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Bioterrorismo

Por: José Gabriel Ávila Rivera

2012-09-21 04:00:00

Sumido en la crisis de un catarro más intenso de lo común, en ese estado soporoso que invita a la lectura, comienzo a revisar un libro que me fue obsequiado por el economista Mario Villar Borja titulado Dead silence. Fear and terror on the anthrax trail, escrito por Bob Coen y Eric Nadler que podría traducir más o menos como: Silencio de muerte. Miedo y terror sobre las pruebas de ántrax.

Aunque este texto constituye un documento con estudios poco contundentes que se enfocan a las actividades de belicismo biológico y el ántrax por parte de Estados Unidos, sí pone el dedo en el renglón al señalar que existe un Instituto de Investigación en enfermedades infecciosas del ejército estadounidense, (SAMRIID, por las siglas en inglés) en el célebre Fort Detrick, famoso en su momento por las armas que se fabricaron o elaboran ahí. Se sospecha que fueron construidas 5 mil  bombas con esporas de ántrax durante la Segunda Guerra Mundial.

Por otro lado, remontándonos al famoso 11 de septiembre de 2001, en el que fueron atacadas las torres gemelas, se supo que por medio de sobres se distribuyeron esporas de ántrax que enfermaron a 22 personas, de las cuales cinco fallecieron. Las noticias de repente desaparecieron de los medios, hasta que en 2008 el sexagenario investigador del SAMRIID llamado Bruce Ivins se suicidó después de haber recibido una notificación judicial en la que lo implicaban como responsable del mal manejo de la cepa Ames, que fue precisamente la que se difundió en ese año y que se halló en los enfermos por ántrax, provocando una verdadera pesadilla colectiva, que induciría a la apertura de los ojos en el mundo sobre esos mortales “bichos” invisibles que son cínicamente manejados por nuestros vecinos del norte.

Estas apreciaciones no son nuevas. El doctor Jacob Segal (1911–1995) fue un acérrimo postulante de que el sida (VIH) fue provocado por un accidente de laboratorio, por las similitudes que hay en el genoma del virus Visna, infectante de ovejas que llega a ser bastante letal, careciendo de poder infeccioso en humanos; y el virus humano HTLV–I (Virus Humano de la Leucemia en Células–T), que siendo infeccioso en el hombre, rara vez es fatal. La combinación de estos virus daría lugar a una ecuación verdaderamente espeluznante de enfermedad en el sistema inmunológico, que no puede explicarse en sus mecanismos de transmisión a través de un proceso natural de evolución y mutación.

Posteriormente saldrían a la luz pública artículos de investigación que vinculan al VIH con un tipo de virus que afecta a ciertos monos que viven en Camerún, cuyo nombre científico es Pantroglogdytes troglodytes, y cuyos rasgos genéticos se obtuvieron de las heces de estos changos.  

La verdad todas estas cosas generan un prurito o comezón que incita a la búsqueda de respuestas a una serie de preguntas tan elementales que formarían una lista casi infinita. Por lo pronto, en medio de una tarde fría acentuada por la crisis de fiebre que afortunadamente ya pasó, me sumerjo pensando en lo vulnerables que somos ante los microbios, sean virus, bacterias, hongos o parásitos, y que estando en nosotros no tienen realmente la culpa de la vil y ruinosa conducta del ser humano.

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