Históricamente, el trabajo parlamentario está inmerso en un enjambre de intereses que van desde los políticos hasta los mezquinos del dinero, pero todos ellos alejados del bien común, pues se legisla por encargo. Las peroratas tradicionales de campañas como “legislar para ti; tu voz en el Congreso o Leyes para tu beneficio”, son diarreas verbales de quienes las enarbolan.
Todas las legislaturas inician con el discurso de “arreglar” lo que sus antecesores no hicieron o, recientemente, con el compromiso de “barrer” la basura que les dejaron, pero en los hechos, la mayoría de quienes han ocupado una de las 32 curules del Poder Legislativo local sólo le ha abonado a ensuciar el quehacer parlamentario.
La LIX Legislatura, por desgracia, no ha sido la excepción. Envalentonada, la mayoría de los diputados locales inició su labor con grandes miras. Lo que llamaron pomposamente como Reforma de Estado (sic) era su gran monstro, a través del cual algunos de los idearios de ....(+)