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Jesucristo responde: ¿y yo por qué?

Por: Juvenal González González

2013-06-20 04:00:00

Los gobiernos civiles no deben tener religión, porque su deber es proteger la libertad que los gobernados tienen de practicar la religión que gusten adoptar.

Benito Juárez

 

Religión y poder han sido uña y mugre a través de los siglos. Casi se puede afirmar que al hablarde Estado teocrático se comete un pleonasmo. Así de difícil es separarlos.

Son las grandes revoluciones, francesa y rusa, las que reivindican, en la teoría y la práctica, un claro deslinde entre ambas esferas del poder. El viejo adagio de dar al César lo que es del César y a dios lo que es de dios, comienza a cimentarse cuando los filósofos enciclopedistas desautorizan, en el siglo XVIII, el poder y el derecho divino de los reyes. Desafío que culmina en la guillotina que descabeza al rey de Francia y se ratifica con el fusilamiento del zar de Rusia.

Las otras grandes revoluciones, la china, la mexicana y la cubana, también se ocupan de institucionalizar la separación de la iglesia del Estado. En el caso de México, la Revolución solo culmina la tarea iniciada con la Reforma de Benito Juárez.

Pero al tiempo que el poder eclesiástico se vio obligado a ceder espacios, se aplicó en conservar y reforzar su poder en el resto del mundo. Con monarquías, sin ellas y a pesar de ellas, el Vaticano y sus homólogos siguen ejerciendo un gran poder político, aun en los supuestos estados laicos. En los países occidentales, la mayoría de los jefes de Estado juran sobre la Biblia y sus himnos nacionales expresan sus encomiendas a dios y otras figuras celestiales.

En Asia, Medio Oriente, África y otras latitudes, el poder de las iglesias es igualmente omnímodo y ejerce su terrorífico poder. En otras palabras, pese a los avances de la ciencia y la conciencia, el creacionismo y los temores al castigo divino en “la otra vida” siguen ejerciendo una poderosa influencia en las personas, siempre en beneficio de los poderosos que usan y abusan de las creencias religiosas para conservar sus privilegios.

Llama la atención, sin embargo, que la ética del bien común y el amor al prójimo que pregonan todas las religiones, tengan tan poco significado en la vida cotidiana de los creyentes y, sobre todo, en los propios ministros de la fe, tan dados a la opulencia y el pecado.

En esa línea, el implacable Quentin Tarantino, en su célebre Pulp Fiction, hace que uno de sus singulares personajes recite la siguiente perorata, atribuida al profeta Ezequiel: “El camino del hombre recto está por todos lados rodeado por las injusticias de los egoístas y la tiranía de los hombres malos. Bendito sea aquel pastor que, en nombre de la caridad y de la buena voluntad, saque a los débiles del Valle de la Oscuridad. Porque es el auténtico guardián de su hermano y el descubridor de los niños perdidos. ¡Y os aseguro que vendré a castigar con gran venganza y furiosa cólera a aquéllos que pretendan envenenar y destruir a mis hermanos! ¡Y tú sabrás que mi nombre es el Señor, cuando caiga mi venganza sobre ti!”.

Dicho lo cual, sorrajaba una descarga de balas sobre el condenado que, obviamente, ni de cerca alcanzaba a entender un carajo de la bíblica proclama. Vale decir que el espectador, entre divertido y aterrado, tampoco alcanzaba a descifrar el salmo.

Bueno, es el mismo mafioso personaje que muy serio entonaba la tonada, quien llega a explicar al final: “Llevo años diciendo esta mierda, y cuando alguien lo oía es que iba a morir. No había pensado mucho en lo que significaba, simplemente creía que era un rollo que le soltaba a algún hijo de puta antes de pegarle un tiro, pero esta mañana vi algo que me ha hecho pensarlo dos veces. Ahora se me ocurre que tal vez significa que tú eres el hombre malo y yo soy el hombre recto, y que el señor 9 milímetros es el pastor que protege mi recto culo en el valle de la oscuridad. O será tal vez que tú eres el hombre recto y yo soy el pastor, y que este mundo es injusto y egoísta”.

Así de barroca y aberrante resulta la decisión de los gobernantes panistas (y uno que otro priista despistado) que, renunciando de facto a su juramento y responsabilidad constitucionales, delegan sus funciones al mismísimo Jesucristo, legítimo y original señor de los cielos. 

Entre la Reforma y la Revolución murieron millones de mexicanos en una incontable serie de cruentas batallas. La sangre derramada procreó una República laica, con una clara delimitación de poderes civiles, militares y religiosos. No muchos países gozan de tan privilegiado estatus. Pero la ignorancia y los prejuicios de la clase política que se ha adueñado del país, lo están conduciendo a un absurdo retroceso que pretende ignorar la Historia, con mayúsculas.

Las castas divinas que se han apropiado de los partidos (puesto que las candidaturas se ofertan al mejor postor) derrochan miles de millones de pesos en la promoción de sus imágenes y la difusión de las mismas promesas que cada tres años se repiten hasta la náusea, cuando ganan no saben qué hacer, aparte de enriquecerse, porque no están preparadas para gobernar.

Es entonces, cuando el engrudo se les hace bolas, que tienen ocurrencias tan estúpidas como entregar el poder al señor de los cielos. Por supuesto que, con toda razón, Jesucristo, que está súper ocupado tratando desfacer sus propios entuertos, les responde: ¿Y yo por qué?

Cheiser: En la Francia revolucionaria, desde donde los gritos de libertad, igualdad y fraternidad se expandieron por todo el mundo, el Papa Pancho hace un ídem y pide a los legisladores que deroguen las leyes sobre el aborto, la eutanasia, el matrimonio igualitario, la bioética y otras “contrarias a la iglesia”. Es una obligación que partidos y candidatos se pronuncien al respecto, antes que ofrecer despensas y todo tipo de vaciladas ¿a que sí?

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