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Hormonas, alimentación y ciclo circadiano

Por: Rafael H. Pagán Santini

2013-06-13 04:00:00

Por lo general es muy común pensar que al dormir el cuerpo deja de trabajar, que se desconecta apagando cada una de las funciones que nos han mantenido alerta. Sin embargo, el sueño es tan importante para nuestro cuerpo, mientras unas hormonas dejan de producirse otras las remplazan. En la actualidad se sabe que existen sustancias cerebrales inductoras del sueño, principalmente la serotonina, acetilcolina y GABA (ácido gamma–aminobutírico). Además, se han identificado otras sustancias que ayudan a mantener la vigilia como las catecolaminas: adrenalina, noradrenalina y dopamina. Aunque estas hormonas–neurotransmisoras no son las únicas que interactúan para mantener el ciclo sueño–vigilia. 

Entre las hormonas que participan en los ritmos circadianos se encuentra entre otras: la hormona de crecimiento (HC),  el Cortisol, la Melatonina (MLT) y la prolactina (PRL) inducidos en gran parte por los “zeitgebers”  (relojes internos o endógenos) que acompañan el proceso del ciclo vigilia–sueño. Por ejemplo, los niveles en porcentajes del cortisol y la hormona adrenocorticotrópica (ACTH) son más bajos hacia la media noche y los más altos hacia las 6 de la mañana. Recordemos que el cortisol contrarresta la acción de la insulina contribuyendo a la hiperglucemia a través de la estimulación de la gluconeogénesis hepática y de la inhibición de la utilización periférica de la glucosa. Sin embargo, el cortisol aumenta la síntesis de glucógeno (glucogénesis) en el hígado. La HC alcanza su máximo nivel poco después de que el sujeto se queda dormido. Esta hormona es fundamental para el crecimiento y su activación inhibe otras hormonas que actuarían de manera catabólica. Se sabe, en efecto, que las secreciones pulsátiles de la HC, de la prolactina, de la hormona luteinizante y de la testosterona están moduladas por el sueño. Los picos secretores de la HC son 10 veces más importantes en la primera parte de la noche y son contingentes del sueño profundo de ondas lentas.

Algo que nos preguntamos comúnmente es sí durante el sueño engordamos. La respuesta es que la función anabólica del sueño está confirmada por: el incremento de la absorción de los aminoácidos por los tejidos, el aumento en la síntesis de las proteínas, el incremento de la síntesis del RNA y el aumento de la eritropoyesis. Durante el sueño se producen proteínas, si se ha llevado un ejercicio intenso, las proteínas van a ser utilizadas para reponer el tejido lesionado durante el ejercicio. Esto no quiere decir que se aumente la grasa corporal, la evidencia demuestra hay un aumento en la producción de proteínas. 

La melatonina, hormona que estimula el sueño, se empieza a segregar de acuerdo con el ciclo luz–oscuridad induciendo el sueño. Esta hormona se produce a partir de la serotonina, principalmente en la glándula pineal y su síntesis depende de las condiciones de luz ambiental. Los niveles durante la noche son más altos entre los uno y cinco años de edad, luego disminuye constantemente hasta la pubertad a 75 por ciento. Durante el proceso de inducción del sueño, la concentración de ATP, de ADP y AMP (adenosinas) aumenta en las células cerebrales promoviendo el estado de reposo. La cafeína disminuye el sueño precisamente por el bloqueo del receptor de adenosina.

Al integrar la información anterior con  nuestra vida diaria vemos que nuestra alimentación influye directamente sobre los niveles de insulina, la cual afecta directamente la manera en que podemos utilizar la glucosa para producir energía. El tiempo que tarda un alimento en recorrer los nueve metros de tracto digestivo, desde que entra en la boca hasta que se defeca, varía dependiendo de múltiples factores, como su naturaleza –sólido o líquido– y su composición en grasas, proteínas e hidratos de carbono. Así, la digestión total de un alimento puede durar entre 10 horas y varios días, aunque lo que se conoce como hacer la digestión, la que sucede en el estómago, dura entre dos y cuatro horas. Los cambios en los niveles de cortisol durante el ciclo sueño vigilia hacen que los niveles de azúcar también varíen.

En el ciclo sueño–vigilia el aumento en los niveles de noradrenalina estimula el despertar y libera un poco de la azúcar almacenada durante el sueño. Requerimos azúcar para producir la energía necesaria para activarnos. De no contar con azúcar el cuerpo utilizará las proteínas disponibles. Contrario a lo que comúnmente se piensa que el cuerpo utiliza la grasa como fuente de energía después de este periodo de ayuno como el del sueño, la energía se producirá a merced de perder masa muscular, algo que nunca deseamos. Así que un buen comienzo es un desayuno que aporte entre 20 y 25 por ciento de las calorías ingeridas a lo largo del día. Este desayuno debe contener lácteos, frutas y cereales, complementándolo con algún alimento de origen animal o leguminosa. No olvidemos que comer es una conducta motivada, la cual es favorecida y mantenida cuando el sistema nervioso es activado por estímulos específicos como el alimento. La convergencia de los estímulos provenientes de nuestros órganos viscerales como el esófago, el estómago, el intestino, etcétera, y las propiedades de los alimentos como su olor, su sabor, su textura, etcétera, sobre áreas cerebrales específicas tiene una participación primordial en la iniciación y en el control del comer.

Es importante tomar en cuenta que al despertar, la última comida que ingerimos fue aproximadamente hace más de ocho horas. Se dice que durante la noche llegamos a quemar hasta 600 calorías en funciones vitales como respirar o mantener la circulación de la sangre. Además de actividades como soñar y peor aún si se padece de insomnio, pues el cuerpo está mucho más activo. El mantenerse en ayunas después de levantarse obliga al cuerpo a buscar fuentes de energías en otros compuestos orgánicos cuando no hay azúcar. El cuerpo estimula la transformación de las proteínas en glucosa para así poder generar el principal transportador de energía que el ATP. Esto hace que nuestros músculos adelgacen y se debiliten. Equivocadamente pensamos que mientras más tarde comencemos a comer menos calorías consumiremos durante el día. Sin embargo, la falta de azúcar en el cuerpo estará estimulando el apetito hasta que se sacie. La hambruna, producto del ayuno, hará que comamos mucho más de lo que debiéramos en el momento en que iniciemos a comer. El ayuno nos traerá como consecuencia la perdida de la masa muscular y el almacenamiento de grasa en nuestro cuerpo.   

 

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