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Lunes, 2 de mayo de 2011
La Jornada de Oriente - Puebla -
 
 

 SEMANÁLISIS 

Genial, Messi rescata la esencia del futbol

 
Horacio Reiba

¿El parto de los montes? Las evidencias parecían abrumadoras. Ni Real Madrid ni Barcelona habían estado a la altura de la expectación. Y entonces, la pasión se trasladó a la sala de prensa, y de ahí a los titulares mediáticos. ¿Bombas de humo? Para eso, Mourinho se pinta solo. Pero esta vez se excedió, al considerar a Guardiola integrante único de un novísimo clan: el de los entrenadores que critican los aciertos del árbitro (alusión al gol invalidado al Barça en Valencia). El catalán llamó entonces al portugués “amo de la sala de prensa” y le apremió para que se llevara a casa una champions que como tal lo reconociera; pero, acto seguido, le recordó que al día siguiente –miércoles– sus equipos estaban emplazados para medirse sobre el pasto del Bernabéu. Y entonces se vería quién era quién.

El portugués en su laberinto

¿Haría el Madrid, de entrada, lo que tan buen resultado le dio en la final copera de Mestalla? Es decir, adelantar agresivamente a su panda de mastines para hacerle la vida difícil al Barça desde el nacimiento de la telaraña. Más bien, se plantó como en el encuentro de liga que empataron a uno dos semanas atrás. Y para allá iban, sin duda, de acuerdo con los cálculos de Mourinho (aquí los dejo en cero y allá les robó algún gol de contragolpe). Tal cálculo, amén de improbable, sumerge en profunda cloaca la posterior bravata de José –como lo llamó directamente Guardiola–, agrediendo al rival al declarar que le daría mucha vergüenza ganar una Champions como la del Barcelona en 2009 “después del escándalo de Stamford Bridge” (alusión al empate ganador ante el Chelsea, semifinal en la que el árbitro dejó de señalar dos penales claros en favor del local), o como la que “probablemente” ganarán los culés este año, “después del escándalo del Bernabéu”. Tal “escándalo” se centra en la expulsión de Pepe al ’61 tras planchar a Alves, que hizo su parte agregando drama a la descontrolada entrada del de blanco, justamente el hombre designado por Mou para el acoso y derribo de Messi. Libre ya de grilletes, el argentino firmaría los goles de la victoria azulgrana.

A caza del mourotauro

11 contra 10, el Barça se apresuró a sentenciar la contienda. Primero, Afellay dejó a Marcelo sin cintura y le puso medio gol a Messi, que de un solo toque deslizó el balón entre las piernas de Casillas (’76). En cambio, para clavar el segundo (’87) acarrearía el esférico desde tres cuartos de cancha, del centro hacia la derecha, filtrándose como fantasma a través de los cinco defensores que le cerraban el paso para depositarla en la red con suave golpe de derecha, que libró limpiamente la salida desesperada de Iker. En vez del hilo de Ariadna, el Teseo rosarino había establecido un pacto de amor con la pelota, y se lo fue declarando con rima inspirada y fina a través de un poético recorrido de veintitantos metros de césped. Al final lo aguardaba la inmortalidad. Y a su equipo, muy probablemente, la final en Wembley por la orejona.

Otro mundo

La víspera, en Gelsenkirschen, puro futbol. Casi todo a cargo del United, que aprovechó la inhibición del Schalke 04 para bombardear la portería del inconmensurable Neuer, vencedor de cuatro o cinco manos a manos y autor de un terceto de desviadas imposibles para mantener el cero en su meta hasta el final del primer tiempo. Eso fue todo, pues en el complementario, un ManU menos desbordado pero igual de dominador terminaría por reflejar su superioridad con sendos goles de Giggs y Rooney, bien asistido éste por el Chicharito, que en la primera mitad pudo clavarle tres o cuatro al agigantado Neuer, amplio vencedor de su particular desafío con Javier Hernández.

De trámite

Con los resultados registrados en Madrid y Gelsenkirschen, las devoluciones de visita al Camp Nou y Old Trafford pierden casi todo filo. Muy rocambolesca y carambolesca tendría que venir la cosa para malograr la cita, prácticamente inevitable, de Barça y ManU el 28 de mayo, en Wembley. Aparente revancha de la de 2009 en París.

Otra historia

Pero no todo fue negro esta semana para el futbol de Portugal. Porque en la Europa League, tres clubes lusos disputaban las semifinales. Y si bien el Benfica sólo pudo superar 2–1 al Braga, un incómodo visitante, el Villarreal se llevaría a España un abultado tambache de goles como saldo de su estancia en Porto, donde los Dragones locales le empujaron un 5–1 que define casi la eliminatoria. La nota la dio el ariete colombiano Radamés Falcao, autor de cuatro dianas y, con Messi, la figura destacada de la semana.

Ni qué decir tiene que ambos partidos –el de Lisboa y el de Porto– discurrieron sin violencias ni discusiones, entregados los cuatro contendientes al hermoso juego del futbol.

Aguirre vence a Mou

Tan torcida la trae el DT del Real Madrid que el sábado perdió en casa ante el desesperado Zaragoza de Javier Aguirre. Mou echó mano de su copiosa banca, pero el merengue no le cuajó, y cuando quiso reaccionar ya tenía tres goles encima, obra de Lafita (2) y Gabi (penal). Por el Madrid anotaron Ramos y Benzema.

Para no ser menos, el Barça, también bastante parchado, fue a perder a Anoeta un invicto de 31 jornadas ligueras. Por más que el azulgrana Thiago haya abierto la cuenta, las anotaciones de Ifrán y Xabi Prieto (penal, al  minuto 81) hicieron ganar a la Real Sociedad.

Arde Londres

Boda real aparte, la capital británica disfrutó de un animado fin de semana futbolero. El sábado, Chelsea se puso a tres puntos del líder Manchester United al vencer muy discutiblemente al Tottenham (2–1), con un gol que no llegó a trasponer la raya por completo y otro en fuera de juego. Y el domingo, un ManU que se dejó en Alemania la audacia y los galones de lujo fue incapaz de evitar la derrota en el Emirates. El solitario gol de Ramsey no reverdece las esperanzas del Arsenal de disputar el cetro de la Premier, pero sí supone oxígeno puro para un Chelsea que hasta hace muy poco parecía desahuciado.

Por segundo partido consecutivo, el Chicharito no pudo registrar su gol 19 de la campaña.

Un adiós que se deplora

Si no hay signos en contra en estos días, el de ayer fue el último partido de Héctor Hugo Eugui al frente del Puebla. Si en apenas tres meses el charrúa fue capaz de convertir al Cuauhtémoc en una aduana respetable, y evitar que la franja cerrara la campaña con cero puntos como visitante, hay que calcular lo que podría lograr con razonable margen de tiempo y maniobra de permanecer en el banquillo camotero.

Pero como es bien sabido, nada ni nadie nos garantiza hoy que el equipo vaya a permanecer en Puebla. Mucho menos que vuelva la cordura a las oficinas de un club sin más plan a la vista que continuar alimentando su propio caos.

 
 
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