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Se juega sin permiso

Por: Alejandra Fonseca

2012-10-05 04:00:00

Enrollaba la tela. La desenrollaba de otro rollo. El rollo que enrollaba apenas se iniciaba. El rollo del que desenrollaba estaba gordo, voluminoso y era largo. La miré mientras ella enrollaba y desenrollaba, en tiempos distintos y pausados sobre una mesa larga y ancha. Lo hacía con destreza. Que no se doblaran las orillas al enrollar. Que no se arrugara el centro. Que no se torciera al desenrollar. Y que ninguno de los dos rollos, entre el manoseo de uno y otro, se cayera de la mesa. Que entre el enrolle y el desenrolle hubiera el espacio y la tela suficiente para hacerlo con ritmo.

Parecía que acariciaba la tela que enrollaba. La planchaba a dos manos para que las orillas quedaran parejas y la tela no tuviera dobleces. Con las palmas tersas de sus manos la alisaba sobre la mesa. El rollo desenrollador no importaba tanto porque venía de fábrica donde las máquinas lo hacen sin sentir. Pero ella agasajaba la tela. Sentía la suavidad de las fibras tejidas y entretejidas del lienzo. Se traslucía su disfrute.

En un momento dado el rollo desenrollador giró sobre su eje. Patinó sobre la superficie resbalosa de la mesa. Lo detuve con mi mano y lo acomodé en el ángulo preciso. La muchacha me miró y sonrió agradecida consciente de que la observaba desde el inicio de su tarea. Sin pedir permiso empecé a desenrollar el rollo desenrollador para liberar la tela en el centro de la mesa y facilitarle que ella pudiera enrollar. Empezamos con ritmo a un solo tiempo para hacerlo más ágil y rápido. Nos sintonizamos en los movimientos iguales pero inversos y logramos una cadencia que permitió prontitud en la encomienda.

Fue un juego. De esos que de pequeña jugaba con mis hermanos y primos para compartir un lazo o lienzo que era necesario distribuir en partes iguales y que no se enredara. Cuando sentados en el suelo, poníamos la vara con el cordel enredado y el palito pelón con el amarre de la punta del cordón y a darle a la enredada y la desenredada jugando carreritas a ver quién lo hacía más rápido y bien. Y al cálculo lo hacíamos equitativo.

De ahí aprendí el juego y a jugar. Lo practico cuantas veces es necesario para compartir y partir en partes iguales lazos, cordeles, vendas, manteles, jergas y todo lo que venga en rollo. Lo había visto hacer en las tiendas donde venden telas y llegan rollos enormes difíciles de manipular, por lo que hay que dividir. Siempre quise hacerlo. Y nunca había podido. Ese día se me hizo. Tuve comparsa y lo disfruté. Que bendición es poder seguir jugando sin tener que pedir permiso.

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