En el siglo XX (insistió mucho sobre ello Octavio Paz) nos cayó el veinte que los recursos planetarios para sostener la vida son finitos y las esenciales fuentes energéticas que sostuvieron nuestro crecimiento económico, incluso en la producción de alimentos, no son renovables. Hasta recientemente la mayoría de los intelectuales, estudiosos y académicos reflexionaban –y siguen insistiendo– que hay que limitar el crecimiento demográfico mundial: 7 mil millones de humanos en el planeta actualmente y 9 mil millones que se estima conservadoramente para 2045, es un escenario inimaginable para los recursos planetarios que sostienen la vida (Robert Kunzig, “7 Billion: Can the planet take the strain?” National Geographic, enero 2011). Muchos países y muchos gobiernos, incluyendo México, en este siglo pasado tomaron nota de estas advertencias sobre una futura crisis demográfica y redujeron considerablemente las tazas de natalidad dentro de sus fronteras nacionales. De la década de los años 70 a la fecha, de hecho, la población mundial ha disminuido por encima de 40 por ciento su índice de natalidad en comparación con tiempos anteriores. Pero 7 mil millones de seres humanos actualmente exigen ya –en este momento– recursos planetarios insuficientes para satisfacer necesidades elementales de vida en grandes partes del mundo. La pobreza crece sin perspectivas de cambio o resolución, por ejemplo para grandes partes de Africa e India, a pesar que la población mundial, en proyecciones de la ONU, se mantendrá en alrededor de 9 mil millones para 2045. A pesar, también, de que la población mundial (actualmente seguirá aumentando por un par de décadas en alrededor de 80 millones anuales) se aproxima a lo que demógrafos llaman la “transición demográfica” (impulsado por mejoras en la educación, servicios médicos, expectativas de vida, infraestructura social, sobrevivencia de nacidos, es decir, el progreso social sobre el medio natural) que detendrá un crecimiento exponencial de los índices de natalidad planetarios a futuro (hay consenso entre demógrafos que para la segunda mitad de este siglo la gran explosión demográfica finalmente se nivelará y empezará a declinar).
La tensión creciente entre recursos naturales y crecimiento demográfico incluso cuando una explosión demográfica maltusiana no se produce, sigue, sin embargo, necesitada de una respuesta urgente: se ha vuelto evidente que ni la población actual es ya sostenible con los recursos naturales expoliados y sobreexplotados del planeta actual y no hay manera de reducir o advertir a futuro la polarización creciente en la distribución de esos recursos naturales disponibles y finitos entre todos los pueblos del planeta. La pobreza y marginación solo puede aumentar para grandes sectores (incluso si la tecnología logra reducir algunos efectos perniciosos actuales como la sobreexplotación planetaria de recursos hídricos). El factor demográfico, explican muchos hoy, ya no es el determinante para revertir el agotamiento de los recursos del planeta que sostienen la vida a futuro. No hay respuesta “científica” sobre como detener la expoliación de los recursos naturales y la inequitativa distribución de sus beneficios para garantizar alimentos a todos los pueblos del planeta a futuro porque la pregunta sobre cuanto seremos y como viviremos en ese futuro cercano depende de las decisiones que aún no tomamos y de la ideas que aún no tenemos, como explica Joel Cohen. (How many people can the Earth Support? Norton.NY. 1995). Existen seis continentes habitables que en 2045 deben alimentar y sostener una población de nueve mil millones pero no se detiene ni se puede detener el incremento en los suelos erosionados, la escasez de agua potable, la extracción de fuentes energéticas fósiles y el subsecuente calentamiento atmosférico que ninguna tecnología logra revertir del todo.
La crisis ambiental generada por las demandas demográficas actuales, no el crecimiento demográfico, ha adquirido proporciones apocalípticas por lo cual Cohen, por ejemplo, concluye que aquellos que dicen que el problema es demográfico se equivocan: el factor demográfico ni siquiera es ya el factor dominante. Debemos detener el calentamiento global, explica, cambiar de energía fósil a energías alternativas urgentemente e independientemente de programas de control de natalidad porque lo que hay que solucionar y confrontar es la creciente pauperización, la falta de infraestructura habitable, las carencias de higiene y educación entre los millones de habitantes del planeta que actualmente ya viven en condiciones infra humanas. Existen 21 ciudades en el mundo cuyas poblaciones superan los 10 millones; solo Delhi recibe cientos de miles de inmigrantes cada año y es imposible proveerles de agua, sanidad o habitación digna.
Si el calentamiento global no se detiene no existe política demográfica, desarrollo tecnológico imaginable que pudiera salvar, por ejemplo, a Bangladesh, de inundaciones o garantizar las cosechas que alimentan a millones en la Africa sub–sahara.
La cantidad de humanos que somos cuenta pero la manera como consumimos los recursos naturales cuenta mucho más.
Este es el escenario planetario esencial, en el cual la vida como la conocimos en el siglo XX ya es otra. Cambió en lo esencial.