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La buena alimentación

Por: Rafael H. Pagán Santini

2013-06-20 04:00:00

Las investigaciones más recientes han demostrado que los estados de ánimos y la comida se encuentran íntimamente relacionados. Las emociones fuertes como el miedo inhiben tanto el hambre como los instintos sexuales, y lo mismo ocurre con la tristeza y el asco. Por el contrario, la felicidad fomenta tanto el hambre como los impulsos sexuales. Los objetos o situaciones que nos rodean desencadenan estados de ánimo que se transforman en deseos o en ansiedad. Estos estados de ánimo se producen por la intervención de algunos neurotransmisores, por ejemplo, la serotonina.

Tomando como parámetro la actividad alimenticia, los niveles sanguíneos de serotonina  bajan después de haber absorbido la comida, aumenta ante la anticipación de comer, y se dispara durante la comida, especialmente cuando se come azúcar (carbohidratos). La serotonina es un derivado del aminoácido triptófano, el cual requiere de la glucosa para poder atravesar la barrera hematoencefálica. Por tal motivo, sus niveles varían de acuerdo con la cantidad de carbohidratos incluidos en la dieta. Esto puede explicar claramente el estado de bienestar que se sienta al comerse un buen chocolate y nos ayuda a entender por qué Cupido siempre trae flores y chocolate cuando quiere flechar a alguien.

La anormalidad en los niveles de serotonina es uno de los factores que promueven el desarrollo de los desórdenes alimenticios conocidos como anorexia y bulimia nerviosa.  En la anorexia la persona intenta mantenerse por debajo de los niveles normales de peso y en la bulimia nerviosa se provoca el vómito después de haber comido. En ambos estados neurológicos los niveles de serotonina se encuentran por debajo de lo normal, por lo que generalmente estos desórdenes alimenticios están acompañados de depresión emocional.

El apetito no proviene solamente por la falta de alimento, aunque el principal estímulo para que tengamos hambre es la falta de energía corporal. El cuerpo humano necesita energía para llevar a cabo todo tipo de trabajo. Internamente el organismo trabaja manteniendo el proceso de la vida, aun durmiendo el cuerpo trabaja, las células realizan incalculables reacciones químicas y físicas para mantener sus actividades. La energía que utilizamos viene a nosotros en forma de energía potencial química almacenada en la comida. En principio, toda la energía utilizada por el cuerpo proviene de la fosforilación oxidativa de los nutrientes (carbohidratos, grasas y proteínas), los cuales al entrar en un proceso parecido al de la “combustión” liberan energía. Si una persona no come suficiente para cubrir el gasto energético que el cuerpo requiere perderá peso. Por otro lado, si el consumo de alimento está por encima de su necesidad energética, la energía extra se almacenará en sus tejidos y ganará peso.

En la formación del estado emocional que llamamos hambre intervienen diferentes circuitos neuroendocrinos, donde el hipotálamo actúa como el principal orquestador. El hipotálamo recibe la información periférica del tracto gastrointestinal, del páncreas y del tejido adiposo, a través del nervio vago y de hormonas mediadoras como lo son: la insulina, la leptina y la grelina, entre otras, Como resultado, el cuerpo hace un ajuste entre el gasto energético y alimentación, a fin de asegurar un balance que se adecue a las necesidades del organismo.

La actividad interna del cuerpo, donde se mantiene los procesos de mantenimiento de la vida se conoce como metabolismo basal. Este tipo de metabolismo representa la cantidad de energía requerida para mantener la vida en reposo, esto es, para el trabajo interno del cuerpo, lo que implica en un adulto es de entre 1200 a 1800 kcal por día. Sobre él se impone la necesidad energética de crecimiento, la actividad muscular, los ajustes al clima y la formación de otros tejidos.

El concepto del peso ideal del individuo como meta a seguir, basado en el peso teórico, ha perdido parte de su vigencia como modelo a seguir. Su sustento clínico se estableció a través de las principales tablas de referencia de las compañías aseguradoras, las cuales lo utilizan como uno de los puntos de referencia para delimitar el pago de la prima del seguro. Las compañías aseguradoras parten del principio de que las personas con peso corporal elevado presentan un mayor riesgo de desarrollar enfermedades e incluso de sufrir accidentes cuando se comparan con personas de la misma estatura, pero con menor peso corporal. Actualmente se establece el peso teórico sólo como unidad que permite realizar comparaciones relacionadas con la población de referencia. El peso corporal representa un reflejo del riesgo que presenta el individuo de desarrollar enfermedades ya sea por la disminución o por el incremento del mismo1.

Algo que no debemos olvidar es que, al margen de satisfacer el apetito, comer  la comida palatables estimula los circuitos cerebrales de recompensa y motivación. Para los humanos, la ingesta de alimentos ha evolucionado desde la mera subsistencia a un comportamiento altamente sofisticado que acarrea mensajes culturales y sociales. Esta dimensión, que pertenece a la comida, al comer y a la imagen corporal, puede neutralizar las fuerzas de las necesidades metabólicas o la palatabilidad. Las personas comparten la comida con otros para construir un sentido de comunidad, compartir costumbres religiosas, desarrollar negocios, etcétera. El ser humano no tan sólo come por necesidad, lo hace por placer o para socializar. Y dentro de la misma construcción del placer, se come también para evitar el malestar que produce la angustia.  

Estas son algunas de las razones de la dificultad de mantener una buena dieta. Por esa razón, cuando se trata de mantener un peso a largo plazo se debe considerar tanto el tipo de comida como la cantidad de los macronutrientes. Por ejemplo, el consumo de carbohidratos estimula tanto la formación de glicógeno (molécula compuesta de glucosa) como la oxidación de la glucosa, pero inhibe la combustión de las grasa. En el caso de las proteínas, una vez el cuerpo suplió sus necesidades el esqueleto de carbono de cualquier exceso de amino ácidos es desviado para su uso como substrato energético. Cualquier consumo deficiente de nutrientes, carbohidratos, en particular, resulta en utilización de proteínas como fuete de energía. Por el contrario, cualquier exceso energéticos o de carbohidratos hará que se preserven las proteínas. El consumo excesivo de proteínas tiene como consecuencia que las grasas no sean utilizadas y por consiguiente se almacenen en el tejido adiposo. No olvide que para que una dieta tenga beneficios a largo plazo ésta debe incluir la actividad física.

1Suverza A., Haua K., 2010, El ABC de la Evaluación del Estado de Nutrición, ed McGraw, México.

 

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