Un amigo escritor, ya entrado en años, me decía que antes no había becas ni subvenciones estatales; que en sus años se escribía por el gusto de hacerlo. Esto viene a colación porque saliendo de una lectura un tipo
grueso, con ínfulas de ser “el artista”, se me acercó y dijo que mi narrativa era muy frívola, que no era combativa, que no había manera de salvarla. Acto seguido me inquirió por mis premios, y con quien había “tallereado” mis textos. Me reí y lo dejé con la palabra en la boca.
Camino al hotel pensaba en cómo el escribir (y en la poesía más) se ha ido convirtiendo en un símbolo de
status, en una especie de
modus vivendi para ser
aviador. En alguna otra reunión con un conocido editor de varias revistas literarias, un escritor local habla sobre sus grandes conexiones con las
...(+)