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Desdoro

Por: Alejandra Fonseca

2012-06-29 04:00:00

 

No se cansa. Puede que algún detalle la haga arrepentirse, por un instante, del daño que causa. Pero se repone en segundos y continúa dándole duro a la descalificación, a la sorna, al desprestigio ajeno, al descrédito de cualquier noble fin. O fin, aunque no sea noble. No cesa aunque la noche caiga y se haga un día nuevo. Las sombras de su mente arremeten sin cesar, aun más fuerte, por haber dejado pasar y haber desperdiciado los momentos cuando pudo atacar sin piedad.

Toda su vida ha querido parecerse a las niñas bien. Por cuna o por nobleza de espíritu. Las envidia. No les da crédito ni respiro a mérito alguno. Pero las emula. Y le sale mal. Imita su forma de vestir, su forma de caminar, su forma de calzar, y hasta los bolsos de marca. Pero es un remedo mefítico porque no tiene el alma.   

Calca sus historias materiales: si alguna de ellas fue a Europa, ella ya fue a Europa. Si otra tuvo “nana”, ella tuvo dos. Si alguien nació en “buena cuna”, ella se inventa la suya con sábanas de seda. Si el ambiente y el medio son burgueses, los condena pero los reproduce de una manera viciada. Y ni qué decir de aceptación y alegría de las nobles de espíritu: siempre hay mierda que sacarles por el lado que las veas.

Querer ser como alguien, imitándola, calcándola, copiándola, reproduciéndola al observar sus movimientos, ideas, etcétera no tiene nada en particular. De eso está hecho el mundo y así se construyen los modelos a seguir en una cultura. El problema es que ella se caga, se vomita sobre lo que más desea y eso la hace repugnante.

En mi vida he escuchado hablar a personas perniciosas, venenosas, destructivas. Sus lenguas dañan el aire que los demás respiramos. Pero ella no tiene parangón. Su aire es fétido, hiede, es maloliente por la ponzoña y las toxinas que emite su maldad intoxicada de envidia y de odio por querer ser... y no poder.

Odia que a alguien le vaya bien, sea por golpe de suerte o por méritos y esfuerzos propios. Los logros nunca pueden ser ajenos. En su universo hasta “dios” tendría “pecado” y un pasado que lo condena al infierno. Y, desde luego, tampoco el triunfo puede ser propio. Se mira en el espejo de su insondable y eterno fracaso, por haber nacido en el lugar y en las formas equivocadas para sus pretensiones y lo que ella cree merecer.  

Cuando la realidad la alcanza, puede guardar silencio, pero sólo para tomar fuerza y crecerse ante el castigo. Su lengua demuele y arruina a todo ser que tenga vida. Porque la vida le estorba. Y ella le estorba a la vida... 

No se cansa. La resumo en una sola palabra: desdoro. 

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