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Lunes, 13 de diciembre de 2010
La Jornada de Oriente - Puebla - Cultura
 
 

Una complicidad con el narco es quedarse callado e idealizarlo, señaló Marcos Ramírez

 
PAULA CARRIZOSA

Ante el narcotráfico “yo, tu, él, todos tenemos una responsabilidad por que no sólo existe el pecado de omisión sino el de la complicidad, que implica el quedarse callado y el idealizar ese mundo”, opinó el artista tijuanense, Marcos Ramírez Erre, quien ofreció la conferencia “Arte instalación: una mirada desde adentro”, en la que expuso las posibilidades de este medio artístico.

Marcos Ramírez es un artista visual que ha participado en diversas bienales y festivales internacionales en España, Cuba y Estados Unidos, país en el que durante 17 años trabajó en el área de la construcción. Nació en Tijuana, una “ciudad que parece irse y que se colapsa en esa línea roja”, en esa muralla que separa a México con su país vecino. Fue ahí donde Ramírez se convirtió en un “medium de los medios audiovisuales y un empírico del arte”, tal como se definió.

Señaló que la instalación es un recurso artístico que se caracteriza porque el espectador entra físicamente y dialoga con las piezas por medio de los cinco sentidos. Anotó que desde la década de los sesentas del siglo XX, había un problema de diferenciación entre el “arte instalación” y la “instalación de arte”. El segundo, definió, se refiere al acto de “colgar en las paredes de la galería”, mientras que el primero, fue un concepto que se fue redefiniendo a lo largo del tiempo hasta que en los 90 se consagró como una expresión estética.

Su trabajo creativo comenzó en 1994, con “Century 21”, la instalación que exhibió en el Centro Cultural Tijuana. Se trató de una casa humilde de madera que contrastaba con los edificios modernos de las capitales. “El proyecto tenía el objetivo de traer la periferia hacia el centro, y con ello su realidad”, definió.

Dos años después, trabajó en “187 pares de manos”, un proyecto fotográfico con el que registró los 187 oficios en los que se desempeñan los migrantes latinos en Estados Unidos. A través de imágenes en blanco y negro en las que exclusivamente aparecían retratadas las manos –incluso las del guitarrista Carlos Santana–, comprobó la fuerza laboral de ese grupo y de paso, criticó una propuesta de ley laboral antiinmigrante que se quería instalar en el estado de California.

Otra de las instalaciones con las que señaló la migración, fue “Toy–an horse”, una alegoría del Caballo de Troya que aparece en La Odisea, la novela de Homero. Para ello, construyó una escultura hueca de madera de 10 metros de alto, que fue colocada sobre la placa que marca la división territorial entre este país y Estados Unidos.

Este peculiar caballo era traslúcido, y con ello Ramírez Erre hacía énfasis en “que no se podían ocultar las intenciones de los miles de migrantes, que querían entrar sólo a trabajar”. La instalación, estuvo durante más de un año hasta que la gente del lugar la empezó a desmantelar.

Luego siguieron “Barras y cercas para siempre”, una instalación con la que participó en la Bienal de Arte de Monterrey; “El camino de regreso” en donde intervino el zócalo de la Ciudad de México con 50 cajitas de madera que referían a cada uno de los estados por los que cruzaban los migrantes; “Amor como primer idioma” un trabajo con el que enfatizó que “la lengua del corazón es para expresarnos y para comprendernos”.

De 1999 a la fecha hizo “Estación de juegos” en la que construyó un parque de diversiones con púas y clavos para los niños; “Oro por espejos” en la que meditó sobre la naturaleza del mexicano; “La multiplicación de los panes” que sirvió como una crítica hacia la intromisión del ejército estadounidense en Afganistán; y “Camino de Perdición” con la que creó un fuerte debate sobre los ataques militares que EU ha hecho a lo largo de la historia.

Otra de las instalaciones con la que causó controversia, fue el “Proyecto Prejuicio”, pues criticó a los “Minute Man”, un grupo de texanos que por años se han dedicado a la “caza” de migrantes. Para ello, utilizó la imagen de un supuesto simpatizante de este grupo que coronó con la frase “No seas hombre de un minuto, se un hombre para toda tu vida”. A ésta, le siguieron “Cruce de Camino” que realizó en La Habana, y “Los 4 pilotos del Apocalipsis”, en la que utilizó escenas de guerra de la cinematografía estadounidense.

Luego vino “El cuerpo del delito”, una instalación que desarrolló en San Antonio Texas y en la cual, él mismo hizo tres personajes diferentes: un narcotraficante, un policía y un funcionario. “Yo pude ser cualquier cosa: mis mejores amigos de la infancia se pasaron con el narco, y mis estudios de derecho me pudieron llevar a ser un policía o un burócrata corrupto”, enfatizó.

“De donde vengo puedo ver que está muy rasgado este país, por un lado hay descabezados y tirados, y por otro, hay una idealización de este problema que se refuerza por la sobre información de los medios de comunicación”, señaló Marcos Ramírez, quien para 2011, presentará en el Museo Carrillo Gil de la Ciudad de México su primera exposición retrospectiva.

 
 
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