirador

de la guerra del pueblo

contra el avaro del lenguaje,

contra el acumulador de flores

y sortilegios para despeluzarnos,

para oprimir nuestros balbuceos

con bozales y bocinas que distorsionan

el sonido de la furia que llevamos dentro.

 

Que se reconozca el trabajo de pensar y hacer

con el lenguaje un uso directo y honrado

del conocimiento.

Retornemos a la fiesta

y se aposente la cháchara común gozosa,

eco de las aves y con el vertiginoso

encanto de dichos incendiarios

como los fuegos de San Telmo.

 

Volemos a su tiempo etapas de la historia

con el acuerdo y con actos

de ingenio, sorpresivos y planeados.

Que sea una conversa interminable

y fluida, que haya tertulia sin enrollarse.

 

Y que en esta vida y no en la del cielo

–aunque también si se pudiese–,

el relato sea anunciador de contentos

y la pronunciación de tu nombre sea un beso

plasmado y dilatado entre labios inteligentes

y con la saliva que saborea los recovecos

de  tu memoria en silabada. 

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