Si la cartelera fílmica sigue con esta inmovilidad, los cinéfilos de la región terminaremos cortándonos las venas (en especial, si además de cinéfilos somos seguidores del River Plate). 80 por ciento de las salas están copadas por piratas caribeños, cochecitos espías, juveniles hombres X y pandas karatekas en su gran mayoría, con lo que la feliz costumbre de ver un puñado de películas (nuevas, diferentes) cada semana, se ha vuelto misión imposible. Y me refiero por supuesto a verlas en sala, porque el cine en la casa es estrictamente para casos desesperados...como este. Así pues, hube de apelar a este recurso in extremis –o morir en el intento– a fin de acercarme a Si la cosa funciona (Whatever works), de Woody Allen; Crimen perfecto (All good things), de Andrew Jarecki; La versión de mi vida (Barney’s version), de Richard J. Lewis, y –por quinta o sexta ocasión– El padrino III, de Francis Coppola. Sin sorpresas, la mejor de las cuatro fue la de Coppola y la menos feliz la de Jarecki; en cuanto a las dos restantes, empataron la de Allen (como comedia) y la de Lewis (como melodrama). Por cierto, en esta última –la canadiense La versión de mi vida– aparecen en pequeños papeles varios directores importantes, canadienses también: Atom Egoyan, Ted Kotcheff, David Cronenberg, Denys Arcand y hasta el propio Lewis. En fin, que era recurrir al DVD o soplarse la panameña Secuestro a domicilio, aparentemente menos temible que Pobres divas (From Prada to nada). Y eso que el verano apenas comienza...
Pero bueno, esta crisis de la exhibición me da la oportunidad de alguna reflexión paralela. Por ejemplo, en cuanto a esos actores que ya están de alguna manera etiquetados en el imaginario de los cinéfilos. ¿O no es cierto que Liam Neeson siempre será “el de La lista de Schindler”? Sí; exactamente como Dustin Hoffman será eternamente Benjamin el de El graduado y Sylvester Stallone el mismísimo Rocky. Así también, esencialmente pensamos en Julia Roberts como “la de Mujer bonita”; en Ben Kingsley como el de Gandhi; en Anthony Hopkins como el de El silencio de los inocentes; en Jack Nicholson como el de El resplandor (aunque cinéfilos de más edad lo ubican, más bien, como el de Atrapado sin salida). Linda Blair nunca dejará de ser “la niña de El exorcista”; Christopher Reeve, el único y verdadero Superman; Peter Sellers no otro que el de La pantera rosa, así como John Travolta fundamentalmente el de Saturday night fever (y conste: no aprovecho para este comentario el muy barato recurso de mencionar a los actores ligados a los personajes de Tarzán y de James Bond). ¿Y Robert De Niro? Siempre será “el de Taxi driver”, igual que Al Pacino es para todos nosotros, antes que nada, el Michael Corleone de El Padrino y sus secuelas, así como Robert Duvall siempre estará en nuestra memoria –por dicho film y su parte II– como el “consigliari” Tom Hagen. Por otra parte, el nombre de Sharon Stone está forever ligado a Bajos instintos, vía cierto cruzamiento de piernas. Y si de otras bellezas se trata, a Kate Winslet se le recordará como “la de Titanic”; a Diane Keaton, como Annie Hall (...laadida...); a Julie Andrews como La novicia rebelde; a Sigourney Weaver como la de Alien, y a Brooke Shields como la que dio su título a Pretty baby. Que viva el cine, etiquetado o no.
Claro: todos los mencionados han encarnado otros papeles memorables: Stallone también es “el de Rambo”, Hoffman el de Vaquero de medianoche, Julia Roberts la de Erin Brockovich y Pacino el asaltabancos de Tarde de perros, pero creo que los roles que acoté de principio son los que los definen. Y seguramente no mencioné a varios intérpretes más que bien pueden incluirse en este recuerdo: Johnny Depp, Renée Zellweger, Paul Newman, Jodie Foster, Nicolas Cage y algunos del cine mexicano (v.g. Roberto Cobo). Como ya están las ganas, no faltará la ocasión.
