Martes, abril 23, 2024

Moreno Valle, beneficiario de la debilidad de Peña Nieto

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Enrique Peña Nieto llega a su cuarto informe con los peores niveles de credibilidad, confianza y de imagen, que son similares a los que tuvo Ernesto Zedillo Ponche de León en la cresta de la crisis económica derivada de los llamados “errores de diciembre”. Quien ha sabido sacar provecho de esa debilidad del presidente de la República es el gobernador Rafael Moreno Valle Rosas, quien ha logrado que Los Pinos no solamente le tolere todo tipo de abusos, sino también se teja una red de complicidades económicas y políticas.

El resultado de esa relación es que en Puebla el gobernador Rafael Moreno Valle ha logrado tener un índice de aceptación –producto de la propaganda, no de otorgar beneficios reales a la población– que oscila entre los 6 y 7 puntos de aceptación, en una escala del 1 al 10, en mucho como consecuencia de que en contraparte se observa un presidente e la República débil, tramposo, sin carácter, que todo le sale mal y es acosado por los escándalos.

Desde hace dos años, Enrique Peña Nieto en Puebla registra una caída brutal en sus índices de aceptación, ya que 70 por ciento de la población opina que su administración ha sido regular, mala o muy mala. Incluyendo que una parte importante considera que hay motivos suficientes para que deje el cargo.

Esa debilidad anímica y de proyecto de gobierno de Peña Nieto se refleja en el PRI poblano, que se muestra famélico, derrotado, dividido y sin la posibilidad de recuperar su viejo poder político–electoral.

Quienes conocen los entretelones de las intrigas de Los Pinos aseguran que al arranque del gobierno de Enrique Peña Nieto había una mala relación con Rafael Moreno Valle Rosas, en mucho por la cercanía del mandatario poblano con la defenestrada líder magisterial Elba Esther Gordillo. Tal situación planteó la posibilidad, en algún momento, de que un miembro del gabinete morenovallista pudiera ir a la cárcel por mal manejo de fondos federales.

Esa situación se fue invirtiendo radicalmente, y del segundo al cuarto año del periodo de Peña Nieto el gobernador de Puebla se ha convertido en uno de los mandatarios de mayor influencia, estima y aceptación en Los Pinos. Parecería que esa condición se debe a los siguientes tres factores:

Moreno Valle traicionó el afecto que había con Elba Esther Gordillo, hizo un lado sus filias con “la maestra” y se convirtió en un operador, dentro del PAN y entre todos los gobernadores del país, para que avanzara el llamado Pacto de México, que significó el concretar las reformas energética, educativa y laboral impulsadas por el PRI y la administración peñista.

Un segundo factor es que Moreno Valle se ha mostrado ante los ojos del gobierno federal como un furibundo opositor a Andrés Manuel López Obrador, luego de que en la elección de 2012 en Puebla se hizo un fraude electoral para evitar que las senadurías y las principales diputaciones federales quedaran en manos de políticos lopezobradoristas.

En la medida en que la imagen de Peña Nieto se ha ido debilitando se ha incrementado el poder persuasivo de Andrés Manuel López Obrador, y a la par, Moreno Valle ha ido construyendo, entre priistas y panistas, un bloque para combatir al político tabasqueño.

Tal condición es lo que ha permitido al jefe del Poder Ejecutivo poblano volverse en una figura con influencia en el proceso de sucesión presidencial del año 2018.

El tercer factor es que el gobierno morenovallista ha permitido la entrada a Puebla de empresas vinculadas a los intereses económicos del Grupo Atlacomulco, la facción política de la que surgió Peña Nieto. Pruebas de ello son el Museo Internacional Barroco –con una inversión de más de 7 mil millones de pesos– o el segundo piso de la autopista México–Puebla, obra que no se siente que sea necesaria, pero ha significado una danza de miles de millones de pesos para OHL, una compañía consentida desde Los Pinos.

En resumen: Moreno Valle ha sido operador, aliado político y socio económico del grupo que controla el Ejecutivo federal.

Por esa razón en los procesos electorales locales de 2013 y 2016, se dejó hacer lo que quisiera al grupo morenovallista. Nadie en el gobierno federal quiso intervenir para frenar la violencia contra priistas poblanos.

Todo esto ha sido posible porque Enrique Peña Nieto es un presidente débil, sin carácter y sin un proyecto de gobierno que se traduzca en beneficios sociales, económicos o de derechos sociales para la población.

Se ha llegado al extremo de que la propaganda del gobierno federal –en torno al cuarto informe de gobierno, que se presenta mañana– se tiene la frase: “Lo bueno casi no se cuenta, pero cuenta mucho”.

Con esa expresión se está reconociendo que la mayoría de la población, los líderes de opinión, los medios de comunicación, los grupos políticos y de poder económico, no están reconociendo o encontrando logros de Peña Nieto. Los positivos del presidente se tienen que encontrar debajo de las piedras y no lucen en nada. No crean un ánimo positivo en la población golpeada en su bolsillo, por la violencia, los escándalos de corrupción y la presencia de un presidente frívolo ante los abusos cometidos por su esposa e hijos.

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