Si mal empezó 2010 nuestro futbol, peor lo termina. En el Mundialito de Clubes, el Pachuca volvió a estrellarse a las primeras de cambio. Se confirma como un equipo con más publicidad que otra cosa: mucho dinero del fisco y a la hora buena nada de nada. Como campeón de la Concacaf su acceso al torneo de marras no pudo ser más fácil, enfrentado a ignotas oncenas ticas, canadienses, panameñas e incluso aztecas, que viene siendo casi lo mismo. Como se sabe, el tal Mundialito es otro artificioso invento de la FIFA: a nadie le importa, pero hasta las arcas de Zürich viajan anualmente millones de dólares, facturados por despistados jeques árabes o derrochadores industriales nipones con el señuelo de la televisión. En la práctica, no ha dejado de funcionar como un remoto sucedáneo del clásico duelo entre el ganador de la Copa de Europa y la Libertadores, y en cinco de sus seis versiones anteriores, los finalistas fueron el campeón europeo y el sudamericano. Pero la antigua expectación se perdió para siempre, diluida entre el fastidio de veinte o más horas de vuelo y tres partidos consecutivos en menos de una semana.
Cantidad sin calidad
Eso sí, al Pachuca nadie lo iguala en eso de sumar comparecencias, ni el mismísimo Barcelona tiene las tres de los Tuzos. Pero a cambio de dominar la Concacaf ha sido incapaz de superar el cuarto puesto, reservado a quien después de perder una semifinal vuelve a caer en la disputa por el bronce. Un contratiempo que la escuadra hidalguense ha preferido esta vez obviar, derrotada en el estreno por un oscuro tim togoleño y condenada por tanto a luchar por el quinto lugar para no convertirse en colero. En realidad, sólo el Necaxa en 2000 –venciendo en penales a un desganado Real Madrid– y el costarricense Saprissa en 2005 –ganándole al monarca saudí Al Ittihad por 3–2– supieron llevar al podio a la Concacaf, ese honorífico tercer puesto al que los representantes asiáticos han accedido tres veces por una del egipcio Al Alhy, monarca africano que en 2006 derrotó 3–2 al América–Televisa, previamente vapuleado por el Barça sin demasiada saña, pues los blaugranas refrenaron sus ímpetus en cuanto alcanzaron un confortable 4–0, peor en todo caso que el 3–1 con el que se despacharon hace un año al Atlante, antes de que los sudcoreanos del Pohang Steelers dispusieran en penales del caballito de mar cancunés, apoderándose del tercer puesto.
De mal en peor
Los pachuqueños acudieron por primera vez cuando el Mundialito se disputó en Japón, en 2007. Y el tunecino Etöile du Sahel los saludó con la derrota (1–0) que los relegaría al quinto puesto. Reincidieron al año siguiente y empezaron mejor, superando con apuros al cuadro africano en turno, sólo que en la semifinal se encontrarían al campeón de la Libertadores y no hubo caso: la LDU de Quito les aplicó un 4–2 inobjetable, y tocó al japonés Gamba Osaka subir al podio tras disponer 1–0 del Tuzo. Hoy, lo máxima aspiración del representativo concacafkiano sería empatar el penúltimo lugar, como en 2007.
Lo cual, mírese desde donde se mire, representa otro fracaso estrepitoso para nuestro futbol.
Ochoa como paliativo
Revuelo mediático causó el vuelo a Inglaterra de Memo Ochoa, requerido al parecer por el Fulham, el club que contrató hace poco a Carlos Salcido, al que una lesión mantiene fuera de combate. Y aunque poco se sabe de las condiciones del posible contrato, los oficiosos voceros han encontrado en esa posibilidad, que aún está en el aire, el ruido necesario para ocultar la triste realidad que acompaña al grueso de nuestra embajada futbolera en Europa: el Maza no juega en el PSV Eindhoven ni para remedio y ha pedido que lo transfieran (pero nadie se interesa allá por sus servicios, y por acá no hay quien pague lo que piden por la ficha), Y aunque Jonathan dos Santos jugó un buen rato con el Barça antes de ser sustituido por Messi en el último compromiso azulgrana por la Champions (2–0 al Rubin Kazan en Camp Nou, con el equipo B sobre la cancha), su hermano Giovani ya no es tomado en cuenta ni para la banca por el entrenador del Tottenham (Vela sí llega a jugar esporádicos minutos con el Arsenal de vez en cuando), y siguiendo con la Premier, Pablito Barrera sufre con el West Ham –que de repente lo alínea, como este sábado ante el Manchester City (0–3)– los rigores del último rincón del sótano, preámbulo de un seguro descenso a Segunda; no lejos de ahí, en Escocia, Efraín Juárez ha perdido la titularidad en el Celtic, si alguna vez la tuvo. Y mientras la frustración se cierne sobre nuestros escasos paisanos de exportación, una nube de sudamericanos, africanos, europeos del este y hasta asiáticos, australianos y centro y estadounidenses triunfan en Gran Bretaña, a uno de cuyos clubes más modestos aspira a acceder en estos días, según los evangelistas de Televisa, el arquero titular del América.
Aúpa, Vasco
Reclutado como bombero por el Zaragoza, es la hora que Javier Aguirre, tan repentinamente locuaz a propósito del fiasco mundialista del Tri, no gana su primer partido por la Liga Española al frente de los maños, que huelen a Segunda División por anticipado. Luego de cuatro fechas y tres derrotas por un único empate, no se necesita ser vidente para imaginar lo que el angustiado Vasco habrá escrito en su carta a los Reyes Magos: que al menos le permitan llegar al 6 de enero cobrando sus quincenas con regularidad.
Rey de copas
Así llamaban en Argentina al Independiente de Avellaneda, que entre 1964 y 75 se adjudicó nada menos que seis Copas Libertadores y una Intercontinental, ganada en Roma a la Juventus con golazo de Ricardo Bochini, en 1973. Pero tras obtener la séptima en 1984, con su correspondiente Intercontinental ganada en Tokio al Steaua de Bucarest, y una Recopa sudamericana en el 94, los Rojos hicieron mutis y pasaron a vivir su peor etapa.
Hasta que el jueves último recibieron en Avellaneda al Goias brasileño –que contaba con una ventaja de 2–0 obtenida en su campo– y le clavaron tres goles en un santiamén (Velázquez y dos veces Parra), a cambio de momentáneo empate conseguido por Roberto Maura, estrella de los goianos y el mejor delantero sobre la cancha. La Roja estaba sacando mucho jugo del joven equipo alineado por el Turco Mohamed, pero en la segunda mitad se llamó a silencio para dar paso a una hora de continua zozobra –tiempos extra incluidos– que sólo se rompió en los penales de desempate, cuando Felipe erró por Goias mientras los argentinos acertaban uno a uno. El del decisivo 5–3 lo lanzó el veterano Tuzzio, que había sostenido al equipo durante el larguísimo lapso de dura presión brasileña.
Así, el modesto Independiente actual se reencontró, con la Nissan Sudamericana en alto, con el viejo Rey de Copas que dominara la escena sudamericana cuarenta años atrás.