Logo de La Jornada de Oriente
Cargando...

Tantas Rosauras...

Por: Alejandra Fonseca

2013-05-10 04:00:00

Rosaura es joven. Tiene 16 años. La hormona le ganó la risa. Cedió ante las insistencias del novio que le prometió casarse con ella si le daba una prueba de amor. Se la dio y… perdió. Perdió no sólo la virginidad, que es el único valor de la mujer en su comunidad, misma que entregó con absoluta certeza de que sería lo necesario y suficiente para hacer vida con aquél. Y no lo fue ni lo uno ni lo otro. La usaron y la desecharon, al igual que la gente de su comunidad, sobre todo sus padres, por no seguir las normas. No sabía que eso podía suceder. En su pueblo le enseñaron a cuidar su virginidad y a confiarse de las promesas de amor. Y todo salió al revés: descuidó su virginidad, no pensó que podrían engañarla y tampoco vio venir el desprecio irrevocable de su familia toda.

Como sucede en muchos casos a la primera quedó embarazada. Al principio no supo qué le sucedía. Se encontraba entre la total decepción amorosa, la profunda culpa por la pérdida de su virginidad sin garantía de matrimonio y el desconcierto de no saber hacia dónde se dirigiría su vida después de tal evento. Desde luego no sabía que estaba embarazada. Eso vino después, cuando la panza empezó crece y crece y tuvo que esconderla detrás de la faja en el vientre.

Cuando sus padres se dieron cuenta de su estado, la despojaron de todo sin explicación alguna ni preguntar de quién era el niño. No les importó que es menor de edad y que lo único que sabe hacer es echar tortillas. La sacaron como sacan a todas las jóvenes que viven la misma experiencia y empiezan sus vidas como madres solteras en la junta auxiliar de Azumiatla, Puebla.

Joven, embarazada, decepcionada, sola, sin comida ni dinero, salió con su itacate de ropa. No sabía a dónde ir. Se sentó en una piedra a calmar su desconcierto en su estado adelantado de gravidez. Una joven se le acercó.

–¿Te echaron? –le preguntó en tono de complicidad para que nadie más la escuchara.

–Sí… –respondió.

–Yo tuve a mi hijo. Está chiquito y siempre llora porque tiene hambre. Sólo sé echar tortillas. Nadie me da trabajo. Ya no tengo leche. No tengo otra cosa que darle… está muy flaquito.

Se miró en ese espejo. Eso le esperaba. Pensó: “¿Qué voy a hacer? ¡No quiero morir de hambre ni mi hijo!”

–¿Quieres venir al cuarto donde nos quedamos varias muchachas con nuestros hijos? No nos han corrido. Ahí echamos tortillas y vamos a la ciudad a venderlas. Conseguimos dinero para darles de comer a nuestros hijos.

Rosaura encontró la compañía y ayuda para dar a luz a su pequeñita hija que, envuelta en un rebozo carga apretadita a su pecho, mientras me entrega 30 pesos de tortillas que saca de una canasta grande que carga en la espalda. Tantas Rosauras…

 

Share
La Jornada
Nacional Michoacan
Aguascalientes Guerrero
San Luis Veracruz
Jalisco Morelos
Zacatecas  
Tematicas
Defraudados Izquierda
AMLO Precandidatos 2012
Servicios Generales
Publicidad
Contacto
© Derechos Reservados, 2013. Sierra Nevada Comunicaciones S.A. de C.V.