El estadio está enclavado en el municipio de Zapopan y se llama Onmilife, ni hablar de Chivas, “que tan naco suena”, pensaría el dueño del negocio, ya que no del terreno –que está en litigio ni del famoso club rojiblanco, con otro pleito judicial a cuestas. Pero, como decían los locutores de la tele, “en noche de fiesta todo se perdona”. Y sí, el arbitraje del mundialista Archundia fue de mentiras, por ahí anduvo el partido. ¿Manchester United? Una caricatura, con más remiendos que sotana de franciscano. No jugó a nada que no fuese trote cansino y pasecito al pie. Ya muy al final del partido Ferguson hizo ingresar al viejo capitán Ryan Giggs, pero nadie pudo observar que el galés tocase alguna pelota. Invitado a llenar de cuero el portal inglés, el Guadalajara prefirió ponerse a tono y se aplicó con tanta seriedad a la emulación del vaporoso rival que durante el segundo tiempo, José Luis Real se entretuvo modificando su alineación por completo, once cambios y alguno más. Semejante acuerdo entre ambos para hacer de la ocasión simulacro daría lugar a toda clase de mosaicos, olas, fuegos artificiales, mariachis y otras manifestaciones de alegría al margen de la cancha. Porque dentro del rectángulo había huelga de futbol. De modo que el 3–2 final, lejos de incorporarse al recuento de las hazañas internacionales del rebaño, quedará en simple anécdota, memoria de una inauguración lucidora aunque tardía, pues Vergara la había prometido como celebración del centenario de la fundación del famoso rebaño. Ocurrió ésta en 1906, y vino a festejarse en 2010.
La estrella del Chícharo
Los reflectores apuntaban todos sobre Javier Hernández, anunciado para jugar un tiempo con cada equipo, el de origen y el que acaba de escriturarlo para que continúe su carrera en la Liga Premier. El Chicharito no defraudó: suyo fue el primer gol registrado en la historia del Omnilife, auténtico golazo por cómo prendió de zurda, sin el menor titubeo pese al incómodo bote, un servicio dejado en su camino por el pecho del Bofo Bautista sobre la media luna del área, un poco hacia la derecha del ataque rojiblanco. El soberbio latigazo iluminó la noche, redimiendo en buena parte la pachanga anterior y posterior. Y recordándole a Ferguson la clase de joyita que se lleva.
Pero la buena estrella del Chícharo, goleador de raza y máxima esperanza del futbol mexicano, tiene desde ya su Némesis: los directores técnicos. Si uno le robó protagonismo en Sudáfrica, manteniéndolo cuanto pudo fuera de las alineaciones, Sir Alex decidió arrebatarle el viernes la posibilidad de sacudir también la malla rojiblanca, lo que le habría permitido redondear una despedida–debut de fábula, al decretar su cambio tras 18 minutos escasos con la casaca del ManU. Lo que demuestra que el poder de un DT es capaz de frenar al mejor futbolista, así se trate de un mimado de la fortuna.
Otro Puebla.
El naciente torneo parece traer un Puebla diferente. Sin Villapando ni Noriega ni Hérculez Gómez, y con un medio campo aparentemente más apto para el armado que para el marcaje; además, si en el Bicentenario el equipo se había caracterizado por su incapacidad para ganar en casa, ayer se estrenó con un 2–1 sobre el San Luis. Pero, cosa insólita, vimos al Puebla prescindiendo de su audacia y autoestima anteriores, que en el segundo tiempo se encerró a cal y canto, atenido a algún contragolpe de fortuna que nunca llegó. Lo que llegó fue el gol potosino –obra de édgar Castillo, defensor de notable movilidad–, y sólo por culpa del Monstruo Álvarez y los tantos de Olivera y Pereira en los primeros minutos del encuentro se pudieron rescatar esos tres puntos, alegremente rifados por el Chelís.
¿Estamos ante un Puebla diferente, más parecido a los restantes equipos de este futbol nuestro, aquejado de conservadurismo y aguda ausencia de imaginación? Por lo pronto, el miércoles va a Dallas, a disputar una de las semifinales de la Superliga contra el Revolution de Nueva Inglaterra. Habrá que seguir con atención esta metamorfosis no deseada.
Sacudirse la Pelusa
Tiene razón Maradona cuando se queja de haber sido usado por Julio Grondona, mandamás de la AFA y mercader infalible, como demuestra su rampante vicepresidencia de la FIFA sin necesidad de mascullar otra lengua que el lunfardo. Pero carece de fundamento su alegato en el sentido de que lo llamaron para “sacar las castañas del fuego”, y prescinden de él cuando se aprestaba a recoger jugosa cosecha. Su juego de palabras oculta que sus tropezones como DT se remontan a la eliminatoria sudamericana –aquel 6–1 de La Paz; las cuatro derrotas al hilo que pusieron a Argentina en la cuerda floja–, por no hablar de su deplorable conducción del equipo en Sudáfrica, desde el espejismo de arrasar con un grupo regalado hasta la dura realidad de un muy pobre desempeño ante México, previo a la humillante goleada final por cortesía de los alemanes. Al Pibe, Grondona lo llamó por motivos puramente económicos –en aquel momento su imagen vendía mejor que la de cualquier otro DT al frente de la albiceleste–, y por razones similares se le da puerta: los patrocinadores de la selección no estaban ya dispuestos a soltar las anteriores millonadas, vista la manifiesta incapacidad de Diego como entrenador.
Checo y Guti
Hacía décadas, desde que Alfonso Toledano competía en la F–2000 inglesa, que no se curtían en Europa pilotos mexicanos. Y ahora resulta que se juegan el tipo por allá dos magníficos prospectos, y que ya son objeto de atención y no pocas lisonjas por parte de los expertos en permanente caza de nuevas figuras para el automovilismo mundial.
Sergio Pérez es tapatío y triunfa en GP 2, la antesala de la Fórmula Uno. Hace ocho días, en Hockenheim, entró segundo en la primera carrera –las divisiones inferiores corren dos veces cada fin de semana que hay GP en pistas europeas–, y ofreció el domingo una remontada fantástica, desde el séptimo puesto en que arrancó hasta ganar la punta, que ya no soltaría. Se distingue por un arrojo innato, pero también por un repertorio de rebases tan emotivos como originales. Posee personalidad y garantiza espectáculo, y aunque ayer no tuvo su mejor desempeño, continúa sublíder en la clasificación general con 51 puntos, detrás del venezolano Pastor Maldonado (77), otra promesa a seguir con atención.
Esteban Gutiérrez nació en Monterrey y tampoco ha cumplido veinte años. Él lidera con holgura el campeonato de GP 3, la categoría inmediata inferior –apenas dos escalones por debajo de la F–1– y los últimos dos fines de semana (Alemania y Hungría) tuvo ocasión de demostrar el por qué. En Hockenheim entró primero sábado y domingo –las dos competencias se reparten entre ambos días–, en el Hungaroring fue segundo el sábado, detrás del suizo Moller (que lo sigue a mucha distancia en la clasificación general) y entró quinto ayer, sin que peligre su liderato general. Como el Checo Pérez, Guti está evidenciando una llamativa madurez como competidor de manos firmes y cabeza fría. Su pasó a la categoría inmediata en 2011 (GP 2) está prácticamente garantizado. Como la corona de GP 3 esta temporada.
Despropósito
En el GP de Hungría, dominado con autoridad por Mark Webber con Alonso y Vettel como compañeros de podio, Michael Schumacher estuvo a punto de estampar contra un muro a Rubens Barrichello para evitar que lo rebasara. Ya tenía antecedentes oscuros el multicampeón; pero, francamente, esta maniobra suya, que pudo ser mortal, lo acredita como uno de los pilotos más sucios en la historia de la F–1. Lamentable conducta, que afea una trayectoria sin paralelo en materia de títulos logrados.