2012-08-09 04:00:00
Un país habrá llegado al máximo de su civismo cuando en él se puedan celebrar los partidos de fútbol sin árbitros.
José Luis Coll
El agasajo olímpico ha sido simplemente fantástico. Corredores, saltadores, nadadores, clavadistas, ciclistas, y cientos de atletas de las más diversas disciplinas deportivas, compitiendo con fuerza, inteligencia y técnica, han hecho las delicias de chicos y grandes, pegados frente a la tele mañana, tarde y noche.
No es para menos, este disfrutable festival deportivo sólo dura escasas tres semanas y llega solo cada cuatro años. Luego se vuelve a las interminables jornadas futboleras, generalmente rutinarias, aburridas e intrascendentes. Pero por así convenir a los intereses de las televisoras y sus patrocinadores, estamos condenados a sus arbitrarias decisiones, que le vamos a hacer.
Y como siempre, jueces y árbitros son el moco en el atole. Suman ya demasiados los deportistas que han caído en sus garras, con las consiguientes protestas de las víctimas y el manifiesto repudio del respetable. Los medios de comunicación, que sólo velan por el negocio, prefieren destacar los aspectos patrioteros, cursis y melodramáticos (el origen humilde, la abuelita muerta, la esposa embarazada, et al) que dar a conocer el lado oscuro de las competencias. A menos, claro está, que el presunto culpable sea un deportista, entonces aparecen las vestiduras desgarradas, las loas al ferpley, el linchamiento público y los castigos ejemplares.
El cochinero arbitral se dispersa a lo largo de las competencias, porque responde a los intereses de cada federación y éstas son regenteadas por mafias diferentes en el plano mundial y nadie se mete con ellas, ni los gobiernos de sus países, ni las autoridades del Comité Olímpico Internacional (COI).
La historia del boxeo, profesional y amateur, está plagada de chanchullos y estos Juegos no podrían ser la excepción. Entre las múltiples decisiones trucadas, destaca la del peleador iraní Alí Mazaheri, quien iba ganando la pelea y fue descalificado luego de recibir tres amonestaciones en menos de un minuto, por parte del árbitro alemán Frank Scharmach, lo que dio la victoria al cubano José Larduet. “Fue un arreglo… esto demuestra la influencia cubana en el arbitraje…han roto mis sueños por una medalla de oro”. Declaró el dolido Alí.
Una “falla” en el cronometraje, dio tiempo a extra reglamentario a la alemana Britta Heidemann para dar el toque de la victoria sobre la sudcoreana Shin A Lam, en una semifinal de esgrima. Anegada en un mar de llanto, la asiática se mantuvo postrada en medio de la pista por más de una hora. En lugar de solidaridad, recibió escarnio y repudio por ser “una mala perdedora”.
Una cuarteta de ciclistas chinas fue despojada de una medalla de oro por una supuesta falta, que ninguna repetición pudo demostrar. Si la falta hubiera sido real el equipo hubiera sido descalificado y se hubiera ido sin nada. En cambio, les ofrecieron la medalla de plata y los chinos aceptaron, por aquello de que más vale un buen arreglo. Las alemanas felices, habiendo sido derrotadas en la pista y sin meter las manos (ni los pies), se fueron con la de oro.
Desde que los federativos decidieron convertir a la gimnasia femenil de Estados Unidos en una “potencia”, para acabar con la hegemonía rusorumana, los atracos de los jueces han sido constantes. En estos Juegos ya van varios. Las chinas Deng Lilin y Sui Lu ganaron oro y plata en la barra de equilibrio, dejando a la rumana Catalina Ponor la de bronce y sin nada a la consentida estadounidense Alexandra Raisman. Los gringos protestaron y lograron despojar a la rumana de su medalla. Luego vino la final de manos libre y los jueces, para ahorrarse otro numerito, de plano atracaron a la rumana desde la calificación y premiaron a su consentida gringa con un oro.
Solo he mencionado algunos ejemplos al vuelo, pero al término de los Juegos habrá un catálogo de atropellos arbitrales tal que, sumado a lo acumulado a lo largo de la historia, darían material para una enciclopedia.
Pero ya sabe usted, criticar y objetar el papel de árbitros y jueces es poner en riesgo a las instituciones olímpicas, con las que todos estamos conformes y felices de que nos organicen los Juegos cada cuatro años. Si las competencias son equitativas y justas, es harina de otro costal. Si la ética olímpica es cada vez menos sólida, poco importa. Si las grandes empresas televisivas y anunciantes se apropian de la riqueza que generan los Juegos, es pecata minuta. Si los gobiernos utilizan a los deportistas para presumir como propios sus éxitos, es un mal menor.
Que nada cambie, que todo siga igual: Te lo rogamos señor.
Cheiser:China encabeza el medallero olímpico y todo indica que volverá a ganar los Juegos, como lo hizo hace cuatro años en Pekín. Cuba encabeza a los países de Latinoamérica, como siempre. Le siguen Brasil, Jamaica, República Dominicana, Granada y Venezuela. México viene por allá en el lugar 41. Pero que tal, en la tele y la “gran prensa” presentan sus cinco medallas (ninguna de oro) como una gran hazaña mundial. Por cierto que, otra vez, son las mujeres quienes sacan el pecho y levantan la cara.
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