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Venerar la lluvia

Por: Alejandra Fonseca

2013-06-21 04:00:00

 

Espero la lluvia como si fuera la existencia misma. Sí, por el campo, por todas las plantas y animales que habitan en esta Tierra. Pero también por escuchar el repiqueteo de las gotas de lluvia caer sobre cualquier superficie: Moja el mundo de arriba para abajo, y lo salpica de abajo para arriba, (como dice Eduardo Galeano en sus Ventanas titulado La lluvia) un poquito así.

Todos los sonidos de la naturaleza tienen un efecto hipnótico para mí: la lluvia, las olas, el viento, los ríos, las llamas de fuego encendido, el canto de las aves, el sonido de las hojas cuando el viento las mueven... No sé si más me hipnotiza escuchar que ver. Pero cuando la naturaleza me invade y arrebata a través de todos mis sentidos, siento que es por lo que vale la pena mi vida.

En cada amanecer que disfruto en campo abierto, sin necesidad de detenerme para pegar mi oído al suelo, escucho el palpitar de la Tierra. Siento su respiración a través de mi cuerpo. Y me uno a esa sinfonía en cada inhalación y exhalación que realizo. El aire fresco y frío que choca con mi rostro y recorre mi cuerpo, es la revelación de que lo que es por fuera, es por dentro.

Y la lluvia... es el paraíso. El amanecer lluvioso me trae al origen de saber que no estoy sola. Que nunca lo he estado ni lo estaré. Ese sonido, la humedad, el aroma, el arremolinarse entre las cobijas para guardar el calor mientras afuera está fresco y nublado, y ver cómo caen las gotas de lluvia a través de la ventana, es el sentimiento más sagrado de compañía que tengo en mi haber. El sonido estruendoso y salvaje de los relámpagos cuando llueve, me remonta al abrazo apretado que espanta al miedo. 

Muchas veces, en plena lluvia al amanecer, salgo a caminar y a mojarme de esa agua que cae del cielo. Recuerdo el consejo: Bendice todo lo que cae del cielo. Y lo hago. Recibo el agua veloz que se oxigena en la atmósfera, y que moje mi piel y penetre mi ropa. La lluvia hace que el mundo brille, es un lente transparente que todo lo limpia; lava el mundo de sus sombras y sus grises deslucimientos mustios y plomizos. 

Sé que muchas personas son flores de asfalto. Yo lo soy de campo. Hay muchas personas que lamentan las lluvias por las inundaciones. Yo lamento la pérdida de vidas humanas y de sus bienes materiales. Todos buscamos una comodidad para disfrutar la vida lo más que se pueda. Pero no es culpa de la lluvia... Nos hemos equivocado al construir el mundo humano material sin venerar lo que viene del cielo.

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