Lo de los futbolistas separados de la Selección “por doparse” no es asunto simple. Muchas preguntas flotan en el ambiente. ¿Automedicación deliberadamente tramposa? ¿Complementos nutricios administrados por el médico de su club o selección? ¿Alimentos contaminados tal vez, según llegó a afirmarse con suma ligereza? Lo único claro es que, con su nefasto manejo del caso, vuelven a apuntarse los altos jerarcas de la Federación Mexicana de Futbol (FMF) para toda clase de calificativos destinados a quienes, no conformes con someterse sin rechistar al dinero, se manejan, por regla general, de acuerdo con los criterios más mezquinos, torpes e inicuos que a la mano encuentren.
Con el agregado de esa clase de moralina a la que de tiempo en tiempo recurre el mojigato.
Del gasto al pasmo
Alguna vez se nos hizo creer que en el futbol mexicano había controles antidoping. Que hacia el final de cada partido se sorteaban dos jugadores por equipo y personal especializado tomaba las correspondientes muestras de orina que, debidamente identificabas, se remitían a un laboratorio especializado. Ésta era, mas o menos, la versión que se hizo circular “oficialmente”.
Pero resulta que con el tiempo, nuestros ilustres federativos empezaron a quejarse del alto costo de este sistema; el paso siguiente, claro, consistió en poner en duda su utilidad, dado que “nunca ha habido un positivo”. Casos hubo –el del Tilón Chávez, por ejemplo–, que no fueron obstáculo para revivir el viejo mito de que en el futbol mexicano nadie se droga (las primicias del mismo datan de los tiempos de Carlos Reinoso, primer sospechoso notorio de algo que nunca se quiso investigar).
El asunto era dejar en el olvido los famosos análisis, que finalmente fue lo que se logró.
Memorable ridículo
Imposible olvidar el caso Carmona–Galindo que tuvo por escenario la Copa Confederaciones 2005, en Alemania. En torno al tema del dopaje, fue esa la primera muestra rotunda de la soberana ineptitud de nuestros federativos, que primero hablaron de “indisciplina grave” como justificación de la baja fulminante de ambos seleccionados, para, a los pocos días, tener que reconocer la verdad de un antidóping reiteradamente positivo, entre acusaciones de “traición” dirigidas al periodismo, regaño paternal de la FIFA a la FMF e inevitable suspensión por un año de los dos infractores. Lo que nunca se aclaró satisfactoriamente fue si éstos habían pecado con plena consciencia o simplemente ingirieron los que les recetó el médico de su equipo y de la selección, que casualmente eran la misma persona, apartado también de su cargo, aunque sólo a medias.
Este episodio tuvo una coda tragicómica cuando Salvador Carmona, concluido su año en el paro, reapareció con su equipo de club, que acto seguido quedó eliminado en la mesa de la liguilla en turno, debido a un nuevo positivo del aguerrido lateral derecho. Éste aún demandaría a la FMF por falseamiento de los análisis y privación de fuente de trabajo, pero los tribunales han terminado por fallar en su contra. Tal como era de esperar.
El reino del caos
El miércoles último, Ochoa, Dueñas, el Maza, Sinha y el Hobitt Bermúdez fueron separados del plantel nacional y devueltos a casa en medio de un escándalo mediático. Habían dado positivo en clenbuterol, un estimulante del rendimiento oficialmente proscrito por los reglamentos del deporte mundial (salvo en campeonatos profesionales de EU). Las muestras fueron tomadas el 21 de mayo, pero los resultados sólo se conocieron el 8 de junio, ya con la Copa de Oro en marcha. Se habla, pues, de un cálculo de fechas disparatado. Pues o bien el laboratorio contratado incurrió en una demora injustificado, o bien –si los 18 días transcurridos entre toma de muestras y obtención de resultados son el tiempo normal de la prueba– el Comité de Selecciones incurrió en el error garrafal de exponerse tontamente a lo que sucedió (que saltara algún positivo en plena Copa de Oro), algo perfectamente evitable si hubiera un control antidoping sistemático y bien planificado en el futbol mexicano. Qué, lógicamente, incluyera a todos los equipos –clubes y selecciones– y todos los torneos.
Es decir, si se pusiera verdadera atención a lo que deportivamente importa y no sólo al beneficio económico de las televisoras, que son las que mandan.
Eternos paganos
No es imposible, pero tampoco creíble a primera vista, que los jugadores que esta vez dieron positivo sean reos de toda la culpa implicada en el caso. A la falta de planeación, entonces, hay que agregar la ausencia de respeto, la pública humillación de profesionales que, en el pasado, han dado sobradas muestras de dedicación y profesionalismo, en la selección y en sus equipos. Los propios dirigentes, o al menos González Iñárritu, el más directamente involucrado, captaron esta situación al día siguiente, presionados tal vez por las directivas del Toluca, el América y el Atlante. Y hablan de perdón y exoneración con la misma irresponsabilidad exhibida en el manejo del caso, pues ya metidos en la ratonera, debieran entender que tal cosa no es así de sencilla. Mucha confianza demuestran en la manga ancha que tradicionalmente les ha dispensado la FIFA, pero debieran entender que ya el asunto está en otros organismos internacionales, la fundamentalmente. Y que la mancha, justa o no, aplicada a los expedientes personales de Ochoa, Dueñas, Rodríguez, Bermúdez y Naelson ya no la quita nadie.
Por no hablar de la enorme y negrísima raya que agrega este caso penoso al historial del futbol mexicano, de por sí rico en yerros y baldones de marca mayor.
También responsables
No conviene, sin embargo, victimizar de más a los jugadores. Después de todo, han sido incapaces de formar un colectivo que los represente dignamente ante los dueños, los federativos y la ley laboral. Los dobles contratos, la humillación anual del draft, los adeudos sin solución, por mencionar solamente lo abiertamente ilegal del trato a que se les somete, son el precio a pagar por ese infantilismo insolidario que al parecer son incapaces de superar.
Vaya torneo
Mientras la Sub 22 se “prepara” para la Copa América –que es el verdadero pulso del futbol continental– perdiendo por goleada ante la débil Venezuela, el Tri mayor se mide con la realidad de la Concacaf en la Copa de Oro. Y la realidad es que El Salvador apenas sería aquí un discreto equipito de Primera A, que Cuba pasaría trabajos para mantenerse en Segunda, y que Costa Rica –con todo y La Volpe– apenas da para rival en cualquier partidito molero –el Tuca díxit– de cara a la fiel chicanada.
En otras palabras, que con todo y la pérdida de los jugadores dopados, el Tri A tendría que refrendar el título de 2007. Estados Unidos, supuesto rival a vencer, acaba de perder con Panamá.