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Elecciones y capitalismo

Por: Jaime Ornelas Delgado

2012-07-12 04:00:00

 

Las elecciones no pueden llevarse a cabo en un entorno distinto al de la realidad social donde se celebran. En el capitalismo, para reforzar y eternizar su poder, la clase dominante no sólo recurre a la represión violenta, sino también a las elecciones. En la democracia representativa, peculiar del capitalismo, los sufragantes solamente eligen entre distintas opciones programáticas pero no les está permitido decidir sobre la conducción de los asuntos públicos, eso corresponde a los políticos profesionales elegidos para decidir y conducir. Nadie que no sea ellos puede gobernar, las reglas, la legalidad se construye para impedirlo.

Uno de los méritos del movimiento social encabezado por Andrés Manuel López Obrador, ha sido convertir a la política una actividad donde los protagonistas son los ciudadanos, que ahora no sólo desean elegir sino también decidir, conducir el país y hasta se llegó a considerar la posibilidad de triunfar a pesar de la clase que gobierna. Eso, por supuesto, ve en contra de la idea impuesta por la clase dominante sobre quien elige y quien decide pues, para ella, millones eligen y una minoría decide y conduce. Para los primeros se hacen leyes y procedimientos legales con el fin de ordenar las elecciones y se deja al arbitrio de quienes mandan y ordenan –para ello son los dueños del poder– la decisión de quienes habrán de gobernar.

Así, su democracia se limita y consiste en proclamar como democrático por excelencia al acto individual de votar; lo anterior, todo el proceso de por qué se vota de una u otra manera al parecer no tiene significado democrático alguno. De esta manera, un proceso electoral puede ser inequitativo, engañoso, desarrollarse con un gasto oneroso para comprar conciencias (al fin y al cabo en el capitalismo todo debe tener un precio, se dicen convencidos quienes organizan el mercado y alejar así algún resabio de mala conciencia) o permitir a empresas de mercachifles presentar resultados de dudosas encuestas para dar como ganador a un candidato para desalentar la participación de los ciudadanos en el proceso, pues “total si ya todo está decidido a qué molestarse en participar en el proceso y discutir opciones si ninguna es posible”; además, se deja a la los medios privados alentar el mercado electoral mediante la presentación de su candidato como una mercancía cuyo envase promete lo que el producto no es, convirtiendo el proceso una farsa seudo democrática, sin sustento alguno pues la mercancía ofrecida por los medios de comunicación monopolizados (lo cual es ya de por si antidemocrático) aparece en forma abrumadora en la pantalla fingiendo esas presentaciones como noticia sin serlo y no como propaganda política como lo es en realidad. Capitalismo químicamente puro. 

El último proceso electoral vívido en México, ha transcurrido con la complacencia omisa de las autoridades electorales, que además de formar parte de uno de los organismos más onerosos del país, cada vez sirven para menos pues han sido incapaces de asegurar un proceso electoral bajo los principios de certeza, legalidad, imparcialidad y objetividad tal y como lo establece la Constitución Política del país.

Un proceso electoral así, con tanta inmoralidad, que incluso llega a violentar dramáticamente la propia legalidad diseñada para sostener en el poder a quienes hicieron la ley (y por tanto la trampa), ni siquiera resulta democrático en los términos establecidos por quienes detentan el poder que siente amenazado por el ascenso popular; y al no ser democrático el proceso, ni apegarse estrictamente a la ley (romper el tope autorizado es evidentemente ilegal, aunque sólo se castigue con una muta), resulta que tampoco es legítimo.

En todo caso, quien resulta favorecido de la inequidad del proceso, el gasto oneroso, la simulación, la manipulación y compra de los votos lucrando con la pobreza, tanto como de la hipócrita participación facciosa de las autoridades federales, estatales y municipales utilizando recursos y bienes públicos para favorecer al candidato de Televisa y TvAzteca, no puede ocupar de manera legítima el cargo, aunque el PRI, las televisoras con sus locutores e intelectuales orgánicos digan lo contrario y hablen de una “jornada ejemplar y democrática”, lo cual evidentemente nada tiene que ver con la abrumadora realidad.     

 

Negocito

 

Para culminar el sexenio, a los desplazados se les ha ocurrido un último (¿último?) negocito ¿quién saldrá, ahora, beneficiado con la importación de huevo? 

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